domingo, 16 de julio de 2017

Nuestro devenir colectivo. Las Matrices de Aprendizaje en la Constitución del Sujeto histórico venezolano. Carlos García

Foto: Carlos García. 2006.

La pregunta por saber quiénes somos nos pone de cara con nuestro devenir. Saber quiénes somos, parte de la premisa de saber de dónde venimos.

Nuestra constitución como personas, es decir, la historia que cada uno es, está sujetada a una trama que nos vincula en una gran historia que funge como lienzo común. Hablar de la Patria, de Bolívar, de Boves, de Simón Rodríguez, de Manuela Sáenz, de Hipólita, de Zamora, de Guaicaipuro, Caribay, Tamanaco, Túpac Amaru, Atahualpa, Moctezuma, es hablar también de nosotros, de cada uno de nosotros, porque han sido referentes que de una u otra manera se internalizan en el ser del pueblo. Reflexionar lo acontecido en la década y media transcurrida del siglo XXI, es reflexionar desde nosotros, desde nuestra condición histórica, desde nuestras dificultades y nuestras esperanzas, tarea esta que vemos necesaria para poder continuar caminando en la construcción de otro mundo posible.

Decía el filósofo boliviano Juan José Bautista[1] que una de nuestras dificultades es que “queriendo ser lo que no somos (desarrollados), al final terminamos negando lo que éramos para poder ser lo que no somos”[2]. Pero, ¿en el caso venezolano qué es lo que éramos y qué no somos? ¿campesinos, negros, indios, criollos, pardos, mantuanos, blancos, occidentales, desarrollados, consumistas? La respuesta a tal pregunta es escabrosa; y ya Briceño Guerrero[3] hizo un primer viaje en la búsqueda de ése nos-otros mismos en su Laberinto de los Tres Minotauros[4]. Tal vez somos campesinos, negros, indios, criollos, pardos, mantuanos, blancos, occidentales, desarrollados, consumistas en distintos matices, pero, tal vez un viaje por los bordes de la historia no oficial, no occidental y cotidiana nos muestre otra cara. Tarea pendiente que nos toca hacer.

Por ahora no hay respuesta definitiva. El mismo Bolívar se hizo la pregunta de ¿quiénes somos? y creemos que su respuesta, aún sigue estando abierta.

La razón europea impuesta por los colonos, obligó a reprimir y a negar nuestras raíces: aquello no europeo que vive y se manifiesta en nuestros cuerpos, símbolos y cantos, saberes y tecnologías. Esta negación y represión se traduce en una suerte de confusión que en unos casos más que en otros nos obstaculiza el  encontrarnos y definirnos. Por un lado, la razón nos dice que tenemos que desarrollarnos; occidentalizarnos, “blanquearnos socialmente”, y por el otro, nuestro sentir, nos llama a inaugurar el camino al re-encuentro de nos-otros mismos, a aquello que está negado en lo profundo de nuestro inconsciente colectivo y que se manifiesta de diferentes maneras.

Entonces, es en este contradictorio cuadro que nos preguntamos ¿Cómo es que aparece ante nosotros Chávez? En este caso, Chávez aparece como canalizador de unas fuerzas históricas latentes y negadas (un pueblo históricamente reprimido, queriendo liberarse y poder ser)

El clamor de esas fuerzas latentes ha sido la de poder manifestarse abiertamente. Antes de la aparición de Chávez, el existente implícito en el inconsciente colectivo de la nación era la urgente manifestación abierta del reconocimiento de todos los oprimidos, excluidos y marginados (tarea que otrora comenzó Simón Bolívar y que aún continúa inconclusa).

La acción emprendida en el golpe de estado perpetrado en febrero del año 1992 alojó bajo su égida el retorno inconcluso del proyecto histórico que Bolívar abanderó. Es decir, Bolívar no habiendo terminado de concretar ése proceso de independencia, cuyo sentido liberador radicó en instrumentar al pueblo como sujeto, con la autonomía necesaria para emprender y construir su propio destino derivó en una emancipación que sólo cambió de opresor (sacamos a los españoles de estas tierras para luego reproducir aquello que queríamos expulsar).

