lunes, 30 de septiembre de 2013

De corruptos, corruptores y corruptibles. La lucha contra la corrupción, es un combate por la consolidación de una nueva cultura. Por: Carlos Rivas


Hacer una arqueología de la corrupción puede llevarnos a remontar los orígenes mismos de la cultura occidental. Asesinatos, ansias por el poder, gula por la riqueza, sometimiento, control, codicia, han sido los motores de la historia, pues estos siempre han sido los deseos por los cuales se moviliza la clase dominante. De esta forma, desde que triunfó el capitalismo (S. XVIII), la competencia y el individualismo, necesitan de estos deseos (valores anti-humanistas) para producirse, re-producirse y multiplicarse. Todos estos elementos, producen unas relaciones sociales, que son justificadas o resguardadas por un aparataje jurídico que sirve a los intereses de la clase dominante.

La cultura que re-producimos constantemente en la Venezuela del siglo XXI, es reflejo del sistema hegemónico en el que vivimos. La explotación petrolera, produjo una sociedad rentista, y permitió el desarrollo de un capitalismo parasitario, o como lo denomina el profesor Asdrubal Baptista, un capitalismo rentista. Esa forma de generar riqueza, dio cuenta a su vez de una cultura política, hoy manifiesta e identificada como la cultura cuartorepublicana (adeco-copeyana), la cual cabalga en psiquis de muchos de los “dirigentes” de la revolución que se inició con la fundación de la quinta República. A partir de estos cortos señalamientos, sin duda, se despliega un complejo análisis relacionado con el carácter sistémico, de un hecho tan complejo como el de la corrupción en Venezuela, que no en balde ha sido naturalizado, para que se observe como parte normal del actuar político. ¡No chamo, los adecos robaban, pero dejaban pa otros, ahora, no dejan pa nadie!

Leemos esto, y nos parece natural. Incluso asociamos la corrupción, a una oportunidad que se nos presenta, al mejor estilo de “pegarle al gordo” en la Lotería. Así, en pleno siglo XXI, llegué a escuchar a un viejo dirigente adeco afirmar, que en éste país la riqueza que generaba el petroleo era tal, que la única forma de distribuirla era a través de la corrupción. El reflejo de esto es la poca capacidad (o voluntad) para generar una política pública que permitiera re-invertir esos recursos en la población. Sin duda, es un problema que abarca muchos ámbitos, pero que en síntesis, es reflejo de la holgazanería política, el facilismo y los “deseos” que mencionábamos al inicio. La corrupción es hija de la dominación, por tanto es una herramienta fundamental de capitalismo.

En un debate que tuvimos unas semanas atrás, sobre la ciencia y la tecnología, y las contradicciones que a su alrededor se generan, alguien en la mesa plateó algo bastante importante. Un estudioso del área científica opinó tajantemente, que todo individualismo es negativo. En seguida, Doña María, agroecóloga de militancia, sustentó la opinión del estudioso, haciendo ver las consecuencia del individualismo en el cuerpo humano, mencionando al cáncer como enfermedad, manifestación que no refleja otra cosa que el acto individual de una célula, ante todo el sistema que compone el organismo. podríamos entonces argumentar, que como el individualismo es el valor supremo del sistema capitalista, éste último se convierte en un cáncer, que mantiene enfermo al sistema social en el cual nos desenvolvemos los seres humanos. Parece algo simple de comprender, sin embargo, hay sus defensores, aunque la realidad les esté gritando, que los flagelos que nos constriñen, son consecuencia directa de las visiones de mundo que re-producen la lógica del capital. De igual manera, podríamos afirmar, que la corrupción pasaría a ser el acto más representativo del individualismo competitivo. Bases fundamentales para la vida del capital.

Aquella promesa de la modernidad, de que el “progreso” llegaría definitivamente a los pueblos del mundo, ha sido un fracaso, ha sido una de las más grandes estafas por las que ha atravesado la humanidad, ha sido el embauque teórico más terrible del que mundo haya dado cuenta, pues a costa de esto, mataron poblaciones enteras en nombre de la civilización, dando pie a la consolidación de un sistema de producción, en el que los seres humano compiten por alcanzar una fantasía que no se adapta a la realidad material de la humanidad. Robar al sistema, sobarnos entre nosotros, robar a nuestro pueblo, desaparecer el erario público, robar a los pobres, puede estar bien si lo justificas a través de las leyes burguesas, incluso, puede estar bien si hay impunidad, si nadie se queja, o si el grueso de la población aprueba este tipo de conductas.

