INTRODUCCIÓN
Antonio
Gramsci es un buen ejemplo de la síntesis del teórico y el político. Lingüista
profesional, filósofo político y militante fundador del partido comunista
italiano, este hombre enfrentó el fascismo decididamente hasta el punto de vivir
preso los últimos diez años de su vida, sin cesar su trabajo intelectual,
aportando planteamientos novedosos al marxismo e iniciativas de organización al
movimiento comunista de su país y de Europa.
Su
convicción de que los hombres hacen la historia a la vez que son productos de
ella, engloba su pensamiento filosófico-político.
El
planteamiento central de su teoría es el análisis de las relaciones entre la
estructura socioeconómica y la superestructura jurídico-política, que forman un
"bloque histórico". Aunque este concepto no es desarrollado
sistemáticamente, se halla explícita o implícitamente en varios lugares de sus
escritos. El concepto de bloque histórico implica una concepción
teórico-práctica del materialismo histórico, a partir de la crítica de los
entendimientos mecanicistas y deterministas del marxismo en cuanto las
relaciones economía-política y cultura-política. En particular, Gramsci supera
interpretaciones marxistas sobre el Estado que ubican a éste como epifenómeno o
como instrumento neutral susceptible de usarse por cualquier clase social. En
el contexto del bloque histórico, el Estado no sólo es un aparato de dominación
de una clase por otra, sino que refleja la síntesis coerción-consenso y la
síntesis hegemonía-dominación que caracterizan el ejercicio del poder político.
De otro
lado, la importancia que Gramsci confiere a la historia permite un análisis
dinámico de la cuestión política. Para Gramsci todo se valida históricamente
más que por argumentos teóricos inmodificables.
Finalmente, Gramsci
enriquece el humanismo marxista al exaltar el elemento consciente de las
acciones humanas, que hace a los hombres sujetos de la historia, antes que
entes pasivos del desarrollo de la vida material. Así, el pensamiento de
Gramsci además de despertar interés por la originalidad de sus planteamientos
teóricos, estimula la fuerza de la voluntad individual y la confianza en las
intenciones liberadoras de la humanidad.
En el
contexto del bloque histórico, el Estado no sólo es un aparato de dominación de
una clase por otra, sino que refleja la síntesis coerción-consenso y la
síntesis hegemonía-dominación que caracterizan el ejercicio del poder político.
I.
FILOSOFÍA, IDEOLOGÍA, HISTORIA Y POLÍTICA
Para Gramsci
la filosofía es una "concepción del mundo" históricamente determinada
que se manifiesta en la práctica mediante la acción política. De esta manera se
funden filosofía, historia y política, estudiando la ideología en el
"significado más alto de concepción del mundo que se manifiesta implícitamente
en el arte, en el derecho, en la actividad económica, en todas las
manifestaciones de la vida individual y colectiva"[1].
Para Gramsci
la filosofía es una "concepción del mundo" históricamente determinada
que se manifiesta en la práctica mediante la acción política.
La filosofía
no es sólo la filosofía de los filósofos profesionales sino también la que se
arraiga en el sentido común, la religión y el folklore. Tampoco la historia de
la filosofía es la historia del pensamiento lógico-abstracto individual, sino
también la historia de la cultura, entendida como la forma de pensar y de
sentir de los pueblos.
La filosofía
es 'creativa', o sea, difundida en la sociedad, rige las actitudes individuales
y colectivas del hombre masa a nivel económico y cultural, que cambian
históricamente porque la realidad no es fija; es decir, la filosofía plantea
los problemas en forma "historicista" (la voluntad creadora de los
hombres es un producto histórico); "la filosofía de una época histórica no
es, por consiguiente, otra cosa que la 'historia' de dicha época; no es otra
cosa que la masa de las variaciones que el grupo dirigente ha logrado
determinar en la realidad precedente: historia y filosofía son inseparables en
ese sentido, forman un 'bloque'. Se pueden "distinguir los elementos
filosóficos propiamente dichos en todos sus diversos grados: como filosofía de
los filósofos, como concepciones de los grupos dirigentes (cultura filosófica)
y como religiones de las grandes masas; véase cómo en cada uno de estos grados
es preciso vérselas con formas diversas de combinación ideológica"[2].
La filosofía
no es sólo la filosofía de los filósofos profesionales sino también la que se
arraiga en el sentido común, la religión y el folklore.