De modo que la instauración de las cuatro repúblicas posteriores a la independencia, al igual que los demás procesos emancipatorios del continente no fueron sino la primera etapa de un proceso llevado y conducido por pocos en conseguir bienes y poder y no en construir pueblo con la autonomía necesaria como co-responsable de sus actos, constructor de vida, patria y mundo. (En el caso posterior a la independencia, muchos de los próceres de la gesta libertadora se convirtieron en los nuevos terratenientes, los nuevos amos esclavistas. Expulsaron al opresor de afuera pero reprodujeron al opresor de adentro, trescientos años de relación opresora no pasaron en vano. Recordemos que Zamora dándose cuenta de tal situación explicitó la contradicción, y declaró “Horror a la oligarquía” “Tierra y hombres libres” inició la guerra federal).

La manipulación del pueblo por parte de los que ostentaron el poder, condujo a una dependencia psicológica y física hacia el poder constituido y sus relaciones a tal punto que el mismo pueblo depositó siempre su voluntad en el patrón, jefe y todas las instancias que, instituidas e institucionalizadas asumían soberbiamente que “podían” “resolver” necesidades, obstáculos y dilemas presentados en la vida cotidiana. Siempre teníamos que recurrir al poderoso, al que está arriba para que de modo caritativo nos dé “respuesta”. Nos vimos reducidos a depositarle nuestra voluntad al Leviatán.

Esta depositación de nuestra voluntad en ése otro con “poder” (alcalde, diputados, gobernadores, presidentes etc.) nos empujó, a nosotros pueblo hacia una condición de adaptación pasiva ante la realidad tal que, internalizamos la condición de masa y no de pueblo con la posibilidad de modificar la realidad. El pueblo llano, el de abajo, los de a pata fuimos relegados a ser masa electoral, cuyo significado de identidad estuvo reducida a la condición de “voto”. ¿Será ese nuestro destino?

La Construcción de un Referente y las Resistencias al Cambio.

En nuestra América la relación que hemos tenido con la modernidad, con las luces y la razón pregonadas por las ideas de Kant, es decir, con Europa, siempre ha sido de opresión, sumisión, de saqueo y muerte. Las culturas de los pueblos originarios, es decir lo distinto, fue negado y violado; la práctica social o la pedagógica como diría Dussel[5] desde la llegada de los españoles, fue la de someter a la madre cultura de los pueblos amerindianos mediante un padre opresor que viene de afuera con su cultura moderna a imponer prácticas culturales foráneas que destruyeron el tejido social. Dussel nos menciona en su trabajo: La Pedagogía Latinoamericana[6] que esta relación entre una madre-cultura-violada mediante un padre-opresor-colonizador-estado, parió un hijo (pueblo) que se encuentra en el caso nuestro-americano, en situación de orfandad: rechaza la madre cultura y al padre estado-opresor-colonial.

Una nación, una cultura y la identidad, son posibles de construirse, reconstruirse y transmitirse mediante el instrumento, o espacio que por excelencia instala al ser humano en el mundo: la familia, y dependiendo del cómo hayan sido los modelos comunicacionales familiares y sus roles, (Mamá, Papá e hijo) será el despliegue y la actitud ante el mundo del nuevo ser, si los roles estuvieron invertidos o hubo disfuncionalidad, ausencia, o modelos comunicacionales paradojales, el nuevo ser se constituirá como un ser con dificultades para desplegarse sana y maduramente en el transcurrir de la vida. A esto Dussel, lo denomina como pedagógica, un doble proceso íntimamente vinculado: “el hijo y la hija nacidas en la familia son educados para ser un día padre y madre y al mismo tiempo ciudadanos adultos. Los niños en las instituciones político-pedagógicas son disciplinados para ser un día parte responsable de la ciudad o adultos en el nivel erótico”[7] es decir, que el ser humano va de la erótica a la política, para luego ir de la política a la erótica.

Partiendo de estas analogías, Venezuela ha sido una nación, caracterizada como una madre culturalmente que en su relación con sus hijos (pueblo) no fue satisfactoria, nos instaló mal en la morada (la patria), y un padre (representantes gubernamentales-estado opresor) que no brindaron un marco de seguridad psicológica, (en unos casos no existió y en otros fue represivo, sin posibilidad de diálogo) esta ausencia y disfuncionalidad, constituyó a un pueblo huérfano, que trató méndigamente de sobrevivir y de acceder miserablemente a los derechos como sujetos de una nación.

