martes, 15 de agosto de 2017

Más allá de nuestra fragmentación, hacia el re-encuentro con nuestro ser comunitario, y la constitución del ser de liberación nuestro-americano. Carlos García.









Educar es más difícil que enseñar, porque para enseñar usted necesita saber, pero para educar se precisa ser
Paulo Freire.






Vale la pena, para comenzar este tramo reflexivo, asumir un principio que nos parece importante tenerlo en cuenta, y es que toda reflexión tiene sentido si quien escribe o reflexiona se pone en situación de lo reflexionado, es decir, si nos miramos como parte del problema o más pertinente aún, si el problema lo pasamos por el cuerpo, si lo vivimos en carne viva, sólo así podremos luego, ser parte de su solución. Comencemos:

Nuestra realidad está construida sobre el piso de la modernidad-capitalista, realidad que en estos tiempos bajo el nombre de neo-liberalismo nos constituye como sujetos pertinentes a ésa forma de ser y estar en el mundo, es decir, seres cuya forma de vínculo con el mundo es la instrumentalización, el descomprometimiento y la fragmentación. Nos constituimos así porque somos el producto objetivo de la subjetividad de la modernidad, del capital.[1]

Jorge Alemán, recordando a Lacan[2], nos habla sobre los estragos que ha engendrado el discurso del capitalismo en los últimos años. Nos muestra cómo es que este discurso que habla de la libertad (libertad individual, de no tener ataduras), engendra seres que en su acentuación en la individualidad van desdibujándose como personas para convertirse en consumidores cuyas vidas van perdiendo sentido en un presentismo instantáneo que termina ahogándose en un hedonismo vacío.

Nos parece importante apuntar aquí, que lo que constituye al sujeto moderno, aquel parido por el neo-liberalismo como hedonista e instantáneo, es el pertinente al modelo urbano, el habitante de la ciudad, que en pocas palabras es producido y reproduce la subjetividad del burgués, la cual ha sido impuesta como “universal” mediante prácticas sociales que se han naturalizado desde hace décadas y cuyos discursos, formas de ser y estar en el mundo son vividas como nuestras. La ciencia, la técnica, la filosofía y las formas de producir la vida de la modernidad, son ideologías que se han naturalizado de modo que estando inmersos no podemos ver sus contradicciones y sus estragos, porque el discurso de la modernidad se ha impuesto como condición ontológica de todo ser humano.[3]

De modo que cuando emerge la contradicción en la vida personal de cada quien nos encontramos escasos de posibilidad en comprender por qué nos pasa lo que nos pasa.

El ser humano concebido por la modernidad-capitalista es un ser humano que se piensa solo y usa a los demás como instrumento. El otro, la otredad aparece como un obstáculo para este sujeto porque significa impedimento para “ejercer” su libertad, su independencia. Por eso lo obvia o lo niega.

Esta libertad o independencia concebida desde la modernidad, puede conllevar como ha sucedido desde 1492 a la conformación de una subjetividad de la conquista, de supresión del otro para satisfacer la necesidad de reconocimiento, que al no poder ser reconocido desde el diálogo y la otredad, opta por constituir un yo tan potente que es conquistador. Es decir: forja el Ego Conquiro. Los arquetipos o referentes del héroe solitario que emprende aventuras es el signo de esta narrativa conquistadora que se torna imperial. Por eso hablamos de conquistar la libertad, de conquistar una montaña, de conquistar una medalla, de conquistar una mujer u hombre. La conquista como forma de vincularnos asume al otro como objeto suplementario[4].