Las ideas
anteriores se compendian en el principio de que "todos los hombres son
filósofos", es decir, como seres racionales y como seres sociales. Pero
hay cierta jerarquía: los filósofos profesionales se diferencian de los demás
hombres en que piensan con más "homogeneidad, coherencia, logicidad,
etc.". Los hombres corrientes piensan con base en el sentido común. Este
es igual a la concepción del mundo del filósofo si se ha alcanzado unidad
cultural-social que se funcionaliza mediante el lenguaje. Este, por lo tanto,
es "una multiplicidad de hechos más o menos orgánicamente coherentes y
coordinados"[3]; mediatiza el modo individual y colectivo de pensar y de
sentir.
Tener una
concepción del mundo implica pertenecer a un determinado grupo social. La
adopción de la concepción del mundo y la pertenencia a un grupo social dependen
alternativamente de que el individuo esté sujeto a la hegemonía ideológica de
la clase dirigente; o de la autonomía histórica del individuo que se plasma en
una conciencia revolucionaria. Como la hegemonía ideológica se refleja a nivel
popular en el sentido común y la religión, se debe contraponer una actitud
filosófica, intelectual que guíe la práctica y a la vez se nutra de ella en
forma dialéctica con el fin de trocar el sentido común en buen sentido; de
transformar la cultura religiosa en una cultura liberadora.
De todos
modos, ya que la concepción del mundo es pensamiento y acción, ésta se asume
por un acto político, libre o autoritario, dependiendo de las condiciones
históricas de un momento determinado. Por esto, cuando a nivel social el pensar
y el obrar no coinciden, la concepción del mundo se manifiesta en palabras pero
no rige la vida práctica, nos hallamos en los "tiempos normales" de
una ideología dominante: "significa ello que un grupo social tiene su
propia concepción del mundo, aunque embrionaria, que se manifiesta en la
acción, y que cuando irregular y ocasionalmente —es decir, cuando se mueve como
un todo orgánico—, por razones de sumisión y subordinación intelectual, toma en
préstamo una concepción que no es suya, una concepción de otro grupo social, la
afirma de palabra y cree seguirla, es porque la sigue en 'tiempos normales', es
decir, cuando la conducta no es independiente y autónoma, sino precisamente
sometida y subordinada. He ahí también por qué no se puede separar la filosofía
de la política y por qué se puede demostrar, al contrario, que la elección de
la concepción del mundo es también un acto político"[4].
Como la
hegemonía ideológica se refleja a nivel popular en el sentido común y la
religión, se debe contraponer una actitud filosófica, intelectual que guíe la
práctica y a la vez se nutra de ella en forma dialéctica con el fin de trocar
el sentido común en buen sentido; de transformar la cultura religiosa en una
cultura liberadora.
II. LA
FILOSOFÍA DE LA PRAXIS
La filosofía
de la praxis debe surgir primeramente como crítica a la filosofía religiosa y
al mecanismo determinista, y consolidarse en la lucha política por la hegemonía
ideológica de la sociedad.
Por
oposición a la filosofía religiosa, la filosofía de la praxis "no tiende a
mantener a los 'simples' en su filosofía primitiva del sentido común..., afirma
la exigencia del contacto entre intelectuales y simples, no para limitar la
actividad científica y mantener la unidad al bajo nivel de las masas sino para
construir un bloque intelectual-moral que haga posible un progreso intelectual
de masas y no sólo para pocos intelectuales"[5].
La filosofía
de la praxis supera el divorcio entre pensar y obrar que caracteriza a la
filosofía religiosa. Propende por la síntesis dialéctica teoría-práctica. Esta
es un devenir histórico. Por lo tanto debe considerar tanto la historia de la
filosofía como la historia de la vida material de la sociedad procediendo
mediante el análisis no departa mentalizado de los elementos económicos,
sociales, culturales y políticos hasta lograr una concepción del mundo
coherente y unitaria. Esta posición combate el positivismo en las ciencias
sociales y privilegia la ciencia política como disciplina que subsume la
economía, la sociología y la historia. Historia y política se identifican
orgánicamente [6].
La filosofía
de la praxis supera el divorcio entre pensar y obrar que caracteriza a la
filosofía religiosa. Propende por la síntesis dialéctica teoría-práctica. Esta
es un devenir histórico.
La síntesis
teoría-práctica está asociada con una dialéctica intelectuales-masa: "el
estrato de los intelectuales se desarrolla cuantitativamente y
cualitativamente; pero todo salto hacia una nueva amplitud y complejidad del
estrato de los intelectuales está ligado a un movimiento análogo de la masa de
los simples, que se eleva hacia niveles superiores de cultura y amplía
simultáneamente su esfera de influencia, entre eminencias individuales o grupos
más o menos importantes en el estrato de los intelectuales
especializados"[7].