De esta forma, afirmar que es corrupto el político, que es corrupto de a pie, el empresario, el comerciante, el policía, el ciudadano, el fiscal, el guardia, el bodeguero, el busetero, el motorizado, el taxista, el kiosquero, el vocero del consejo comunal, el maestro, el funcionario público, sería darnos cuenta que no hay esperanza, por ello negamos de tajo esta afirmación. No obstante, si creemos en la posibilidad de ser susceptibles a la corrupción mientras vivamos en éste sistema. Su naturaleza, genera corruptos, corruptores y corruptibles. Por un lado genera opulencia y en la otra cara de la moneda está siempre la pobreza.

Todos los venezolanos deberíamos apoyar la lucha en contra de la corrupción, y no como hizo un número reducido de opositores, quienes marcharon en contra de los planteamientos que se han venido trabajando para acabar con éste problema. Los socialista no pueden ser corruptos, eso es una contradicción ética. Los revolucionarios debemos comenzar a instalar una nueva cultura, que sea antagónica a los valores del capital, para ello debemos mostrar experiencias reales, predicar con el ejemplo y desburocrátizar los espacios que pretenden dinamizar los procesos organizativos del pueblo. Es simple, o luchamos en conjunto en contra de la corrupción o nos vamos a comer unos con otros (canibalismo necrófilo). Para ello, es necesario otra cultura, es decir otro sistema.

En una próxima entrega estaremos analizando a dos autores, que cuestionaron en su momento las formas en cómo se desarrollaba la política durante la “flamante” dirigencia adeco-copeyana, estos últimos, sabios y eruditos de las artes mágicas del robo y la vagabundería en el poder.

La lucha es por recuperar la patria. Pero también por recuperarnos a nosotros mismos!!!

Vocero del Colectivo de Acción Revolucionaria CAR-Mérida
carlos_rivas_45@hotmail.com

Colectivo Casa del Costurero.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Gramsci y el Concepto del Bloque Histórico Carlos Emilio Betancourt[*]



INTRODUCCIÓN

Antonio Gramsci es un buen ejemplo de la síntesis del teórico y el político. Lingüista profesional, filósofo político y militante fundador del partido comunista italiano, este hombre enfrentó el fascismo decididamente hasta el punto de vivir preso los últimos diez años de su vida, sin cesar su trabajo intelectual, aportando planteamientos novedosos al marxismo e iniciativas de organización al movimiento comunista de su país y de Europa.
Su convicción de que los hombres hacen la historia a la vez que son productos de ella, engloba su pensamiento filosófico-político.
El planteamiento central de su teoría es el análisis de las relaciones entre la estructura socioeconómica y la superestructura jurídico-política, que forman un "bloque histórico". Aunque este concepto no es desarrollado sistemáticamente, se halla explícita o implícitamente en varios lugares de sus escritos. El concepto de bloque histórico implica una concepción teórico-práctica del materialismo histórico, a partir de la crítica de los entendimientos mecanicistas y deterministas del marxismo en cuanto las relaciones economía-política y cultura-política. En particular, Gramsci supera interpretaciones marxistas sobre el Estado que ubican a éste como epifenómeno o como instrumento neutral susceptible de usarse por cualquier clase social. En el contexto del bloque histórico, el Estado no sólo es un aparato de dominación de una clase por otra, sino que refleja la síntesis coerción-consenso y la síntesis hegemonía-dominación que caracterizan el ejercicio del poder político.
De otro lado, la importancia que Gramsci confiere a la historia permite un análisis dinámico de la cuestión política. Para Gramsci todo se valida históricamente más que por argumentos teóricos inmodificables.
Finalmente, Gramsci enriquece el humanismo marxista al exaltar el elemento consciente de las acciones humanas, que hace a los hombres sujetos de la historia, antes que entes pasivos del desarrollo de la vida material. Así, el pensamiento de Gramsci además de despertar interés por la originalidad de sus planteamientos teóricos, estimula la fuerza de la voluntad individual y la confianza en las intenciones liberadoras de la humanidad.

En el contexto del bloque histórico, el Estado no sólo es un aparato de dominación de una clase por otra, sino que refleja la síntesis coerción-consenso y la síntesis hegemonía-dominación que caracterizan el ejercicio del poder político.

I. FILOSOFÍA, IDEOLOGÍA, HISTORIA Y POLÍTICA

Para Gramsci la filosofía es una "concepción del mundo" históricamente determinada que se manifiesta en la práctica mediante la acción política. De esta manera se funden filosofía, historia y política, estudiando la ideología en el "significado más alto de concepción del mundo que se manifiesta implícitamente en el arte, en el derecho, en la actividad económica, en todas las manifestaciones de la vida individual y colectiva"[1].

Para Gramsci la filosofía es una "concepción del mundo" históricamente determinada que se manifiesta en la práctica mediante la acción política.