Ahora, en nuestra vida cotidiana reproducimos en mayor o menor medida al ser de la modernidad que sabemos es descomprometido y egoísta. La pregunta que nos hacemos desde este lugar es ¿cómo modificar esta realidad? Sabemos que dentro de la modernidad no podemos solucionar un problema que a todas luces es de fondo, es ontológico. Bajo esta concepción del mundo apelamos al solitas: cualidad de estar sin nadie más, o, a estar sobre otros y ser acríticos reproductores ajustados a la modernidad-capitalista. La modernidad es un mito impuesto que se ha naturalizado, y que nos ha conducido hacia una atomización y repliegue en las relaciones hasta el punto de empobrecer nuestra comunicación. Ya en lo andado de este siglo, podemos ir dando cuenta que no hay integración comunitaria de los seres humanos, sino aglutinamiento de soledades, una congregación de elementos cuyos encuentros o prácticas empobrecidas no tienen futuro. Hacemos el simulacro de juntarnos, pero no nos comprometemos. La forma de vida edificada desde la ciudad, es afín desde su praxis, a un conglomerado de objetos pasivos que se acerca más a la teoría de conjuntos planteada por la matemática que a la noción de comunidad.[5]

La actitud necesaria para poder dar cuenta de otro mundo y sus prácticas como respuesta a la pregunta anterior, pasa por reconocer en primera instancia nuestra condición actual para luego iniciar las transformaciones desde lo más íntimo de cada uno, que partiendo desde un vínculo crítico amoroso dispuesto al cambio, podemos construir otro mundo desde nuestras relaciones más íntimas junto con el otro[6] para ir constituyendo al ser comunitario.

Es así que creemos y estamos seguros que hay otras maneras desde las cuales podemos construir nuevo mundo, que partiendo desde otros lugares de enunciación y desde otros mitos, nos muestran prácticas concretas que son esperanza de que podemos ser distintos en nuestra humanidad, veamos:

Si la concepción del humano bajo la égida de la modernidad es el ego conquiro, la soledad y la instrumentación, podemos entonces decir que su contracara es un nos-otros basado en la comunicación, la comunión y la solidaridad que dan a luz a la comunidad como otro modo de producir la vida.

Para otros pueblos, los mitos constitutivos parten de la relación recíproca entre los seres humanos y la naturaleza, en la necesidad de estar en con-junto para hacer el mundo, distinto al mito de la modernidad en el que el mundo, el otro, es instrumento o cosa a ser explotado.

Para el pueblo otavaleño, Kichwa, el otro, es una dualidad complementaria e interdependiente, estos son aspectos presentes en su mitología que permiten asumir la vida toda como una crianza y como un cuidado.[7] Es decir, desde la dualidad, desde lo distinto en con-junto se construye y se cría la vida. Lo distinto se comunica para dar parto a lo nuevo, y la comunidad que es la conjunción de los distintos complementarios aparece como necesaria para producir la vida. Sin estas dualidades complementarias no habría ni familia, ni comunidad, ni cosmos.[8]  

Nos comenta Wankar Ariruma Kowii Maldonado que en los principios del Sumak Kawsay las personas somos como las plantas y la siembra que requieren del cuidado para que den sus frutos. El nuevo ser humano que adviene al mundo es como la protéica semilla que emerge de la fértil tierra para que reproduzca la vida, es decir, para que dé sus frutos si le hemos cuidado bien.[9]

La comunidad, es decir el Ayllu[10] para este pueblo andino, es la constitución de espacio-tiempo en el que están presentes la pareja desde la dualidad en conjunción para que la vida se entrame. Los lugares, los ancestros, los astros, el pasado, el presente y el futuro son importantes en la constitución de la comunidad, es decir, la comunidad no es un conjunto de objetos que se aglomeran, como lo es la teoría de los conjuntos matemáticos. La comunidad es la conjunción de la vida en su complementariedad que respetándose garantiza la continuidad de la misma y que en su práctica está pensando en las generaciones por venir, es una práctica que supera el hedonismo del presente, característico de la sociedad occidental.

Para Fernándo Huanacuni Mamani el mundo occidental está enfermo, está en desiquilibrio[11]; la dualidad no se complementa sino que se rechaza, se incomunica, se fragmenta la comunidad, la familia y la pareja. Por eso dice que aparecen relaciones desechables, no sostenibles en el tiempo y por consiguiente decimos nosotros, desaparece la comunidad, se desintegra[12].