La pérdida
del contacto intelectuales-masa deriva en una conciencia y una organización
puramente económico-corporativas y no en una conciencia y en una organización
políticas. Así, el nexo teoría-práctica debe superar la disgregación ideológica
de la masa activa y traducirse en "conciencia orgánica"; en la
constatación de que se pertenece a una determinada fuerza hegemónica; en el
reconocimiento de la creatividad humana que tiene una clase "para sí"
y que no puede alcanzar una "clase en sí".
El
instrumento eficaz para el logro de estos propósitos deber ser el partido
político. Este selecciona la masa activa transformando la adscripción
individual económico-corporativa en adhesión colectiva voluntaria y política.
Por
oposición al mecanismo determinista, la filosofía de la praxis no acepta la
pasividad de las clases subalternas, sino que propugna por la actividad, de tal
modo que los hombres sean forjadores de la historia. El entendimiento
mecanicista del marxismo dice que la estructura económica determina la
superestructura jurídico-política de la sociedad. Así, la política depende de
la economía y la interacción de las dos esferas no es relevante más allá de los
efectos económicos-corporativos sin alcanzar importancia en las
transformaciones globales. De igual manera, por el mecanicismo, la teoría
apenas es un accesorio de la práctica. La ideología tiene un papel pasivo ante
el desarrollo de las fuerzas productivas; como si tal proceso no fuera
histórico-cultural; como si un modo de producción fuera igual entre países y
funcionara exclusivamente por la generalización de una relación económica
fundamental, inscrita en un espacio y durante un tiempo neutrales; ¡ como si
sólo la posición de los hombres en el i proceso productivo determinara su
ideología, independientemente de su extracción por sector social o
particularidades regionales dentro de una misma nación; como si la
predestinación histórica del derrumbe del capitalismo fuera suficiente para
transformar la sociedad.
La filosofía
de la praxis no acepta la pasividad de las clases subalternas, sino que
propugna por la actividad, de tal modo que los hombres sean forjadores de la
historia.
Por último,
Gramsci destaca el carácter político-histórico de la lucha por la hegemonía
ideológica y del proceso de difusión de las nuevas concepciones del mundo. Si
bien, en el pensamiento de Gramsci el papel de los intelectuales es
fundamental, su adopción del materialismo histórico no ignora la cuestión de la
contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las formas de
propiedad como causa de las transformaciones de la sociedad. Se sigue, que un
momento histórico determinado presente siempre una clase social llamada a ser
la dirigente de una nueva sociedad si garantiza un desarrollo de las fuerzas
productivas compatible con unas nuevas relaciones sociales de producción. Sin
embargo, una crisis de la estructura de las relaciones sociales de producción
no se resuelve en una revolución si no hay organización y vocación de poder por
parte de la clase subalterna que debe asumir el control de la nueva sociedad.
Esto incluye la teoría y la práctica de las formas de lucha, la política de
alianzas, la base social que sustenta al sector que dirige el cambio; en fin,
se trata de toda la concepción estratégica y táctica de cada acción política.
En consecuencia "el proceso de difusión de la nueva concepción del mundo
se realiza por razones políticas"[8]. Así, retorna la acción de los
intelectuales en la formación de la conciencia política y la organización de
las masas.
Además, la
consolidación de un proyecto político se valida históricamente, de tal manera
que durante mucho tiempo persistirá la lucha entre la tradición y la
revolución; una por conservar la sociedad caduca y otra por llevar la
transformación más lejos de lo que los dirigentes del proceso de cambio
quisieran. La revolución francesa brinda un ejemplo. Gramsci la identifica como
una crisis orgánica de larga duración (de 1789 a 1871). Durante ésta, la
burguesía debió derrotar a la aristocracia en las primeras fases; para luego
derrotar a la clase obrera con la victoria final sobre la Comuna de París. Sólo
después de este proceso la burguesía conquista la hegemonía sobre la sociedad.
La
naturaleza de la hegemonía y la duración de una crisis orgánica dependen del
carácter del bloque histórico, que determina el grado de resistencia de la
superestructura ante cambios en la estructura material en la sociedad. La
comprensión de estas cuestiones requiere, pues, una aproximación al concepto de
bloque histórico.
Una crisis
de la estructura de las relaciones sociales de producción no se resuelve en una
revolución si no hay organización y vocación de poder por parte de la clase
subalterna que debe asumir el control de la nueva sociedad.
