domingo, 19 de noviembre de 2017

La fiesta de la dignidad rebelde.


Crónica de una peregrinación para visitar la tumba del padre cantor.
Xavier Rodríguez
Centro de Investigación en Pensamiento Crítico Decolonial Enrique Dussel
Son miles. Miles de mujeres y hombres, peregrinos. Son devotos del canto rebelde. Son insurgentes de la palabra y la acción. Son los desordenados, los malhablados, los desbocados, malaconducta. Son bacantes de un rito, cultura que apesta, la contradicción. Son la levadura que hace posible un pan de versos. Son, somos y seremos por siempre los panfletarios del cuento. Y como si una fuerza magnética nos congregara, hemos venido a esta tierra, para llegar al santuario donde descansa el padre cantor de nuestro pueblo, Alí Primera (1941 - 1985).


...y fui llenando con flores a mi fusil de poemas...

La turba no sería turba, sino no la acompaña la tormenta, un huracán, el vendaval de las canciones, de imágenes, de sonido bestial. Es la algarabía. La fiesta insurgente. El éxtasis. La turba bailando, que ha tomado Punto Fijo y que ha llegado dispuesta a no dormir, moviéndose en caravana a lo largo del país para recordarle a este poblado, a Alí y a ella misma, el origen de ese mar de fueguitos.
La multitud rumbo a la tumba del Padre Cantor.

A quinientos kilómetros del punto inicial de donde partió, la peregrinación se inició hace apenas 14 horas. Pero si la medimos con el reloj de la historia, surge la duda de si comenzó hace treinta, cien o quinientos años.

En medio de una parada de autobuses me surgen las primeras preguntas, entre polvo, humo y ese olor tan propio de la gasolina, ¿Será posible hilvanar un concepto, enfocar una visión, en torno al fenómeno que significa Alí Primera en la cultura venezolana, incluso más allá de las fronteras, en la cultura Nuestroamericana?

La pregunta me sobrepasa, el camino es largo.

...Flores rojas, puño en alto...
El ritual se daría por vez primera vez en el barrio suburbano La Vela (hoy Barrio Alí Primera), lugar de la última vigilia que tuviera el cantor, ese lunes 18 de febrero “millares de personas, infinidad de ellas, procedentes de las diversas latitudes del país siguieron el cortejo fúnebre, con los restos mortales del cantautor Alí Primera”.

La inmensa caravana de automóviles y “gente de a pié” inundaban la ciudad, el sol irradiaba con la fuerza torrencial del dolor del pueblo paraguanero. Por espacio de cuatro horas la ciudad de Punto Fijo fue testigo del más grande peregrinaje jamás visto en estas tierras, la juventud, los obreros petroleros, los militantes de las izquierdas más variadas, y los más diversos sectores marcharon ocho kilómetros desde el Barrio La Vela hasta el Cementerio Municipal de Santa Elena, “como consecuencia de la avalancha humana que se observaba deseosa de estar lo más cerca posible del féretro antes de la inhumación, el espacio físico del Cementerio, resultó realmente insuficiente”.
(Humberto Zavala Guerrero, Breve Historia de la Marcha de los Claveles Rojos)

Son las declaraciones más antiguas que se consiguen en la red, con respecto a la marcha de los claveles. Treinta y dos años después me encuentro en el ingenio Bolívar, San Mateo, es una mañana soleada muy soleada en este pequeño poblado enclavado en un valle del estado Aragua. Es la primera parada de la Caravana que se dirige a la Casa Museo de Alí Primera.
Fotografía: Luigino Bracci.

Tenía muchos años sin visitar este poblado, y su principal hito histórico, el ingenio donde el Libertador Simón Bolívar cuentan pasó parte de su niñez. Los recuerdos de mi última visita casi han sido expulsados de mi memoria. Con pesar, me doy cuenta que debo hacer un esfuerzo considerable para recordar.

Cuando la caravana llega, se prende la fiesta entre todos los presentes. Un niño de la población recita un poema y lo mezcla con los versos de Tin Marín, provocando una ovación, luego en canto común entonan La canción del lunerito.

Media hora después, montado en unos de los autobuses rojos yu tong, saludo a algunos conocidos y me cuelo entre los asistentes de la caravana.