Otro aspecto pertinente y que creemos necesario en la constitución del ser comunitario y por consiguiente, de liberación nuestro-americano[13] es el reconocimiento de la dependencia y la vulnerabilidad como condiciones necesarias para que el cuidado y la solidaridad tengan razón de ser como práctica. Las condiciones de la vida son extremadamente vulnerables, la vida es un fenómeno tan vulnerable que si hay más grados de temperatura o menos de los que la tierra posee por su distancia al sol, la vida no podría ser, no se podría manifestar. Por ello la comunidad y las relaciones son un delgado hilo que pende del cuidado de los otros para que pueda ser.

Para Alasdair McIntyre, lo comunitario es asumirse como un ser dependiente que necesita de la existencia del otro y que entre las relaciones con los otros seamos capaces de recibir lo que necesitamos y dar lo que el otro necesita. A esta condición o virtud, es lo que él llama constituirse como un razonador práctico independiente. Es una suerte de madurez psicológica y vital en que la independencia es la co-responsabilidad con los otros. Es decir, la comunidad es posible si nos asumimos como necesarios e interdependientes.

Así como para el mundo andino está el Sumak Kawsay o el Sumak Qamaña, para la nación Lakota, del norte del continente, aparece la relación comunitaria justa con la palabra Wancantognaka[14] que designa el mismo principio para que la comunidad sea, es decir, el principio de reciprocidad.

De modo que en el camino a ser comunitarios e inter-dependientes debemos asumir nuestra condición de dependencia, vulnerabilidad y cuidado como virtudes y no como desgracia.

Para cerrar esta reflexión, decimos que para el mundo occidental, para la modernidad-capitalista, estas nociones son “utópicas” pero, vemos que son prácticas concretas en el día a día de otros pueblos, y también vemos que forman parte de los mitos constitutivos de otros mundos. Para nosotros, los que estamos volcados en transformar nuestra manera de vivir, es pertinente hacer nuestras otras prácticas, es decir, que la palabra se una al gesto en la constitución de un ser de liberación que desde ahora, desde nuestro hacer cotidiano, emule y practique eso tan anhelado para liberarnos del horizonte moderno. Ser comunidad, ser en con-junto al otro es la esperanza de una nueva vida. El ser comunitario de liberación nuestro-americano es un ser que se aprende y se educa con ejemplo, no sólo con palabras. Y es así que a fin de cuentas, toda revolución comienza desde el corazón.


[1]Es decir, la producción no produce solamente productos o mercancías, sino también una humanidad o subjetividad pertinente a ese tipo de producción, que es lo
que en última instancia posibilita la reproducción de esa forma de producción. Así
como la subjetividad burguesa pone una objetividad burguesa, la subjetividad comunitaria pone también una objetividad comunitaria.
” Juan José Bautista. Qué significa Pensar desde América Latina. P.214

[2] Jorge Alemán nos menciona que  según Jaques Lacán, desde la década de 1940 se vaticinaban dos problemas a futuro, el primero era la declinación de la paternalidad por parte del discurso de la ciencia devenida luego en técnica, y el segundo problema es el discurso hegemonizante del capitalismo que tiende a totalizar todos los aspectos de la vida: “Actualmente, después de estas anticipaciones lacanianas, podemos ya revisar el paisaje actual y verificar los diversos estragos del “discurso capitalista”. Nos encontramos con niños malcriados y caprichosos, pero que sin embargo son capturados desde muy temprano por distintos protocolos de evaluación donde serán diagnosticados y examinados en sus competencias, siempre en una lógica segregativa. Hoy en día un niño ya se puede “equivocar” desde muy temprano según el criterio de diversos expertos. Jóvenes que se eternizan como tales en una vida sin “causa” porque ningún legado simbólico los invita a separarse de una apatía de goce solitario y automático. Adultos eternamente jóvenes, o que buscan vivir bajo ese mandato de ser joven a cualquier precio, que compran juguetes-objetos en  una vida de consumidor-consumido. Hombres y mujeres que descubren que su experiencia no ha dejado huella alguna, porque tampoco en sus vidas recibieron un legado simbólico por el que valía la pena luchar. Ancianos hacinados, absolutamente destituidos en su palabra y su experiencia de saber esperando una muerte indigna en instituciones horrendas. Hombres, mujeres y otros sexos asumidos, esperando lo que no llega, porque no llega el trabajo, no llega una verdad que sorprenda y haga que la existencia se divida y no se refugie más en su falsa unidad y no llegan los recursos, mientras a su vez se sienten culpables por envejecer o morir. Hombres que matan a mujeres dominados por la desaparición de su virilidad y asediados por su impotencia en el amor.”  Cfr. Aleman, Jorge “Capitalismo y vida” Pagina 12.com.ar Agosto de 2017; tomado de https://www.pagina12.com.ar/55578-capitalismo-y-vida