La filosofía no es sólo la filosofía de los filósofos profesionales sino también la que se arraiga en el sentido común, la religión y el folklore. Tampoco la historia de la filosofía es la historia del pensamiento lógico-abstracto individual, sino también la historia de la cultura, entendida como la forma de pensar y de sentir de los pueblos.
La filosofía es 'creativa', o sea, difundida en la sociedad, rige las actitudes individuales y colectivas del hombre masa a nivel económico y cultural, que cambian históricamente porque la realidad no es fija; es decir, la filosofía plantea los problemas en forma "historicista" (la voluntad creadora de los hombres es un producto histórico); "la filosofía de una época histórica no es, por consiguiente, otra cosa que la 'historia' de dicha época; no es otra cosa que la masa de las variaciones que el grupo dirigente ha logrado determinar en la realidad precedente: historia y filosofía son inseparables en ese sentido, forman un 'bloque'. Se pueden "distinguir los elementos filosóficos propiamente dichos en todos sus diversos grados: como filosofía de los filósofos, como concepciones de los grupos dirigentes (cultura filosófica) y como religiones de las grandes masas; véase cómo en cada uno de estos grados es preciso vérselas con formas diversas de combinación ideológica"[2].

La filosofía no es sólo la filosofía de los filósofos profesionales sino también la que se arraiga en el sentido común, la religión y el folklore.

Las ideas anteriores se compendian en el principio de que "todos los hombres son filósofos", es decir, como seres racionales y como seres sociales. Pero hay cierta jerarquía: los filósofos profesionales se diferencian de los demás hombres en que piensan con más "homogeneidad, coherencia, logicidad, etc.". Los hombres corrientes piensan con base en el sentido común. Este es igual a la concepción del mundo del filósofo si se ha alcanzado unidad cultural-social que se funcionaliza mediante el lenguaje. Este, por lo tanto, es "una multiplicidad de hechos más o menos orgánicamente coherentes y coordinados"[3]; mediatiza el modo individual y colectivo de pensar y de sentir.

Tener una concepción del mundo implica pertenecer a un determinado grupo social. La adopción de la concepción del mundo y la pertenencia a un grupo social dependen alternativamente de que el individuo esté sujeto a la hegemonía ideológica de la clase dirigente; o de la autonomía histórica del individuo que se plasma en una conciencia revolucionaria. Como la hegemonía ideológica se refleja a nivel popular en el sentido común y la religión, se debe contraponer una actitud filosófica, intelectual que guíe la práctica y a la vez se nutra de ella en forma dialéctica con el fin de trocar el sentido común en buen sentido; de transformar la cultura religiosa en una cultura liberadora.

De todos modos, ya que la concepción del mundo es pensamiento y acción, ésta se asume por un acto político, libre o autoritario, dependiendo de las condiciones históricas de un momento determinado. Por esto, cuando a nivel social el pensar y el obrar no coinciden, la concepción del mundo se manifiesta en palabras pero no rige la vida práctica, nos hallamos en los "tiempos normales" de una ideología dominante: "significa ello que un grupo social tiene su propia concepción del mundo, aunque embrionaria, que se manifiesta en la acción, y que cuando irregular y ocasionalmente —es decir, cuando se mueve como un todo orgánico—, por razones de sumisión y subordinación intelectual, toma en préstamo una concepción que no es suya, una concepción de otro grupo social, la afirma de palabra y cree seguirla, es porque la sigue en 'tiempos normales', es decir, cuando la conducta no es independiente y autónoma, sino precisamente sometida y subordinada. He ahí también por qué no se puede separar la filosofía de la política y por qué se puede demostrar, al contrario, que la elección de la concepción del mundo es también un acto político"[4].

Como la hegemonía ideológica se refleja a nivel popular en el sentido común y la religión, se debe contraponer una actitud filosófica, intelectual que guíe la práctica y a la vez se nutra de ella en forma dialéctica con el fin de trocar el sentido común en buen sentido; de transformar la cultura religiosa en una cultura liberadora.

II. LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS

La filosofía de la praxis debe surgir primeramente como crítica a la filosofía religiosa y al mecanismo determinista, y consolidarse en la lucha política por la hegemonía ideológica de la sociedad.
Por oposición a la filosofía religiosa, la filosofía de la praxis "no tiende a mantener a los 'simples' en su filosofía primitiva del sentido común..., afirma la exigencia del contacto entre intelectuales y simples, no para limitar la actividad científica y mantener la unidad al bajo nivel de las masas sino para construir un bloque intelectual-moral que haga posible un progreso intelectual de masas y no sólo para pocos intelectuales"[5].
La filosofía de la praxis supera el divorcio entre pensar y obrar que caracteriza a la filosofía religiosa. Propende por la síntesis dialéctica teoría-práctica. Esta es un devenir histórico. Por lo tanto debe considerar tanto la historia de la filosofía como la historia de la vida material de la sociedad procediendo mediante el análisis no departa mentalizado de los elementos económicos, sociales, culturales y políticos hasta lograr una concepción del mundo coherente y unitaria. Esta posición combate el positivismo en las ciencias sociales y privilegia la ciencia política como disciplina que subsume la economía, la sociología y la historia. Historia y política se identifican orgánicamente [6].