Cuándo Chávez perpetra el golpe de estado en 1992 fue como el hijo rebelde que busca reparar todo el daño, reparar las ausencias, los roles, los vínculos, la historia; es la asunción de un rol histórico como hijo que pretende hacerse reconocer desde la orfandad volviendo a traer los lazos nunca rotos de los dioses de las culturas negadas (es el mismo rol que ejerció Túpac Amaru contra la cultura opresora en sus tiempos).

Al haber fracasado en su intento de golpe de estado, asumió inmediatamente la responsabilidad de sus actos. Esta asunción brindó la sensación de una seguridad, de una protección a la población, que tal vez nunca había sido sentida, y que tal vez o pocas veces, el pueblo nuestro-americano conoce.
Aparecía en la historia de los últimos hasta entonces cuarenta años de “democracia”, alguien que se hacía responsable de sus actos, diciendo mediante medios de difusión: “por ahora los objetivos planteados no fueron logrados… ya es tiempo de evitar más derramamiento de sangre, ya es tiempo de reflexionar y vendrán nuevas situaciones, y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor… así que oigan mi palabra, oigan al comandante Chávez que les lanza este mensaje…”
Ése “por ahora” ha sido fértil semilla de esperanza en todos, pues Venezuela, un país que se encontraba con más de un 63% de pobreza y casi un 31% de pobreza extrema sintió por vez primera en muchos años la posibilidad de proyecto, de horizonte. Emergió entonces un nuevo referente qué seguir y emular. Emergió la paternalidad histórica que ha sido negada por el padre-estado-colonial-opresor desde 1492.[8]

Encarcelado comenzó a visibilizarse como sujeto que impulsaría y conduciría los cambios. La izquierda, así como los distintos grupos que se planteaban la refundación de la nación, vieron en él la posibilidad concreta de inaugurar una nueva etapa histórica. El planteo de Chávez fue la reconfiguración, la refundación del estado, un nuevo marco legal que permitiera darle carácter participativo y protagónico al pueblo, elevándolo de la condición de objeto a la condición de sujeto histórico posibilitador de la modificación de la realidad; la constituyente fue planteada y se creó una constitución adaptada a esos tiempos.

En dicha constitución, se creó un marco legal que empujaría la transformación, por lo menos las necesarias para iniciar la consolidación de nuevas prácticas.

A través de la nueva carta magna se posibilitó objetivamente el carácter de sujeto constructor de la realidad y no de mero objeto espectador como veníamos siendo, pero, ¿acaso los cambios y las transformaciones pueden ser ejercidos por el hecho de ser decretados?  El tener un instrumento legal que nos invita a ser protagonistas de la construcción y despliegue de la nación, no es del todo garantía de cambio. Es decir, la condición objetiva carece de su par dialectico, todavía el cambio es condición de posibilidad porque aún teniendo las condiciones objetivas (marco legal que nos permite generar un cambio) no tenemos las condiciones subjetivas, (la incorporación, la internalización en cada uno de nosotros de la idea de cambio y protagonismo), la condición de sujeto corresponsable aún no está  siendo. Por ello es importante reconocer que una cosa es el reconocimiento de lo históricamente negado, y otra es la asunción de la condición de negado que quiere transformar la realidad.

Con la aparición del petróleo (la otra etapa de la modernidad colonizadora capitalista ) y durante más de sesenta años, al pueblo se le ha inducido la idea de la ascensión social, del tener para ser, esto dificulta la tarea de construir un sujeto histórico y social adaptado activamente a la realidad para generar los cambios profundos y la asunción en el ejercicio y no sólo el enunciado de lo que es el poder popular, es decir, la asunción de la democracia participativa y protagónica contemplada en las leyes y que trasversalmente enuncia el artículo Nº5 de la CRBV. En la actualidad aún nos encontramos en ése proceso de; dejar de ser una cosa para convertirnos en otra, bien lo decía Gramsci y que Chávez recogió en el plan histórico de la nación, el plan de la patria para el gobierno del año 2013-2019, “…”Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un poder popular capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar una nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la fraternidad y la solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos modos de planificar y producir la vida material de nuestro pueblo. Esto pasa por pulverizar completamente la forma de Estado burgués que heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de gestión política… lo nuevo no termina de nacer hasta que lo viejo no termine de morir”[9]

Esa tensión entre lo viejo y lo nuevo está en nosotros, ¿qué será lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer en cada uno de nosotros?, pues veamos: todo nuestro devenir se sintetiza en modos de ser, nuestra forma de relacionarnos, de vincularnos, se constituyen en matrices de aprendizaje que irán heredándose de una generación a otra mediante prácticas. Todos nosotros así como la nación estamos constituidos de vínculos y recuerdos que se sintetizan en este aquí y ahora.