[3] Al parecer, según los trabajos realizados por Juan José Bautista, Marx va denunciando cómo la burguesía impone su manera de conocer al mundo, es decir, producir conocimiento como universales: “…en el ámbito de lo que se llama razón, lo propio de ella es el pensar, que es cuando la conciencia descubre no sólo que detrás de todo lo que aparece ante los ojos están siempre los sujetos, sino que detrás del aparecer de todo ser humano siempre está como presupuesto todo un horizonte de creencias, ideologías, mitos, cosmovisiones, utopías, etc., que dan sentido a sus actos y a toda su vida, y que a su vez se ponen como horizonte de cognoscibilidad y de sentido de la realidad que muestra o enseña que en última instancia el sujeto está en relación con el todo de la realidad, aunque a primera vista no lo parezca, es decir, que, en todo acto o acción de cualquier ser humano, lo que está presupuesto siempre es un horizonte cultural o civilizatorio. Sólo cuando descubre esto la conciencia está en condiciones de arribar a lo que se llama ciencia (Wissenschaft), porque sólo entonces está en condiciones de comprender el sentido de los actos y las acciones singulares, grupales, populares, de clase o nacionales. En Marx, esta distinción está plenamente presente, por eso cuando él habla de ciencia en términos positivos, nunca se refiere a la concepción anglosajona de ciencia como Science (que critica como ciencia burguesa, o sea, ideologizada), sino siempre a esta concepción de ciencia como Wissenschaft, de la cual él proviene.” Ibidem Pp. 206-207. Wissenchaft era una de las maneras epistémicas de producir conocimiento por parte de los alemanes, por eso a finales del siglo XIX existían distintos tipos de ciencia, es decir distintas formas de producir conocimiento. No había una ciencia “universal”  Es así que Juan José Bautista nos dice: “Todo este panorama tiene que ver no sólo con la historia moderna, sino también con el tipo de concepción de ciencia social y de filosofía que ella ha producido, es decir, tiene que ver con el tipo de fundamentación o de justificación argumentativa del tipo de ciencia y de filosofía modernas, porque, desde que la modernidad ha surgido, siempre lo ha hecho recurriendo a justificaciones universalistas, es decir, que lo que ella producía, siempre lo hacía en nombre de la humanidad toda, o sea,  de la naturaleza humana. Por ello sus producciones teóricas estaban encaminadas a justificarlas argumentativamente hablando en términos universales, es decir, que lo que era válido para ellos, era válido también para toda la humanidad, sea Europa, Latinoamérica o cualquier otra latitud. Y la ciencia social y la filosofía latinoamericanas así lo han creído, así lo han aprendido y así han procedido. Ahora el problema es saber cuáles han sido las consecuencias económicas, históricas, culturales, etc., del desarrollo de este tipo o concepción de conocimiento en nuestras sociedades.” Ibidem Pp. 106-107