Las horas, la percepción del tiempo se dilata, salí de casa a las 7am, llegué a San Mateo a las 9, la caravana llegó a las 10:30, de allí siguió hasta Puerto Cabello, donde estuvo detenida cerca de hora y media o quizás dos horas, en los espacios del Monumento de Embellecimiento o Parque Turístico de Morón donde también se prendió el jolgorio. Siguió la ruta, hizo varias paradas, una de ellas cerca de Tucacas. Llegamos a Punto Fijo casi a las 9 de la noche.

Entre los vehículos que conforman la caravana, se encuentra un camión donde la gente  deposita sus claveles rojos, con sorpresa observo como va llenándose de las ofrendas que se van haciendo a la lo largo de la ruta.


Fotografía: Huacho Nacho.
Nos recibe una antorcha de gas quemando el cielo, es el CRP en Amuay, una megaestructura que sigue creciendo según crecen las necesidades y potencialidades del país. El complejo refinador de petróleo es el segundo con mayor capacidad del mundo, y desde que Alí era un niño que se paseaba por las calles del pueblo con su caja de limpiabotas, este coloso ha ido mutando cuál símbolo de la Venezuela petrolera.
Fotografía: Huacho Nacho.

Me muevo entre grupos de cantores, 40, 50, 60, 100, son grupos de gente cantando temas de Alí como si hubiesen ensayado para la ocasión, provienen de distintos estados del país, se han encontrado en las calles, en el festival, en la casa de Alí, en el Centro Ecológico Pangea. Bailan y cantan al unísono, por hoy la alegría es ley.


Fotografía: Huacho Nacho.
La presencia del cuatro es potente, no falta en ningún momento. Se trata de pueblo, memoria y canto fundido en una sola entidad. La peregrinación logra unificar a las generaciones más diversas, que van desde la militancia de las FALN hasta la actual, abunda mucho espíritu joven, lo cual se celebra, pues allí reside el germen de lo contestatario, remite a un discurso y a una iconografía de la cultura rebelde en permanente actualización, así como el sujeto político. Es esa fuerza joven la que me interroga, me cuestiona en mitad de la celebración, ¿por qué dejamos que se encubra el pasado en nombre del futuro, con promesas de desarrollo y bienestar incluido? Por un momento las brechas generacionales parecen desaparecer, en lo aparente.

Mientras el escenario va dando paso a distintos cantores, entre ellos, los hijos del cantor, Sandino y Florentino Primera, Amaranta, Agua Salá, Gino González, los Cultores Rebelaos, entre muchos otros, la fiesta se va poniendo mejor, circulan muchos mensajes de corte antimperialista y se prolongan las presentaciones hasta bien entrada la madrugada.

Fotografía: Huacho Nacho.
Entre tantas manifestaciones de resistencia cultural, la insurgencia se muestra hermanada. Es una muestra de rebeldía, que a los ojos de los grandes conglomerados mediáticos no encuentra acomodo en sus encuadres y focos ¿qué encubre la exposición? ¿qué encubre el silencio?

Camino al cementerio de Santa Elena
El domingo 19, antes de ir a la marcha me doy un baño en el Mar Caribe.

La marcha sale desde la casa de Alí, que se encuentra ubicada en el antiguo Barrio La Vela, hoy Barrio Alí Primera, uno de los tres poblados que tienen cabida en el territorio nacional. El recorrido de ocho kilómetros se convierte en un autentico carnaval de canto y color. Entre las canciones que más eco tienen en la gente, están Tin Marín, Mama Pancha y Camarada. Un marionetero va dibujando sonrisas entre la multitud que se agolpa haciendo danzar a una pareja en el aire. Hay niños por doquier, tocando sus cuatros, yendo en sus bicicletas, al son de la marcha. Una doña lleva un cuadro, muestra a Alí tocando la guitarra, es un Alí hecho de nubes que surca el firmamento, que se alza sobre esta tierra agreste, esta tierra de hijos del sol.

