Mérida,
febrero, 2017.
Crónica
de un calvario:
El
día 13 de febrero me acerqué a la sede de Fundafarmacia ( red de
farmacias sociales) con el fin de investigar y corroborar una
información de un allegado que me notificó de una supuesta
irregularidad en la oferta de medicamentos en este establecimiento.
La denuncia consistía en que, al parecer un medicamento que esta
persona necesitaba aparecía en la data del portal web de la cadena
farmacéutica que es subsidiada por el Estado venezolano, pero que al
ir a solicitarla, el personal negaba tenerla en el inventario; además
de esto me aprestaba a investigar la delicada denuncia de varias
personas que contacté, las mismas me participaron que a ciertas
horas especificas, unas personas fuera del establecimiento recibían
unas bolsas con lo que parecía ser una importante cantidad de
insumos médicos, cosa por demás sospechosa. A eso de las dos y
media de la tarde ingresé a la casa farmacéutica y solicité el
medicamento que me había indicado el compañero para comprobar su
disponibilidad, ya que efectivamente en el portal web aparecía en
existencia, Tal cual me describió la fuente, el personal me notificó
que no tenían en existencia el medicamento. Salí de la farmacia y
con el objetivo de comprobar por mi mismo la historia sobre las
supuestas personas que recibían al parecer de forma clandestina los
paquetes sospechosos todos los días a eso de las 3 de la tarde, me
senté muy cerca de la farmacia a esperar cual detective, cuando de
repente recibí una llamada que sin saberlo, me iba a obligar a vivir
en carne propia el calvario del guiso de los medicamentos en
Venezuela. Esta es la crónica vivida por mí y que relato con
conocimiento de causa.
La
llamada era de mi esposa, que a la sazón estaba realizándose una
ecografía ya que contaba con 9 semanas de embarazo “El
bebé sufrió un infarto dentro del útero y no tiene signos
vitales…”
Me trasladé de inmediato al Centro Obstétrico (postergando de
inmediato la investigación a la que me avocaba). No voy a relatar el
impacto emocional y el dolor que nos causó esta noticia inesperada,
ya que, los que han vivido esta situación saben lo que se siente, y
los que no, se la imaginan. El informe de la especialista rezaba así:
CONCLUSIÓN:
Embrión muerto retenido de 9 semanas.
CAUSA:
Ausencia de cuerpo lúteo gestacional en ovarios.
Se
sugiere evacuación uterina realizada por especialistas.
Allí
comenzó la Odisea. De inmediato nos dirigimos con el informe médico
a la sede del Seguro Social (I.V.S.S) ubicado en la AV. Las Américas;
después de esperar aproximadamente una hora en la sala de
emergencias, muy amablemente nos atendieron y sometieron a mi esposa
a una revisión. Nos notificaron que para realizarle la intervención
era necesario una cantidad de exámenes, una serie de insumos y
principalmente un medicamento especial de nombre Misoprostol
o en su ausencia Cytotec
(que se encargan de dilatar el cuello uterino y generar contracciones
en el útero para generar la expulsión del feto), y que debíamos
obtenerlo lo más rápido posible ya que el feto llevaba varios días
fallecido dentro del vientre y eso podía ser peligroso para la salud
de mi esposa, también nos dijeron que no podían dejarla en
observación ya que no había camas disponibles, y nos sugirieron
visitar otros centros asistenciales públicos “a ver si teníamos
suerte”. Lo primero que hicimos fue preguntar, informe en mano en
el laboratorio del seguro social si estaban los reactivos disponibles
para los exámenes pertinentes, la respuesta fue negativa; luego nos
trasladamos al Hospital Universitario HULA en la Avenida 16 de
Septiembre, la respuesta fue igual, no hay medicamentos, ni
reactivos, ni camas.
Con
la zozobra característica de quien atraviesa por estas situaciones y
la esperanza de pasar lo más rápido posible por este penoso
momento, envié a mi esposa a que intentara recibir atención en
distintos centros asistenciales, mientras yo me avocaba a buscar los
insumos y, en especial, el medicamento necesario para realizar la
intervención. La respuesta luego de prolongadas esperas en todos los
centros de atención médica fue idéntica, CAMIULA, Hospital Sor
Juana Inés de la Cruz y Maternidad de Ejido “no
hay insumos, ni camas
disponibles!”
Yo por mi parte recorrí todas las farmacias de la ciudad que me dio
tiempo de visitar ya que para ese momento era tarde en la noche, sin
suerte, nuevamente la respuesta que escuchaba una y otra vez era la
misma; palabras más palabras menos, los trabajadores de las
farmacias me informaban que ese medicamento estaba agotado en
Venezuela, una de las personas que atendía me dijo que el
medicamento lo fabricaba Laboratorios Pfizer y hace tiempo que no
llegaba. De nueve farmacias que visité, en cuatro de ellas me
dijeron algo que me hizo sentir consternado; luego de darme la
negativa de la existencia del medicamento cada uno de los
trabajadores como si de una puesta en escena ensayada por ellos al
unísono se tratase, me llamaron aparte y me dijeron en voz baja que
sabían de alguien que vendía las pastillas por fuera otro precio y
que si quería me daban el número de teléfono, las dos primeras
personas que me dieron esa alternativa les respondí con un ¡NO
GRACIAS! Que mostraba una mezcla de desprecio e indignación por la
situación. Luego, a las otras dos personas que hicieron lo mismo les
acepté el número que me ofrecían, no sin sentir rabia y esperando
no tener que llegar a eso. Frustrados y cansados nos dirigimos a
nuestro hogar a descansar esperando tener suerte a la mañana
siguiente.