III. EL
BLOQUE HISTÓRICO
Hugues Portelli
engloba el pensamiento de Gramsci en el concepto de bloque histórico. De ese
análisis intentaré presentar las discusiones sobre la sociedad civil y la
sociedad política; el vínculo entre la superestructura y la estructura y el
concepto de hegemonía.
1. La
Sociedad Civil
Sociedad
civil y sociedad política hacen parte de la superestructura del bloque
histórico. Mientras que Marx define la sociedad civil como el conjunto de
relaciones económicas y la formación de las clases sociales, Gramsci comprende
aquella como el complejo superestructural de las "organizaciones llamadas
privadas". Esta concepción muy original refiere al entorno cultural (forma
de pensar y de sentir del pueblo) no determinado mecánica ni exclusivamente por
las relaciones económicas que los hombres entablan "independientes de su
voluntad". Por esta razón, la sociedad civil debe entenderse como terreno
de arraigo de la ideología de la clase dirigente y como función de hegemonía de
ésta sobre toda la sociedad. Hablamos de ideología orgánica, o sea, ligada a
una clase fundamental, que por la hegemonía extiende la dirección de la
economía a la dirección del resto de las relaciones sociales mediante el
trabajo de los intelectuales especializados en las ciencias, las artes, las
religiones, etc.
La difusión
de la ideología dominante según sus grados (filosofía, religión, sentido común
y folklore) se realiza mediante organizaciones y utilizando instrumentos
técnicos, porque "la sociedad civil debe disponer de una articulación
interna extremadamente compleja"[9].
La
estructura de las organizaciones que difunden la ideología se compone
básicamente de la Iglesia, la organización escolar y la prensa.
La sociedad
civil debe entenderse como terreno de arraigo de la ideología de la clase
dirigente y como función de hegemonía de ésta sobre toda la sociedad.
La Iglesia
se encarga de la moral fundamental de los miembros de la sociedad. La filosofía
religiosa, tanto en el sentido laico como en el sentido de la feligresía,
enseña la irresponsabilidad individua], la resignación y el amor al prójimo
(los hombres son iguales por razones biológicas porque "todos somos hijos
de Dios", mas no porque tengamos voluntad independiente y responsabilidad
social e histórica). Vale la pena justificar un poco el juicio sobre la
irresponsabilidad individual. Esta se refiere a la idea fundamenta] de que la
inteligencia, el vigor y los sentimientos humanos son exteriores al individuo y
se nutren de la capacidad creadora de la fe, por oposición a la capacidad
creadora de la conciencia. Y esto vale no sólo para los feligreses, sino
también para miembros intelectuales de la sociedad que no comprometen
orgánicamente su trabajo, divorcian la teoría de la práctica y creen que el
desarrollo científico y técnico favorece indistintamente a todos los estratos
sociales.
La filosofía
religiosa, tanto en el sentido laico como en el sentido de la feligresía,
enseña la irresponsabilidad individual, la resignación y el amor al prójimo
(los hombres son iguales por razones biológicas porque "todos somos hijos
de Dios", mas no porque tengamos voluntad independiente y responsabilidad
social e histórica).
El papel
regresivo de la Iglesia en la estructura ideológica es más penetrante cuando se
trata de la religión católica, teniendo en cuenta los esfuerzos de su
organización para homogeneizar toda la masa religiosa: prelados y feligreses se
articulan eficientemente en la sociedad civil mediante las instituciones
escolares, económicas, culturales, etc., que la Iglesia domina aún en tiempos
modernos. Sin embargo, dada la rigidez de sus anunciados de fe y su connivencia
con la tradición conservadora, puede suscitar divisiones internas reflejadas en
teologías alternativas, cuyos efectos sobre la conciencia de liberación de las
masas en un país católico no deben ser despreciados (pensemos en la
"Teología de la Liberación"). Por el contrario la religión
protestante, dado que admite en la práctica de la producción cultural y en las
costumbres sociales e individuales ciertas síntesis de lo religioso y lo laico,
no aparece tan regresiva, se imbrica en la sociedad civil no sólo
eficientemente sino como garante de la hegemonía ideológica por parte de la
clase dirigente.
El papel
regresivo de la Iglesia en la estructura ideológica es más penetrante cuando se
trata de la religión católica, teniendo en cuenta los esfuerzos de su
organización para homogeneizar toda la masa religiosa: prelados y feligreses se
articulan eficientemente en la sociedad civil mediante las instituciones
escolares, económicas, culturales.