La filosofía de la praxis supera el divorcio entre pensar y obrar que caracteriza a la filosofía religiosa. Propende por la síntesis dialéctica teoría-práctica. Esta es un devenir histórico.

La síntesis teoría-práctica está asociada con una dialéctica intelectuales-masa: "el estrato de los intelectuales se desarrolla cuantitativamente y cualitativamente; pero todo salto hacia una nueva amplitud y complejidad del estrato de los intelectuales está ligado a un movimiento análogo de la masa de los simples, que se eleva hacia niveles superiores de cultura y amplía simultáneamente su esfera de influencia, entre eminencias individuales o grupos más o menos importantes en el estrato de los intelectuales especializados"[7].

La pérdida del contacto intelectuales-masa deriva en una conciencia y una organización puramente económico-corporativas y no en una conciencia y en una organización políticas. Así, el nexo teoría-práctica debe superar la disgregación ideológica de la masa activa y traducirse en "conciencia orgánica"; en la constatación de que se pertenece a una determinada fuerza hegemónica; en el reconocimiento de la creatividad humana que tiene una clase "para sí" y que no puede alcanzar una "clase en sí".

El instrumento eficaz para el logro de estos propósitos deber ser el partido político. Este selecciona la masa activa transformando la adscripción individual económico-corporativa en adhesión colectiva voluntaria y política.
Por oposición al mecanismo determinista, la filosofía de la praxis no acepta la pasividad de las clases subalternas, sino que propugna por la actividad, de tal modo que los hombres sean forjadores de la historia. El entendimiento mecanicista del marxismo dice que la estructura económica determina la superestructura jurídico-política de la sociedad. Así, la política depende de la economía y la interacción de las dos esferas no es relevante más allá de los efectos económicos-corporativos sin alcanzar importancia en las transformaciones globales. De igual manera, por el mecanicismo, la teoría apenas es un accesorio de la práctica. La ideología tiene un papel pasivo ante el desarrollo de las fuerzas productivas; como si tal proceso no fuera histórico-cultural; como si un modo de producción fuera igual entre países y funcionara exclusivamente por la generalización de una relación económica fundamental, inscrita en un espacio y durante un tiempo neutrales; ¡ como si sólo la posición de los hombres en el i proceso productivo determinara su ideología, independientemente de su extracción por sector social o particularidades regionales dentro de una misma nación; como si la predestinación histórica del derrumbe del capitalismo fuera suficiente para transformar la sociedad.

La filosofía de la praxis no acepta la pasividad de las clases subalternas, sino que propugna por la actividad, de tal modo que los hombres sean forjadores de la historia.

Por último, Gramsci destaca el carácter político-histórico de la lucha por la hegemonía ideológica y del proceso de difusión de las nuevas concepciones del mundo. Si bien, en el pensamiento de Gramsci el papel de los intelectuales es fundamental, su adopción del materialismo histórico no ignora la cuestión de la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las formas de propiedad como causa de las transformaciones de la sociedad. Se sigue, que un momento histórico determinado presente siempre una clase social llamada a ser la dirigente de una nueva sociedad si garantiza un desarrollo de las fuerzas productivas compatible con unas nuevas relaciones sociales de producción. Sin embargo, una crisis de la estructura de las relaciones sociales de producción no se resuelve en una revolución si no hay organización y vocación de poder por parte de la clase subalterna que debe asumir el control de la nueva sociedad. Esto incluye la teoría y la práctica de las formas de lucha, la política de alianzas, la base social que sustenta al sector que dirige el cambio; en fin, se trata de toda la concepción estratégica y táctica de cada acción política. En consecuencia "el proceso de difusión de la nueva concepción del mundo se realiza por razones políticas"[8]. Así, retorna la acción de los intelectuales en la formación de la conciencia política y la organización de las masas.
Además, la consolidación de un proyecto político se valida históricamente, de tal manera que durante mucho tiempo persistirá la lucha entre la tradición y la revolución; una por conservar la sociedad caduca y otra por llevar la transformación más lejos de lo que los dirigentes del proceso de cambio quisieran. La revolución francesa brinda un ejemplo. Gramsci la identifica como una crisis orgánica de larga duración (de 1789 a 1871). Durante ésta, la burguesía debió derrotar a la aristocracia en las primeras fases; para luego derrotar a la clase obrera con la victoria final sobre la Comuna de París. Sólo después de este proceso la burguesía conquista la hegemonía sobre la sociedad.
La naturaleza de la hegemonía y la duración de una crisis orgánica dependen del carácter del bloque histórico, que determina el grado de resistencia de la superestructura ante cambios en la estructura material en la sociedad. La comprensión de estas cuestiones requiere, pues, una aproximación al concepto de bloque histórico.