Me dejo llevar por la multitud hasta el cementerio de Santa Elena, con un aliento largo entramos entonando Camarada, un canto perenne que me arrastra hacia el interior de la tumba. Nuevamente, se cumple el designio, como hace tres décadas, con un recinto que se encuentra a reventar. Cuando logro entrar me recibe una imagen escultórica del cantor, en ella Alí parece un avatar de nuevo milenio, y nosotros sus acérrimos seguidores, apiñados, sudados, roncos de tanto cantar, elevando versos. La lápida del poeta solo dice Yiyo. Padre cantor. Un recordatorio cercano, amoroso, tal como le decían sus hermanos y su madre, que descansa en la misma fosa, cuya lápida dice Abuela Carmen Adela, Vientre Sonoro. A todo pulmón los presentes entonamos la canción del Gallopinto ...no se marchará, siempre cantará, la música fresca de su manantial... De un vientre sonoro nació, en una espiral de canciones ha de descansar...

La imagen escultórica del cantor.

  Y volver...
Volver a enumerar la lista de canciones de Alí que se cantaron durante la visita, equivale a revisar la discografía del cantor del pueblo. Para efectos de este relato, hemos realizado esta lista de reproducción de los temas que allí se cantaron y se contaron.
https://www.youtube.com/watch?v=amZJL5cwewc&list=PLYVD5nRKFqmv0fFeCuocEYyTmj6JqNk1h

Yo regresé a mi casa en otro autobús, distinto al que había abordado desde el comienzo. Había muchos jóvenes, apenas al entrar se lograba percibir un olorcito a marihuana, en medio de un ambiente de buena vibra y euforia. Por los parlantes iba brotando a todo volumen Fito Páez, Molotov, John Lennon, Soda Stereo, The Beatles, Elton John, Charly García, Paralamas, Zapato 3... Y por supuesto, Alí Primera. Era la mini rumba rodante luego de la fiesta principal.

Fue en medio la carretera cuando empecé estas notas en mi fiel y gastada libreta roja. La rumba llega a su clímax, mientras garabateo mis recuerdos e ideas. Por los parlantes suenan los primeros acordes de I wan't to break free de Queen. La bulla y el baile toman la pista.

El conductor, de cabello bastante canoso, quizás de unos cuarenta o menos, no despega la mirada de la carretera. Desde su puesto de comando, va cantando las canciones que salen por los parlantes. Una segunda mirada a través de los espejos convexos del vehículo reconstruye una visual escheriana muy psicodélica del personaje: aplicado en su responsabilidad, luce lentes polarizados femeninos para protegerse del sol, junto con una bufanda de marabú rosado. Una imagen a medio camino entre la elegancia y el collage, que contrasta marcadamente con el paisaje de los médanos que vamos dejando atrás.

Fotografía: Huacho Nacho.
 
Cuestión de estética o no, es indudable la vorágine simbólica. Me pregunto si acaso estaremos haciendo posible una estética de lo viable, que nazca desde y en pro de nuestros procesos de vida, individuales y colectivos, una estética para liberar, una ética para mirar. Probablemente el repertorio de Alí pueda dar cuenta de como lo diverso, lo excluido, lo marginal se pueden convertir en motivo creador e inspirador, que como el mismo dice en una canción, con mil corazones dentro te está llamando a luchar... Tuvo el cantor siempre tiempo para escribirle a los desaparecidos, a los artistas mal considerados menores por esta sociedad, a la desigualdad, al internacionalismo, a la solidaridad, a la ternura, al grito ahogado, a la intemperie, a la historia, a la lucha de clases, a la corrupción, a los oportunistas, al pueblo trabajador, al petróleo, a la religión y a la espiritualidad, al festejo y la parranda, pero también al olvido y la memoria.

Aunque la peregrinación ha finalizado, es el punto de partida de estas notas que van surgiendo plagadas de interrogantes, al margen de todos los caminos, mientras el sol comienza a ocultarse. Son preguntas necesarias. No me intimidan. El paisaje y el pueblo me acompañan.

desandando la historia a trote limpio
oigo que pasa relinchando algún caballo
no sé el color, pero en la oscuridad
lo que importa son los pasos.
Y aunque el pueblo parezca aletargado
estoy seguro que conserva en la memoria
que alguna vez, en algún sitio de la historia
galopó sobre esta tierra ese caballo...
(A.P.)

Fotografía: Huacho Nacho.


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