[4]  El conquistador, es la figura, el arquetipo de la modernidad, que impone su individualidad violenta sobre otras personas, el otro. Se va conformando el yo vertical, hay imposición, no diálogo. Es así que, los colonizadores en su afán de liberarse del ego magisterial propio de la iglesia, del mundo feudal, terminaron constituyendo a un yo castrador, fálico, dominante con el cual oprimieron subjetiva o objetivamente a los pueblos americanos. La colonización pasó en primer término por negar al otro desde su distinción cultural. Eran reconocidos como una instancia del pasado, como un tramo de la historia de Europa que ya había sido “superada” se asumía que los pueblos indígenas eran inferiores o como niños. De modo que la colonización se dio en dos planos, el primero sobre los cuerpos y territorios, luego sobre la cultura y la mente. Nos dice Dussel que: “Una vez reconocidos los territorios, geográficamente, se pasaba al control de los cuerpos, de las personas: era necesario "pacificarlas" -se decía en la época-. El que establece sobre otros pueblos la dominación del mundo español (posteriormente del europeo en general) es un militar, un guerrero. El "Conquistador" es el primer hombre moderno activo, práctico, que impone su "individualidad" violenta a otras personas, al Otro. Si en "Tierra Firme" (la actual Panamá) el primer conquistador-colonizador fue Vasco Nuñez de Balboa (asesinado en 1519 por Pedrarias, un noble castellano de segunda categoría)2, el primero que puede llevar el nombre de tal es Hernán Cortés -y por ello lo tomaremos como ejemplo de este tipo moderno de subjetividad-.” Si el primer ejemplo de Subjetividad moderna es la de Hernán Cortés, podemos ir dando cuenta que desde esta subjetividad es que nos vinculamos, este modo de vinculo es el que permea hasta nuestros días con un nivel de racionalización tan elaborado que oculta el modo de dominación propio de este ego conquiro. Así la conquista se ha naturalizado como deber y como derecho que está presente en todos los ámbitos de la vida cotidiana “La "Conquista" es un proceso militar, práctico, violento que incluye dialécticamente al Otro como "lo Mismo". El Otro, en su distinción, es negado como Otro y es obligado, subsumido, alienado a incorporarse a la Totalidad dominadora como cosa, como instrumento, como oprimido, como "encomendado", como "asalariado" (en las futuras haciendas), o como africano esclavo (en los ingenios de azúcar u otros productos tropicales). La subjetividad del “Conquistador", por su parte, se fue constituyendo, desplegando lentamente en la praxis. Cortés, que "aquel año [1518] era alcalde, y como él era alegre y orgulloso y sabía tratar a cada uno conforme a su inclinación”, fue nombrado por Velázquez, como hemos dicho, "por capitán general" de la “conquista" que se realizaría en las tierras recientemente descubiertas. Toda su riqueza acumulada la invirtió en la empresa. Y, comenta Torquemada, en cuanto a su subjetividad: "Comenzó aquí a tratar su persona como capitán general; porque puso casa con mayordomo, camarero y mastresala y otros oficiales, hombres de honra.” Y continúa Dussel diciéndonos: “Así se establecía, por vez primera, una "relación" con el Otro, el de "Afuera", el Extranjero absoluto que procedía como el Sol del Oriente infinito del océano, innavegable para los mexicanos. Era lo que daría el sentido a la Nueva Edad del Mundo: la "relación" con lo Extranjero absoluto, la dominación debajo del Extranjero, divino, que venía para conquistar, dominar, matar. La primera relación entonces fue de violencia: una relación "militar" de Conquistador-Conquistado; de una tecnología militar desarrollada contra una tecnología militar subdesarrollada. La primera "experiencia" moderna fue de la superioridad cuasi-divina del "Yo" europeo sobre el Otro primitivo, rústico, inferior. Es un "Yo" violento-militar que "codicia", que anhela riqueza, poder, gloria”  Enrique Dussel. 1492, El encubrimiento del otro. Pp. 42, 44