Una crisis de la estructura de las relaciones sociales de producción no se resuelve en una revolución si no hay organización y vocación de poder por parte de la clase subalterna que debe asumir el control de la nueva sociedad.

III. EL BLOQUE HISTÓRICO

Hugues Portelli engloba el pensamiento de Gramsci en el concepto de bloque histórico. De ese análisis intentaré presentar las discusiones sobre la sociedad civil y la sociedad política; el vínculo entre la superestructura y la estructura y el concepto de hegemonía.
1. La Sociedad Civil
Sociedad civil y sociedad política hacen parte de la superestructura del bloque histórico. Mientras que Marx define la sociedad civil como el conjunto de relaciones económicas y la formación de las clases sociales, Gramsci comprende aquella como el complejo superestructural de las "organizaciones llamadas privadas". Esta concepción muy original refiere al entorno cultural (forma de pensar y de sentir del pueblo) no determinado mecánica ni exclusivamente por las relaciones económicas que los hombres entablan "independientes de su voluntad". Por esta razón, la sociedad civil debe entenderse como terreno de arraigo de la ideología de la clase dirigente y como función de hegemonía de ésta sobre toda la sociedad. Hablamos de ideología orgánica, o sea, ligada a una clase fundamental, que por la hegemonía extiende la dirección de la economía a la dirección del resto de las relaciones sociales mediante el trabajo de los intelectuales especializados en las ciencias, las artes, las religiones, etc.
La difusión de la ideología dominante según sus grados (filosofía, religión, sentido común y folklore) se realiza mediante organizaciones y utilizando instrumentos técnicos, porque "la sociedad civil debe disponer de una articulación interna extremadamente compleja"[9].
La estructura de las organizaciones que difunden la ideología se compone básicamente de la Iglesia, la organización escolar y la prensa.

La sociedad civil debe entenderse como terreno de arraigo de la ideología de la clase dirigente y como función de hegemonía de ésta sobre toda la sociedad.

La Iglesia se encarga de la moral fundamental de los miembros de la sociedad. La filosofía religiosa, tanto en el sentido laico como en el sentido de la feligresía, enseña la irresponsabilidad individua], la resignación y el amor al prójimo (los hombres son iguales por razones biológicas porque "todos somos hijos de Dios", mas no porque tengamos voluntad independiente y responsabilidad social e histórica). Vale la pena justificar un poco el juicio sobre la irresponsabilidad individual. Esta se refiere a la idea fundamenta] de que la inteligencia, el vigor y los sentimientos humanos son exteriores al individuo y se nutren de la capacidad creadora de la fe, por oposición a la capacidad creadora de la conciencia. Y esto vale no sólo para los feligreses, sino también para miembros intelectuales de la sociedad que no comprometen orgánicamente su trabajo, divorcian la teoría de la práctica y creen que el desarrollo científico y técnico favorece indistintamente a todos los estratos sociales.

La filosofía religiosa, tanto en el sentido laico como en el sentido de la feligresía, enseña la irresponsabilidad individual, la resignación y el amor al prójimo (los hombres son iguales por razones biológicas porque "todos somos hijos de Dios", mas no porque tengamos voluntad independiente y responsabilidad social e histórica).

El papel regresivo de la Iglesia en la estructura ideológica es más penetrante cuando se trata de la religión católica, teniendo en cuenta los esfuerzos de su organización para homogeneizar toda la masa religiosa: prelados y feligreses se articulan eficientemente en la sociedad civil mediante las instituciones escolares, económicas, culturales, etc., que la Iglesia domina aún en tiempos modernos. Sin embargo, dada la rigidez de sus anunciados de fe y su connivencia con la tradición conservadora, puede suscitar divisiones internas reflejadas en teologías alternativas, cuyos efectos sobre la conciencia de liberación de las masas en un país católico no deben ser despreciados (pensemos en la "Teología de la Liberación"). Por el contrario la religión protestante, dado que admite en la práctica de la producción cultural y en las costumbres sociales e individuales ciertas síntesis de lo religioso y lo laico, no aparece tan regresiva, se imbrica en la sociedad civil no sólo eficientemente sino como garante de la hegemonía ideológica por parte de la clase dirigente.