La organización
escolar cumple la función ideológica más precisa de racionalizar y jerarquizar
el trabajo intelectual a nivel institucional, "ya sea que esté bajo el
control del Estado o bien de organismos privados... esta vez bajo el control de
la Universidad y de la Academia (esta última en la medida que ejerce una
función nacional de alta cultura, especialmente como depositaría de la lengua
nacional y por lo tanto de una concepción del mundo)"[10]. Por esto, la
función del sistema educativo no se reduce a la calificación de la mano de obra
requerida para la reproducción económica, sino que además
"concientiza" a los individuos sobre la legitimidad de la
superestructura, haciendo creer que los intereses de la clase dominante no
riñen con los intereses de la sociedad en general; que el statu quo es natural,
racional y justo; y que las contradicciones sociales se pueden resolver dentro
del marco institucional, porque el Estado es un administrador del bienestar
general y un regulador de los conflictos individuales sin defender intereses de
clase particulares.
La función
del sistema educativo no se reduce a la calificación de la mano de obra
requerida para la reproducción económica, sino que además
"concientiza" a los individuos sobre la legitimidad de la superestructura,
haciendo creer que los intereses de la clase dominante no riñen con los
intereses de la sociedad en general.
No obstante,
los profesores como intelectuales en función y los estudiantes como aprendices
de intelectuales que provengan de clases subalternas deben constatar más
conscientemente que así como enseñan o aprenden una concepción del mundo ajena
a sus intereses de clase, pueden difundir una concepción del mundo alternativa
y vincular orgánicamente su trabajo intelectual con su clase, contribuyendo a
la formación de conciencia política en el seno del pueblo. Esto no significa
ideologismo o proselitismo en la actividad académica. Significa que el
conocimiento científico y la discusión racional son los medios directos de
traspasar el sentido común, las pretorías y los prejuicios tradicionales que
explican la cotidianidad física y social de los individuos. Así, en la
actividad académica se puede cultivar una concepción del mundo, que por ser más
científica puede ser más liberadora, si se acepta que todo acto de la vida es
político y, por lo tanto, generador de influencia.
El
conocimiento científico y la discusión racional son los medios directos de
traspasar el sentido común, las preteorías y los prejuicios tradicionales que
explican la cotidianidad física y social de los individuos.
En este
lugar quisiera mencionar una opinión estudiantil sobre los estudiantes y su
compromiso. Según ésta, los estudiantes hacen parte de la intelectualidad pero
no ejercen las funciones del intelectual, dado que no están sujetos a vínculos
económico-corporativos que condicionen su actividad, lo cual permite que el
estudiante asuma el estudio como un compromiso riguroso consigo mismo, no
adscrito, de tal modo que su vínculo potencial con una clase supere el carácter
puramente reivindicativo: "más que una 'fuerza democrática', más que un
gremio que lucha por sus reivindicaciones, el estudiantado es un sector
sensible de la intelectualidad, pero que no tiene la función de la
intelectualidad, o sea, no tiene previamente (a priori) establecido un
compromiso con la 'estructura social', con las clases dominantes o con los
sectores explotados: no tiene la función de organizar a los hombres a través de
las ideas. Y sin embargo su potencialidad, su orientación, es precisamente su
compromiso"[11].
Finalmente,
la prensa (los medio de comunicación) es una institución de la sociedad civil
muy dinámica y con un campo de acción muy amplio: la "opinión
pública". La prensa difunde la ideología dominante de corte
"civilista" y "democrático", por lo cual, el alcance de su
influencia mide aproximadamente el grado de hegemonía de la clase dirigente.
"Como la organización escolar, la prensa y las editoriales cumplen un
papel fundamental, puesto que son las únicas que abarcan todo el campo de la
ideología (libros y revistas científicas, políticas, literarias, etc.) y todos
sus niveles (libros y periódicos para las élites, de vulgarización,
populares...)"[12].
Ahora bien,
las organizaciones que difunden la ideología utilizan instrumentos de
comunicación que constituyen su "material ideológico". Estos son
básicamente: los medios audiovisuales, los medios escritos y hasta la
arquitectura.
La prensa
difunde la ideología dominante de corte "civilista" y
"democrático", por lo cual, el alcance de su influencia mide
aproximadamente el grado de hegemonía de la clase dirigente.
2. La
Sociedad Política
Gramsci
define sociedad política como la parte de la superestructura que ejerce la
función de dominación mediante sus aparatos jurídicos y político-militares del
Estado. En esto coincide con Lenin, quien concibe el Estado como "el
producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones
de clase"[13], lo cual implica dominación de una clase por otra, mediante
la coerción con el fin de conservar el orden establecido. Sin embargo, Gramsci
supera el instrumentalismo [14] implícito en la concepción leninista, o sea, la
suposición de que el Estado es un aparato neutral utilizable por cualquier
clase dominante.