Ahora bien, las matrices de aprendizaje nuestras se cristalizan como mecanismos de defensa, como estructuras estereotipadas que se resisten al cambio, estas son parte constitutiva en cada uno de nosotros, incluyendo a todo aquel que está impulsando los cambios, y de toda institución existente en el estado, pues sabiéndonos sujetos producidos por nuestro devenir, sabemos que somos producto social de las instituciones de carácter vertical-colonial y por ende nuestra forma de ser y relacionarnos reproduce tal modelo. Por ello, se nos presenta un obstáculo a trabajar de doble dimensión:

1-) Las personas que se encuentran haciendo vida en las instituciones tienden a rechazar nuevas formas de organización y de vinculación, nuevas formas de comunicación entre los sujetos. ¿Podremos construir la lógica comunal desde la institucionalidad vertical-colonial, desde las formas del padre-estado-opresor?

2-) Muchos de los otrora excluidos quieren y tienden a reproducir las estructuras estereotipadas, la del opresor, salta de oprimido a opresor. Por ello los cambios no se decretan, son praxis, y he ahí que aparece la necesidad de una ruptura epistemológica que nos planteamos: ¿cómo superar la relación vertical y de control en el funcionamiento de las instituciones, y la vida cotidiana? ¿Cómo construir el estado liberador? pregunta esta que nos lleva a otra: ¿Cómo podemos, nosotros pueblo, asumirnos como sujetos políticos maduros-liberadores que vayamos de la dependencia a la autonomía co-responsable para que seamos los protagonistas principales de los cambios sociales y dejar de ser los comensales huérfanos del Leviatán? Preguntas estas de un tenor que, nos empujan a buscarnos, a mirarnos y a comprender cómo es que hemos llegado a ser lo que somos, pero también a revisar cómo es que somos cada uno de nosotros en casa y en nuestros roles más íntimos. Lo esencialmente pedagógico-erótico-político.

Buscar nuestras propias historias, la de cada quién nos va develando el lienzo del que todos somos parte. Tal vez podemos empezar por ése camino, el de la búsqueda de nosotros mismos.
Esta lucha entre lo instituyente y lo instituido, lo que quiere nacer y lo que no quiere terminar de morir es propio de los procesos de cambio, se dan entre sujetos concretos, hombres y mujeres que hacemos vida en los distintos espacios.

Los cambios son en lo concreto y no hay nada más concreto que las relaciones que encarna el ser humano con-sigo, con los otros, con lo otro y con el mundo. Entendiéndonos como seres históricos y sociales, producidos y productores, habitantes y habituados de lo contextual, nos reconocemos entonces como sujetos producidos por una cultura moderno-capitalista con sus instituciones, sus relaciones y su lógica, pero que, sabiéndonos producidos y por tanto condicionados más no determinados por tal cultura, nos asumimos como sujetos que podemos producir nueva cultura, tal vez partiendo desde el zambo, desde el indio y desde el campo que vive en nuestro fuero interno, por ello el planteo de la comuna aloja e invita a un modo, a una lógica de la reconstrucción de la trama vincular-social, en la que podamos construir las prácticas pedagógicas (y por ello erótico-políticas) de los nuevos moradores.

La dimensión trascendente que se nos demanda para construir futuro a los moradores de ésta época, es la de poder cumplir con la tarea pedagógica de doble dimensión: “En efecto, la pedagógica parte del hijo del hogar erótico para concluir su tarea en el adulto de la sociedad política; por otra parte, parte del niño en la institución pedagógica-política  (cultura, escuela etc.) para terminar su función en el varón o mujer formados para la vida erótica fecunda. Es evidente que además la pedagógica parte y concluye en la misma erótica (del hijo a los padres en el ámbito del hogar) y política (del niño de la escuela hasta el maestro o pedagogo)”[10] y también cumplir con una erótica de nuevo tenor, sin la cual puede constituirse una nueva sociedad:  La sexualidad de la pareja puede seguir siendo servicio liberador, cumplimiento del deseo del Otro, porque el hijo es el testimonio, el testigo (el martys de la Alteridad) de la decisión libre no solo de amarse a dos (la pareja), sino de indisolublemente seguir amándose en aquel que los porta a los dos en su misma realidad nueva, distinta, mesiánica, por cuanto ungida en el amor que es su origen: el hijo. Si la sexualidad humana es deseo efectivo del cumplimiento del deseo del Otro, en esa misma tensión como pulsión alterativa se encuentra ya el amor paterno-materno hacia los hijos que son dis-tintos, es verdad, pero al fin también: pulsión alterativa como deseo del cumplimiento del deseo dis-tinto y nuevo del hijo y la hija como Otro que la pareja. Sólo el plenificado sexualmente, por haber cumplido el deseo del Otro de la pareja y con ella su propio deseo, puede ser un buen maestro, buen padre o madre, buen político o política. La erótica se desborda como pedagógica.[11]