El papel regresivo de la Iglesia en la estructura ideológica es más penetrante cuando se trata de la religión católica, teniendo en cuenta los esfuerzos de su organización para homogeneizar toda la masa religiosa: prelados y feligreses se articulan eficientemente en la sociedad civil mediante las instituciones escolares, económicas, culturales.

La organización escolar cumple la función ideológica más precisa de racionalizar y jerarquizar el trabajo intelectual a nivel institucional, "ya sea que esté bajo el control del Estado o bien de organismos privados... esta vez bajo el control de la Universidad y de la Academia (esta última en la medida que ejerce una función nacional de alta cultura, especialmente como depositaría de la lengua nacional y por lo tanto de una concepción del mundo)"[10]. Por esto, la función del sistema educativo no se reduce a la calificación de la mano de obra requerida para la reproducción económica, sino que además "concientiza" a los individuos sobre la legitimidad de la superestructura, haciendo creer que los intereses de la clase dominante no riñen con los intereses de la sociedad en general; que el statu quo es natural, racional y justo; y que las contradicciones sociales se pueden resolver dentro del marco institucional, porque el Estado es un administrador del bienestar general y un regulador de los conflictos individuales sin defender intereses de clase particulares.

La función del sistema educativo no se reduce a la calificación de la mano de obra requerida para la reproducción económica, sino que además "concientiza" a los individuos sobre la legitimidad de la superestructura, haciendo creer que los intereses de la clase dominante no riñen con los intereses de la sociedad en general.

No obstante, los profesores como intelectuales en función y los estudiantes como aprendices de intelectuales que provengan de clases subalternas deben constatar más conscientemente que así como enseñan o aprenden una concepción del mundo ajena a sus intereses de clase, pueden difundir una concepción del mundo alternativa y vincular orgánicamente su trabajo intelectual con su clase, contribuyendo a la formación de conciencia política en el seno del pueblo. Esto no significa ideologismo o proselitismo en la actividad académica. Significa que el conocimiento científico y la discusión racional son los medios directos de traspasar el sentido común, las pretorías y los prejuicios tradicionales que explican la cotidianidad física y social de los individuos. Así, en la actividad académica se puede cultivar una concepción del mundo, que por ser más científica puede ser más liberadora, si se acepta que todo acto de la vida es político y, por lo tanto, generador de influencia.
El conocimiento científico y la discusión racional son los medios directos de traspasar el sentido común, las preteorías y los prejuicios tradicionales que explican la cotidianidad física y social de los individuos.

En este lugar quisiera mencionar una opinión estudiantil sobre los estudiantes y su compromiso. Según ésta, los estudiantes hacen parte de la intelectualidad pero no ejercen las funciones del intelectual, dado que no están sujetos a vínculos económico-corporativos que condicionen su actividad, lo cual permite que el estudiante asuma el estudio como un compromiso riguroso consigo mismo, no adscrito, de tal modo que su vínculo potencial con una clase supere el carácter puramente reivindicativo: "más que una 'fuerza democrática', más que un gremio que lucha por sus reivindicaciones, el estudiantado es un sector sensible de la intelectualidad, pero que no tiene la función de la intelectualidad, o sea, no tiene previamente (a priori) establecido un compromiso con la 'estructura social', con las clases dominantes o con los sectores explotados: no tiene la función de organizar a los hombres a través de las ideas. Y sin embargo su potencialidad, su orientación, es precisamente su compromiso"[11].
Finalmente, la prensa (los medio de comunicación) es una institución de la sociedad civil muy dinámica y con un campo de acción muy amplio: la "opinión pública". La prensa difunde la ideología dominante de corte "civilista" y "democrático", por lo cual, el alcance de su influencia mide aproximadamente el grado de hegemonía de la clase dirigente. "Como la organización escolar, la prensa y las editoriales cumplen un papel fundamental, puesto que son las únicas que abarcan todo el campo de la ideología (libros y revistas científicas, políticas, literarias, etc.) y todos sus niveles (libros y periódicos para las élites, de vulgarización, populares...)"[12].
Ahora bien, las organizaciones que difunden la ideología utilizan instrumentos de comunicación que constituyen su "material ideológico". Estos son básicamente: los medios audiovisuales, los medios escritos y hasta la arquitectura.

La prensa difunde la ideología dominante de corte "civilista" y "democrático", por lo cual, el alcance de su influencia mide aproximadamente el grado de hegemonía de la clase dirigente.