Para
Gramsci, el poder político no consiste simplemente en dominación, sino también
en dirección; es decir, combina la coerción y el consenso cuya naturaleza
depende de la concepción del mundo dominante históricamente dada. Por
consiguiente, el carácter de lo político militar es connatural al carácter de
la dirección económica e ideológica que ejerce una clase sobre la sociedad.
El poder
político no consiste simplemente en dominación, sino también en dirección; es
decir, combina la coerción y el consenso cuya naturaleza depende de la
concepción del mundo dominante históricamente dada.
Según esto,
si la sociedad política es autónoma frente a la sociedad civil, el
"gobierno político" corresponderá a una dictadura, mientras que si la
sociedad política depende de la sociedad civil, corresponderá a un régimen
democrático, pues éste refleja una sociedad civil fuerte y por consiguiente
hegemónica. En tiempos normales la coerción será eminentemente legal, mientras
que en tiempos de crisis privará la violencia militar. Burócratas y militares
son, pues, funcionarios de la sociedad política. Pero también defienden
intereses económico-corporativos. De ahí que en ciertas situaciones surja el
"poder dual": puede ser que la clase dominante no controle
directamente el Estado pero éste sigue siendo aparato de dominación; o puede
ser que el aparato del Estado no sea efectivo en la represión y entonces
surjan, por ejemplo, organismos paramilitares que amparan los intereses
económico-corporativos de las diferentes facciones de la clase dominante. Más
aún cuando la crisis se presenta en un país con un proyecto nacional
inconcluso, o donde las clases sociales no tienen perspectiva nacional y que,
por lo tanto, la adscripción y los intereses corporativos determinan una rapiña
violenta por el poder, tal como lo ejemplifica nuestro país.
Es necesario
insistir sobre la relación entre la sociedad civil y la sociedad política,
porque cada una de éstas son "momentos de la superestructura"; o sea,
que son la unidad dialéctica que constituyen la superestructura del bloque
histórico. El par dialéctico de esta unidad se puede definir de dos maneras:
coerción-consenso y/o dirección-dominación.
Así, ninguna
sociedad se basa exclusivamente en la dirección-consenso, porque sería ignorar
la lucha de clases; pero tampoco se sustenta sólo en la dominación-coerción,
pues significaría que el bloque histórico vive en crisis permanente.
Puede ser
que la clase dominante no controle directamente el Estado pero éste sigue siendo aparato de dominación; o
puede ser que el aparato del Estado no sea efectivo en la represión y entonces
surjan, por ejemplo, organismos paramilitares que amparan los intereses
económico-corporativos de las diferentes facciones de la clase dominante.
2.1. El
Estado
Arribamos
pues, al concepto de Estado. Este agrupa toda la superestructura del bloque histórico
así: "sociedad civil + sociedad política =Estado"[15]. Los dos
momentos se articulan, y los intelectuales homogeneizan el bloque histórico en
aras de la hegemonía de toda la sociedad: "el Estado aparece, entonces,
más allá de la diversidad de organizaciones que lo componen y de la dualidad de
las funciones de dirección por cuyo intermedio asegura la hegemonía de la clase
fundamental, como el conjunto de la actividad de ese grupo social particular
que constituye la capa de los intelectuales. La distinción en el seno de la
superestructura debe referirse más a la oposición entre la función de hegemonía
—ideológica— y la función de dominación —política— que a la oposición,
secundaria, entre tal o cual organización [16]
Ninguna
sociedad se basa exclusivamente en la dirección-consenso, porque sería ignorar
la lucha de clases; pero tampoco se sustenta sólo en la dominación-coerción,
pues significaría que el bloque histórico vive en crisis permanente.
3. La
Relación entre Estructura y Superestructura
La elucidación
de esta relación define más claramente el bloque histórico. Igual que el
marxismo clásico, Gramsci dice que la estructura está constituida por la base
material de la sociedad. Esta impone límites al movimiento superestructural, en
el sentido de que la organicidad del vínculo estructura-superestructura
consiste en que los elementos y la evolución de la última, en cualquier
sociedad, corresponde a un grado determinado del desarrollo de las fuerzas
productivas (por tanto, que el surgimiento de una nueva sociedad sólo es
posible si sus condiciones y sus relaciones han germinado en el seno de la
sociedad antigua). Pero dicha evolución también es obra de los
"administradores de la superestructura". Esto es el bloque histórico:
"la estructura y las superestructuras forman un 'bloque histórico', o sea,
que el conjunto complejo, contradictorio y discorde de las superestructuras, es
el reflejo del conjunto de las relaciones sociales de producción"[17].