[5] “…desgraciadamente, vemos cada vez más- con más fuerza aquí, menos allí en cualquiera de los submundos en los que el mundo se divide- al hombre simple, oprimido, disminuido y acomodado, convertido en espectador, dirigido por el poder de los mitos creados para él por fuerzas sociales poderosas y que, volviéndose a él, lo destrozan y aniquilan. Es el hombre trágicamente asustado, que teme la convivencia auténtica y que duda de sus posibilidades. Al mismo tiempo, se inclina a un gregarismo que implica, junto al miedo a la soledad, que se prolonga como miedo a la libertad, la yuxtaposición del individuo a quien le falta un vínculo crítico y amoroso, que los transformaría en una unidad cooperadora, que sería la convivencia auténtica. El espíritu gregario –dice un personaje de Pasternack- es siempre el refugio del que carece de dones. Es la armadura a la que el hombre se esclaviza y dentro de la cual ya no ama. Cuanto menos pueda visualizar esta tragedia tanto más se irá transformando en el rinoceronte de Ionesco. Ya no sabrá más salvo que es lindo ser rinoceronte. Y sin la capacidad de visualizar esta tragedia, de captar críticamente sus temas, de conocer para interferir, es arrastrado por el juego de los propios cambios y manipulado por las ya mencionadas prescripciones que le son impuestas o casi siempre suavemente ofrecidas. Sólo percibe que los tiempos cambian, pero no percibe el significado dramático del cambio aún cuando lo sufra. Está inmerso en él.” Paulo Freire. Educación como práctica de la libertad. P.37

[6] Las transformaciones no se dan en el plano exterior solamente, en el plano fáctico, sino que las transformaciones parten por modificar nuestra manera de vincularnos, por ello la actitud crítica no es solamente denunciar las inconsistencias  de la modernidad-capitalista, sino modificar los modos de ser, de vincularnos, nuestras conductas que son producto de las relaciones inter-subjetivas de la modernidad-capitalista. Aceptando nuestra condición de dominados y reproductores podemos dar inicio a la transformación y transustanciación de nuestro ser, integrándonos a la realidad de modo activo, generando cambios de modo dialectico, es decir, en nuestro mundo interno y el mundo externo que nos constituye y viceversa. Podemos decir, ir del intelecto al interactio. “Por eso sin tardanza, señalase la necesidad de una permanente actitud crítica, único medio por el cual el hombre realizará su vocación natural de integrarse, superando la actitud del simple ajuste o acomodamiento, comprendiendo los temas y las tareas de su época. Ésta por otro lado se realiza en la proporción en que sus temas son captados y sus tareas realizadas. Y se supera en la medida en qué temas y tareas ya corresponden a los nuevos deseos que surgen, que exigen incluso una visión nueva de los viejos temas. Una época histórica representa, así, una serie de aspiraciones, de deseos, valores, en búsqueda de su plenitud. Formas de ser, de comportarse, actitudes más o menos generalizadas, a las cuales sólo los avanzados, los genios, oponen dudas o sugieren reformulaciones. Se insiste en el papel que deberá tener el hombre en la planificación y en la superación de ésos valores, de esos deseos, de esas aspiraciones. Su humanización o deshumanización, su afirmación como sujeto o minimización como objeto dependen en gran parte o no de la captación de ésos temas” Ibidem. Pp. 36-37

[7] “Las expresiones mama y tayta fijan una forma de pensamiento, una visión del mundo que establece la diferencia con la visión del mundo occidental; en estas expresiones está implícita la idea de naturaleza, universo, como un ser vivo; y lo que es más, son considerados como la madre y el padre del pueblo kichwa, generando con ello un nivel de parentesco de padre, madre e hijos, un todo que se complementa el uno al otro y que, en caso de no ser tomado en cuenta, o que no cumpla con su función, pone en riesgo la totalidad, el bienestar integral de todos.” Sumak Kawsay Yuyay,  Antología  del Pensamiento Indigenista Ecuatoriano  sobre Sumak Kawsay. 2014. P. 164