2. La Sociedad Política
Gramsci define sociedad política como la parte de la superestructura que ejerce la función de dominación mediante sus aparatos jurídicos y político-militares del Estado. En esto coincide con Lenin, quien concibe el Estado como "el producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase"[13], lo cual implica dominación de una clase por otra, mediante la coerción con el fin de conservar el orden establecido. Sin embargo, Gramsci supera el instrumentalismo [14] implícito en la concepción leninista, o sea, la suposición de que el Estado es un aparato neutral utilizable por cualquier clase dominante.
Para Gramsci, el poder político no consiste simplemente en dominación, sino también en dirección; es decir, combina la coerción y el consenso cuya naturaleza depende de la concepción del mundo dominante históricamente dada. Por consiguiente, el carácter de lo político militar es connatural al carácter de la dirección económica e ideológica que ejerce una clase sobre la sociedad.

El poder político no consiste simplemente en dominación, sino también en dirección; es decir, combina la coerción y el consenso cuya naturaleza depende de la concepción del mundo dominante históricamente dada.

Según esto, si la sociedad política es autónoma frente a la sociedad civil, el "gobierno político" corresponderá a una dictadura, mientras que si la sociedad política depende de la sociedad civil, corresponderá a un régimen democrático, pues éste refleja una sociedad civil fuerte y por consiguiente hegemónica. En tiempos normales la coerción será eminentemente legal, mientras que en tiempos de crisis privará la violencia militar. Burócratas y militares son, pues, funcionarios de la sociedad política. Pero también defienden intereses económico-corporativos. De ahí que en ciertas situaciones surja el "poder dual": puede ser que la clase dominante no controle directamente el Estado pero éste sigue siendo aparato de dominación; o puede ser que el aparato del Estado no sea efectivo en la represión y entonces surjan, por ejemplo, organismos paramilitares que amparan los intereses económico-corporativos de las diferentes facciones de la clase dominante. Más aún cuando la crisis se presenta en un país con un proyecto nacional inconcluso, o donde las clases sociales no tienen perspectiva nacional y que, por lo tanto, la adscripción y los intereses corporativos determinan una rapiña violenta por el poder, tal como lo ejemplifica nuestro país.
Es necesario insistir sobre la relación entre la sociedad civil y la sociedad política, porque cada una de éstas son "momentos de la superestructura"; o sea, que son la unidad dialéctica que constituyen la superestructura del bloque histórico. El par dialéctico de esta unidad se puede definir de dos maneras: coerción-consenso y/o dirección-dominación.
Así, ninguna sociedad se basa exclusivamente en la dirección-consenso, porque sería ignorar la lucha de clases; pero tampoco se sustenta sólo en la dominación-coerción, pues significaría que el bloque histórico vive en crisis permanente.

Puede ser que la clase dominante no controle directamente el Estado pero  éste sigue siendo aparato de dominación; o puede ser que el aparato del Estado no sea efectivo en la represión y entonces surjan, por ejemplo, organismos paramilitares que amparan los intereses económico-corporativos de las diferentes facciones de la clase dominante.

2.1. El Estado
Arribamos pues, al concepto de Estado. Este agrupa toda la superestructura del bloque histórico así: "sociedad civil + sociedad política =Estado"[15]. Los dos momentos se articulan, y los intelectuales homogeneizan el bloque histórico en aras de la hegemonía de toda la sociedad: "el Estado aparece, entonces, más allá de la diversidad de organizaciones que lo componen y de la dualidad de las funciones de dirección por cuyo intermedio asegura la hegemonía de la clase fundamental, como el conjunto de la actividad de ese grupo social particular que constituye la capa de los intelectuales. La distinción en el seno de la superestructura debe referirse más a la oposición entre la función de hegemonía —ideológica— y la función de dominación —política— que a la oposición, secundaria, entre tal o cual organización [16]

Ninguna sociedad se basa exclusivamente en la dirección-consenso, porque sería ignorar la lucha de clases; pero tampoco se sustenta sólo en la dominación-coerción, pues significaría que el bloque histórico vive en crisis permanente.