Para terminar nos damos cuenta que necesitamos desplegarnos de otro modo y asumir los roles que nos corresponden. El nuevo sujeto histórico venezolano que necesita construir un estado liberador no puede ser en la vida cotidiana, un padre ausente y una madre negadora, no puede ser el hijo huérfano esperando ser amamantado como comensal por el leviatán. La tarea es íntegra, trasversal. Para ser buen político, hay que ser buen padre, buena madre, buena pareja, buen compañero, compañera, sin estas dimensiones cumplidas y entramadas seguiremos constituyéndonos como sujetos hedonistas auto-eróticos, de instrumentalización del otro y su negación, y nunca podremos ser buen pueblo, corresponsable y maduro.

Sabemos entonces que asumiendo lo que nos corresponde como sujetos erótico políticos podremos dar parto a una nueva sociedad, podremos encaminarnos hacia la conjugación cósmica de muchos mundos que yacen en cada vida y en cada historia. Esa tarea está en nosotros. Tal vez ahí, es donde todos seamos Chávez.

Nos toca iniciar la inevitable y la larga marcha hacia la sociedad comunal.



[1] Filósofo y Sociólogo boliviano discípulo de Enrique Dussel y Franz Hinkelammert.

[2] Juan José B. ¿Qué significa pensar desde América Latina?, Caracas, Ministerio del Poder Popular para La Cultura, 2015, P. 58.

[3] José Manuel Briceño Guerrero, filósofo y filólogo venezolano autor de: América Latina en el Mundo, Amor y terror de las palabras, Qué es la Filosofía, El Alma Común de Las Américas.

[4] Briceño Guerrero nos habla en su obra de los distintos discursos que constituye a todo Americano (discurso europeo segundo, discurso cristiano-hispánico, discurso mantuano y discurso salvaje)y que se manifiestan en distinta intensidad de acuerdo a los lugares, estratos sociales, edad y región.

[5] Filósofo Argentino-Mexicano autor de numerosas obras sobre filosofía latinoamericana y filosofía de la liberación.

[6] Enrique Dussel. La Pedagogía Latinoamericana, Bogotá, Nueva América, 1980.

[7] Enrique Dussel. La Pedagogía Latinoamericana, Bogotá, Nueva América, 1980,P. 12.

[8] Creemos que Chávez en nuestro caso ha sido un cenit que concentró (durante su tramo) la tarea histórica de una conciencia liberadora. Nos pudimos identificar con él, y por consiguiente con el estado como estado liberador, permitiendo poder acercarnos a una condición más madura erótico-políticamente como pueblo.  

[9] Prólogo del Plan de la Patria 2013-2019 presentado en el año 2012 ante el CNE por el presidente Chávez como candidato para las elecciones de ése año.

[10] Enrique Dussel. La Pedagogía Latinoamericana, Bogotá, Nueva América, 1980,P. 11.

[11] Enrique Dussel. Para una erótica latinoamericana, Caracas, Perro y la Rana, 2007, P. 
130.


 
Referencias.

Bautista, J.J. (2015) ¿Qué significa pensar desde América Latina?, Caracas, Ministerio del Poder 
Popular para La Cultura.

Briceño, J.M. (1997) El Laberinto de los Tres Minotauros, Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Dussel, E. (1980) La Pedagogía Latinoamericana, Bogotá, Nueva América.

Dussel, E. (2007) Para una Erótica Latinoamericana, Caracas, Perro y la Rana.

Rivière, P. (1971). Proceso Grupal. Del Psicoanálisis a la Psicología Social.

Quiroga, A. (2001). Proceso de constitución del mundo interno. Buenos Aires (Argentina): Cinco.

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