Ahora bien,
el desarrollo de la estructura sólo puede ser analizado históricamente (el
método de la economía es histórico-deductivo). Así, el análisis de la
estructura es estático con respecto al análisis de la superestructura, que
puede mostrar la dinámica instantánea del bloque histórico. Por eso, en Gramsci
"el interés del análisis reside fundamentalmente en el estudio concreto de
la estructura que toda empresa política exige"[18]. En otras palabras, el
estudio de la superestructura analiza indirectamente la estructura. Esta es la
función del concepto bloque histórico.
Más
precisamente, un bloque histórico será tal si se ajusta a las condiciones
orgánicas que impone la estructura socioeconómica. He aquí la índole de un
movimiento superestructural orgánico y de los intelectuales orgánicos. Los
movimientos superestructurales que no exhiban la calidad expuesta, no serán
orgánicos. Por ejemplo: los movimientos puramente coyunturales o de corta
duración; los errores de cálculo político de los dirigentes, reflejados en
crisis parlamentarias o ministeriales; las reestructuraciones internas en los
organismos de poder que reflejan luchas intersectoriales de la clase dirigente;
y las ideologías "arbitrarias" que "no crean más que
'movimientos' individuales, polémicas, etc."[19]. Sin embargo, en coyunturas
importantes alguno de estos movimientos podrá poner en peligro la hegemonía de
la clase dirigente. El resultado dependerá de todos modos del carácter
permanente del bloque histórico.
Concluyendo
esta parte, tenemos que el aporte fundamental de Gramsci no consiste en la
distinción estructura-superestructura, sino en el vínculo orgánico entre ellas.
Y es fundamental por su gran utilidad en el análisis y la actividad políticos.
En efecto, negar la primacía de la estructura o de la superestructura,
afirmando la unidad dialéctica de ellas, evita los errores del economicismo y
del ideologismo.
El primero,
de estirpe mecanicista, proviene de atribuir primacía a la estructura,
privilegiando la lucha económico-corporativa, y condenando a la pasividad
política a las clases subalternas. El segundo, de estirpe idealista, desprecia
la estructura, privilegiando la superestructura, en la creencia de que la
historia es sólo ético-política y no depende de condiciones objetivas.
Respectivamente, estas posiciones derivan en puro sindicalismo y en oportunismo
como líneas de acción política. En consecuencia, una línea correcta de acción
política consistiría en comprender que la política sólo es tal si la vocación
de poder se sustenta en las condiciones objetivas, pero que garantice la
retroalimentación de la práctica por la teoría; o, dicho de otro modo, que progresivamente
la lucha económica se transforme en lucha política.
El aporte
fundamental de Gramsci no consiste en la distinción estructura-superestructura,
sino en el vínculo orgánico entre ellas.
IV. LA
HEGEMONÍA
El concepto
de bloque histórico confiere al concepto de hegemonía un significado novedoso.
Según Portelli, Gramsci acoge el legado leninista en cuanto el carácter de
clase, el papel de las alianzas y las relaciones de fuerza, como elementos de
análisis de la hegemonía; pero innova con respecto a Lenin, en cuanto al
aspecto de dirección cultural-ideológica de la hegemonía.
La
importancia que en el pensamiento gramsciano tiene la sociedad civil implica la
relevancia de la difusión de una concepción del mundo (ideología) en la
sociedad por parte de la clase dirigente. A las clases "auxiliares" o
"aliadas", tal difusión se dará por adhesión, mientras que las clases
subalternas serán absorbidas mediante la atracción de sus intelectuales, con la
formación de un "sistema de solidaridad entre todos los intelectuales, con
vínculos de orden psicológico (vanidad, etc.) y a menudo de casta
(técnico-jurídicos, corporativos, etc.)"[20]. De esta manera se conforma
un bloque ideológico cuya fuerza depende del grado de hegemonía de la clase
dirigente. La disgregación de dicho bloque ideológico provocará la preeminencia
de la coacción progresiva hasta llegar a la dictadura. Según esto,
esquemáticamente, es identificable sociedad civil fuerte, democracia y
hegemonía frente a sociedad política preponderante, dictadura y dominación.
La
importancia que en el pensamiento gramsciano tiene la sociedad civil implica la
relevancia de la difusión de una concepción del mundo (ideología) en la
sociedad por parte de la clase dirigente.
Con todo, en
la realidad, la relación entre dictadura y hegemonía no es tan esquemática.