[8] “En los mitos fundacionales del pueblo kichwa, es importante notar la presencia de la pareja, mujer-hombre, en las personas, en las montañas, en los objetos. La presencia de la dualidad está vigente en todo momento; así, por ejemplo, en el mito de los amores de Tayta Imbabura y Mama Cotacachi o, en su defecto, en los hijos que logran tener. Similar situación se da en el caso de los sembríos; siempre será importante garantizar la presencia de semillas hembras y varones, y de esta forma lograr una buena producción. La dualidad en el mundo kichwa está presente en la cotidianidad y en los rituales que se realizan para la sanación.  La presencia de la dualidad en los mitos de los pueblos ancestrales, emite el mensaje de estar, avanzar juntos, estar presente, establece la diferencia pero al mismo tiempo el respeto, el amor, la reciprocidad y la igualdad, con lo cual refrenda la importancia del concepto de complementariedad, equilibrio y equidad.  Hago referencia a estos puntos porque el entorno, constituido y comprendido como una entidad dotada de energía, nos recuerda que somos parte complementaria de la naturaleza, nos invita, nos reta e inspira al individuo a reconstruirse permanentemente en su realización individual y colectiva. En las comunidades contemplar las montañas, el nacimiento de un amanecer o el ocaso, transporta al individuo a otras dimensiones; lo cual ayuda a una renovación permanente de la energía o, en su defecto, como en el caso de la situación que han debido soportar nuestras comunidades, a mantenerse presentes, vivos. La naturaleza en sí se constituía en una motivación que invitaba a aferrarse a la vida y a luchar por ella, a luchar por un presente y por mejores días.  La importancia de los lugares, la naturaleza, el universo, su conocimiento respecto a sus virtudes energéticas, sus ciclos, son fundamentales; por esa razón la presencia de las wakas, en el caso de la provincia de Imbabura y de las comunidades andinas en general, tiene un significado profundo del cual la generación de nuestros abuelos y de nuestros padres difícilmente han logrado desprenderse.  En suma, los lugares y los individuos están íntimamente relacionados, el nivel de influencia es mutuo y son elementos que permanentemente rememoran la relación espiritual que ha logrado desarrollarse entre las personas y la naturaleza, por esa misma razón la comunidad kichwa, constantemente se refiere a la pacha mama, es decir al universo.” Ibidem Pp. 162-163

[9] “Wawakunaka yurakunashna wiñan, allí wakichikpika allí wiñan, mana allí wakichikpika mana allí wiñankachu. Se suele decir que las personas crecen igual que las plantas; si los cuidados son adecuados, su crecimiento y sus frutos son buenos; si no se los cuida, entonces los frutos tampoco serán satisfactorios.  En las comunidades agrarias se realizan los kamari, ofrendas o pagos; es decir, se pide permiso a la madre tierra para intervenirla y proceder a prepararla. Y esto implica: abonarla; nutrirla de agua y humus; arar la tierra; realizar la siembra; protegerla; realizar la cosecha; volver a nutrirla o, en su defecto, dejar que descanse… Con cada acción articulada al ciclo lunar, su precisión permitirá garantizar una buena producción.” Ibidem P. 166

[10] “El ayllu es el sistema de organización social y de producción del pueblo Kichwa, sistema comunitario que articula el entorno, la comunidad, la familia y individuo. El sistema del ayllu prioriza el entorno como responsabilidad colectiva para garantizar el bienestar comunitario y, por ende, la familia y el individuo. Los niveles de realización de la comunidad, la familia y el individuo priorizan el presente y establecen mecanismos de prevención, como los tampus (bodegas) para almacenar productos como alimentos, medicina, indumentaria, instrumentos de trabajo, armas, etc. Lo comunitario puede ser refrendado por la vigencia de conceptos y acciones que se encuentran en el vocabulario de la lengua y en la cotidianidad de la comunidad. ” Ibidem Pp. 164-165