Por
recomendación de un familiar llamé al -0800 farmacia-, esperando
obtener información de donde podía ubicar el medicamento. El
operador que me atendió, fue muy paciente y cordial, me dijo que el
medicamento se podía encontrar en las redes de farmacias Farmabien;
me trasladé hasta las dos sucursales que hay en la ciudad; la
respuesta… Negativa, al decirles que cuando llamé me remitieron a
esas farmacias me dijeron que buscara en la pagina web de la farmacia
para que corroborara que efectivamente no tenían al medicamento.
Pero cosa curiosa, una de las muchas personas de nuestra familia y
amigos que estaba buscando por cielo y tierra el medicamento, pudo
contactar a una persona que laboraba en esta farmacia y que le dio la
siguiente información “ese
medicamento si llega pero el dueño no lo saca a la venta porque por
fuera lo puede vender mucho más caro”,
sin poder corroborar esta información y sin tiempo para hacerlo,
seguí buscando en otras farmacias. Recorrí más de 25, la respuesta
ya se la pueden imaginar.
Cabe
destacar que el precio que me dieron de las venditas pastillas estaba
entre 800 y 1500 bsf el blíster o frasco dependiendo de la
presentación, y el médico nos había pedido 6 pastillas, cansado,
desilusionado y asombrado de que en no menos de 10 establecimientos
me ofrecieran el número de teléfono de alguien que aseguraban tenía
las pastillas, y con el tiempo que apremiaba, decidí llamar a varios
de ellos; mi sorpresa fue que todos nuevamente esbozaban más o menos
el mismo discurso: “
las pastillas no las tengo yo, son de un primo.. Una prima, un amigo,
un conocido, las vende individuales…” algunos
me dijeron que las pastillas estaban fuera del blíster o empaque, y
su precio oscilaba entre los 20 y 25 mil bsf. Es decir que debía
contar al menos con 120 mil bsf, para compras unas pastillas de
dudosa procedencia que en las farmacias debían tener un precio no
mayor a los 1500bsf. Con miedo, indignación, rabia y mucha
preocupación, luego de conseguir prestado el dinero, decidimos
arriesgarnos en razón de la necesidad del momento a tranzar cual
compradores de drogas ilícitas para obtener del medicamento,
llegando a un kiosco de revista del centro de la ciudad con efectivo
en mano, identificándome y preguntando por la persona que debía
tener las pastillas, arriesgando a que me timaran o me robaran, pero
aún peor, con el riesgo de que las pastillas no fueran verdaderas y
causarle un daño mayor a mi esposa.
En
resumen las pastillas resultaron ser las que pedían, a mi esposa no
la pudieron atender en el centro asistencial y la mandaron a
provocarse el aborto en su casa, y luego a regresar para el curetaje
o legrado, y gracias a la providencia logramos salir bien de esta
odisea.
Conclusiones:
La situación actual de escases en rubros como los medicamentos en
nuestro país más allá de la responsabilidad que tiene el Estado y
la dinámica económica actual, tiene mucho que ver con el modo
antiético que hemos adoptado los venezolanos para palear la
coyuntura económica. El guiso, la viveza, el vivalapepismo, el
amiguismo, el hacerse la vista gorda etc. Se ha enquistado en nuestra
sociedad como antivalores, creando un círculo vicioso que obliga de
una u otra manera a los ciudadanos a navegar entre esas aguas o a
morir ahogado en ellas. Cuando mi esposa se trasladó a la maternidad
de Ejido había una mujer joven de unos 24 años de edad con dos
hijos a cuesta pasando por la misma situación que nosotros, con el
agravante de que tenía mas de una semana con el niño muerto en su
vientre, se veía desesperada y a todas luces de muy bajos recursos,
en la maternidad no le dieron respuesta, ni la remitieron a ningún
otro centro de asistencia, en sus ojos se veía la desesperanza del
no saber que hacer. Quien sabe que sería de esa muchacha. Cuando nos
dijeron en el Seguro Social que no había reactivos, mi esposa
contactó a un familiar que trabaja en el laboratorio y por medio de
ella le pudieron hacer los exámenes, eso quiere decir que los
reactivos sí están, pero que los tienen destinados a ciertas
personas no sé con que criterios (todos podemos imaginar cuales), de
esta manera nos vimos inmersos y fuimos cómplices de situaciones
irregulares, el amiguismo, la compra ilícita de medicamentos
delicados que sólo deben ser obtenidos en centros especializados y
con un récipe especial. Yo me pregunto ¿Son estos antivalores que
sin duda alguna pululan en nuestra cotidianidad parte intrínseca de
nosotros como cultura?, ¿Nos define? O por el contrario ¿La
identidad del ser venezolano (todavía en constante formación) es
aquella que le hace un tímido frente? Saquen ustedes sus propias
conclusiones.
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