Cuando un bloque histórico se ha consolidado con base en una sociedad civil
fuerte, la clase dirigente logra cierto consenso en las clases subalternas, y
éstas han apoyado el cambio, los periodos dictatoriales son transitorios y
señalan el surgimiento de otro período hegemónico más estable y duradero. Este
es el caso de Francia (revolución burguesa-absolutismo napoleónico-república).
Pero cuando un bloque histórico se consolida con base en el control del aparato
estatal, sin que la clase dirigente se haya apoyado en las clases subalternas,
y se haya comprometido con ellas, la dictadura puede ser permanente y refleja
cierta asociación de hegemonía con dictadura. En este caso, los intelectuales
de las clases subalternas serán radical mente separados de ellas, los frutos
del desarrollo económico se restringirán abruptamente a los grupos
económico-corporativos tradicionales y las tímidas transformaciones sociales
harán variar poco las instituciones y mecanismos de participación política.
Estos procesos son caracterizados por Gramsci como "transformismo".
Nuestro país es un ejemplo.
Para
terminar, la irrupción de un nuevo bloque histórico requerirá no sólo de la
ruptura de la estructura con respecto a la superestructura, sino también de la
consolidación de un nuevo bloque ideológico, de una nueva hegemonía.
Cuando un
bloque histórico se ha consolidado con base en una sociedad civil fuerte, la
clase dirigente logra cierto consenso en las clases subalternas, y éstas han apoyado
el cambio, los períodos dictatoriales son transitorios y señalan el surgimiento
de otro período hegemónico más estable y duradero. Pero cuando un bloque
histórico se consolida con base en el control del aparato estatal, sin que la
clase dirigente se haya apoyado en las clases subalternas, y se haya
comprometido con ellas, la dictadura puede ser permanente y refleja cierta
asociación de hegemonía con dictadura.
Bloque
histórico dominante y perciban el nuevo bloque histórico, la crisis orgánica sí
podrá resolverse en una revolución. Decididamente, el surgimiento y la
dirección de un nuevo bloque histórico están precedidos de la escisión, por
parte de la clase subalterna fundamental, del sistema hegemónico dominante, en
el mismo seno de la sociedad que se quiere cambiar. Subvertir el orden
establecido y crear uno nuevo a través de conciencia ideológica y organización
política son los dos aspectos de un proceso revolucionario.
Decididamente,
el surgimiento y la dirección de un nuevo bloque histórico están precedidos de
la escisión, por parte de la clase subalterna fundamental, del sistema
hegemónico dominante, en el mismo seno de la sociedad que se quiere cambiar.
Subvertir el orden establecido y crear uno nuevo a través de conciencia
ideológica y organización política son los dos aspectos de un proceso
revolucionario.
BIBLIOGRAFÍA
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[*]
Economista Universidad Nacional de Colombia
[1] Antonio
Gramsci. "El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto
Croce", Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1971, p. 12.
[2]
Ib¡d,p.27.
[3] Ibid,
p.31.
[4] Ibid.p.
11.
[5] Ibid.p.
16.
[6] Cfr,
Luciano Gallino, "Gramsci y las ciencias sociales", Córdoba,
Cuadernos de Pasado y Presente, No. 19, 1970.
[7] Antonio
Gramsci, op. cit.,p. 17.
[8] Ibid,
p.21.
[9] Hugues
Portelli, "Gramsci y el bloque histórico", México, Editorial Siglo
XXI, 1987, p. 23.
[10] Ibid,
p.24.
11]
Periódico "Isitome", "Estudiantes y pueblo. Un comentario basado
en Gramsci". Ponencia presentada al Seminario Nacional de Historia del
Movimiento Estudiantil de Colombia, Bogotá, 1988, p. 4.
[12] Huges
Portelli, op. cit.,p. 24.
[13] V. I.
Lenin, "El Estado y la revolución", Pekín, Ediciones en Lenguas
extranjeras, 1874, p. 7.
[14] Bob
Jessop, "Teorías recientes sobre el Estado capitalista", en "La
crítica marxista del Estado capitalista: del Estado-instrumento a la
forma-Estado", Bogotá, CINEP, 1980, p. 25.
[15] Huges
Portelli, op. cit.,p. 39.
[16] Ibid.p.
35.
[17] Antonio
Gramsci, op. cit.,p. 46.
[18] Huges
Portelli, op. cit.,p. 46.
[19] Gramsci
citado por Portelli, op. cit.,p. 52.
[20] Gramsci
citado por Portelli, Ibid.,p. 71.
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