[11] Fernándo Huanacuni Mamani nos menciona que para la cosmovisión andina, de los pueblos Aymara, todos es importante, todo vive, las montañas viven, el agua vive… somos hijos del padre cosmos y la madre tierra. Por eso el respeto y el cuidado son importantes, porque de ahí surge el Ayllu, la comunidad, pero no sólo como estructura social, sino como unidad de vida. Mamani  nos dice que en nuestro mundo occidental hay una crisis, se ha roto el equilibrio con la madre tierra en donde las relaciones desechables, característico del presente, ha permeado nuestras relaciones de vida, ahora somos seres solos, hijos sin padres, o esposos separados, y por ello, los ancestros han legado el buen vivir como una respuesta a la crisis civilizatoria que atravesamos.  Tomado de https://www.youtube.com/watch?v=9oZHJMTcfOE

[12] Para Wankar Ariruma Kowii uno de los principios presentes en la cosmovisión andina de los Kichwa  es el Pakta Kawsay o el equilibrio, que si revisamos nuestra forma de vida moderno-capitalista este principio está ausente, nuestras relaciones se encuentran en un desiquilibrio  o dispersión que nos des-integra y atomiza. Nos parece que el principio del Pakta Kawsay es pertinente y necesario en el cultivo de las prácticas que llevamos a cabo los movimientos, las comunidades, las parejas y los colectivos que pretendemos construir otro mundo. “El equilibrio no se refiere únicamente a la estabilidad de los miembros de la comunidad; se refiere también al equilibrio emocional que debe lograr cada persona. Dicho equilibrio constituye una garantía para que la comunicación sea horizontal y adecuada y no se vea afectada por alteraciones de incomunicación, que finalmente pueden afectar el logro de los objetivos.  El equilibrio, en su antigua forma, procuraba garantizar el bienestar integral del individuo, la familia y la comunidad; su desestabilización era considerada como un riesgo que puede afectar su bienestar.”  Ibidem. P. 167

[13] Llamamos al ser comunitario como ser de liberación nuestro-americano por fungir como un ser distinto desde sus prácticas y cosmovisiones al ser de la modernidad que ya sabemos es solitario, egoísta, descomprometido e instrumentalizador de la vida toda como un objeto al que hay que explotar, comprar y vender. Ser comunidad significa liberarnos del ser de la modernidad que es el ser constituido por el ego conquistador. “De modo que para la modernidad y la constitución de su ser, fue necesario la destrucción de todo ser comunitario, familiar, porque sencillamente no le servía para instalar su orden. Necesitó entonces de relaciones y vínculos instrumentales, utilitarios, es decir, asumir todo como objetos y no sujetos. Es el ser del ego cónquiro que constituyó el mundo de vida occidental. Para el neo-liberalismo que es la fase más acentuada de la modernidad capitalista, cada vez más le interesa generar un tipo de humanidad pertinente a su lógica. Y para perpetuar su lógica necesita de seres atomizados que no les interese el ser con otros, le interesa una humanidad de soledades que teman al otro y al futuro junto a otros, porque para esta lógica el mit dasein (ser ahí junto a otro) es sinónimo de desgracia, atraso y pérdida de “oportunidades”  La continuación y reproducción del ser moderno, nos va empobreciendo la vida, la pone en peligro, porque el ego cónquiro, saquea, domina y des-compromete, destruye las condiciones de vida de toda la faz de la tierra y nos condena a la soledad.” Cfr. García, Carlos “Del ser de la modernidad al ser de liberación Nuestro-americano” epccasadelcosturero.blogspot.com Febrero de 2017; tomado de http://epccasadelcosturero.blogspot.com/2017/02/del-ser-de-la-modernidad-al-ser-de.html


[14]  “Wancantognaka designa la virtud de los individuos de reconocer su resposabilidad con la familia y la tribu como la virtud de la generosidad que un individuo debe a todos, los que, también, se la deben a él. Una virtud que, como se refiere a lo que se debe, si no se realizara, se agravaría a la justicia, pero, como lo que se debe no se puede medir, si no se ejerciera faltaría a la generosidad.” Alasdair MacIntyre. Animales racionales dependientes. Pp 142-143

No hay comentarios:

Publicar un comentario