3. La Relación entre Estructura y Superestructura
La elucidación de esta relación define más claramente el bloque histórico. Igual que el marxismo clásico, Gramsci dice que la estructura está constituida por la base material de la sociedad. Esta impone límites al movimiento superestructural, en el sentido de que la organicidad del vínculo estructura-superestructura consiste en que los elementos y la evolución de la última, en cualquier sociedad, corresponde a un grado determinado del desarrollo de las fuerzas productivas (por tanto, que el surgimiento de una nueva sociedad sólo es posible si sus condiciones y sus relaciones han germinado en el seno de la sociedad antigua). Pero dicha evolución también es obra de los "administradores de la superestructura". Esto es el bloque histórico: "la estructura y las superestructuras forman un 'bloque histórico', o sea, que el conjunto complejo, contradictorio y discorde de las superestructuras, es el reflejo del conjunto de las relaciones sociales de producción"[17].
Ahora bien, el desarrollo de la estructura sólo puede ser analizado históricamente (el método de la economía es histórico-deductivo). Así, el análisis de la estructura es estático con respecto al análisis de la superestructura, que puede mostrar la dinámica instantánea del bloque histórico. Por eso, en Gramsci "el interés del análisis reside fundamentalmente en el estudio concreto de la estructura que toda empresa política exige"[18]. En otras palabras, el estudio de la superestructura analiza indirectamente la estructura. Esta es la función del concepto bloque histórico.
Más precisamente, un bloque histórico será tal si se ajusta a las condiciones orgánicas que impone la estructura socioeconómica. He aquí la índole de un movimiento superestructural orgánico y de los intelectuales orgánicos. Los movimientos superestructurales que no exhiban la calidad expuesta, no serán orgánicos. Por ejemplo: los movimientos puramente coyunturales o de corta duración; los errores de cálculo político de los dirigentes, reflejados en crisis parlamentarias o ministeriales; las reestructuraciones internas en los organismos de poder que reflejan luchas intersectoriales de la clase dirigente; y las ideologías "arbitrarias" que "no crean más que 'movimientos' individuales, polémicas, etc."[19]. Sin embargo, en coyunturas importantes alguno de estos movimientos podrá poner en peligro la hegemonía de la clase dirigente. El resultado dependerá de todos modos del carácter permanente del bloque histórico.
Concluyendo esta parte, tenemos que el aporte fundamental de Gramsci no consiste en la distinción estructura-superestructura, sino en el vínculo orgánico entre ellas. Y es fundamental por su gran utilidad en el análisis y la actividad políticos. En efecto, negar la primacía de la estructura o de la superestructura, afirmando la unidad dialéctica de ellas, evita los errores del economicismo y del ideologismo.
El primero, de estirpe mecanicista, proviene de atribuir primacía a la estructura, privilegiando la lucha económico-corporativa, y condenando a la pasividad política a las clases subalternas. El segundo, de estirpe idealista, desprecia la estructura, privilegiando la superestructura, en la creencia de que la historia es sólo ético-política y no depende de condiciones objetivas. Respectivamente, estas posiciones derivan en puro sindicalismo y en oportunismo como líneas de acción política. En consecuencia, una línea correcta de acción política consistiría en comprender que la política sólo es tal si la vocación de poder se sustenta en las condiciones objetivas, pero que garantice la retroalimentación de la práctica por la teoría; o, dicho de otro modo, que progresivamente la lucha económica se transforme en lucha política.

El aporte fundamental de Gramsci no consiste en la distinción estructura-superestructura, sino en el vínculo orgánico entre ellas.

IV. LA HEGEMONÍA
El concepto de bloque histórico confiere al concepto de hegemonía un significado novedoso. Según Portelli, Gramsci acoge el legado leninista en cuanto el carácter de clase, el papel de las alianzas y las relaciones de fuerza, como elementos de análisis de la hegemonía; pero innova con respecto a Lenin, en cuanto al aspecto de dirección cultural-ideológica de la hegemonía.
La importancia que en el pensamiento gramsciano tiene la sociedad civil implica la relevancia de la difusión de una concepción del mundo (ideología) en la sociedad por parte de la clase dirigente. A las clases "auxiliares" o "aliadas", tal difusión se dará por adhesión, mientras que las clases subalternas serán absorbidas mediante la atracción de sus intelectuales, con la formación de un "sistema de solidaridad entre todos los intelectuales, con vínculos de orden psicológico (vanidad, etc.) y a menudo de casta (técnico-jurídicos, corporativos, etc.)"[20]. De esta manera se conforma un bloque ideológico cuya fuerza depende del grado de hegemonía de la clase dirigente. La disgregación de dicho bloque ideológico provocará la preeminencia de la coacción progresiva hasta llegar a la dictadura. Según esto, esquemáticamente, es identificable sociedad civil fuerte, democracia y hegemonía frente a sociedad política preponderante, dictadura y dominación.

La importancia que en el pensamiento gramsciano tiene la sociedad civil implica la relevancia de la difusión de una concepción del mundo (ideología) en la sociedad por parte de la clase dirigente.

Con todo, en la realidad, la relación entre dictadura y hegemonía no es tan esquemática. Cuando un bloque histórico se ha consolidado con base en una sociedad civil fuerte, la clase dirigente logra cierto consenso en las clases subalternas, y éstas han apoyado el cambio, los periodos dictatoriales son transitorios y señalan el surgimiento de otro período hegemónico más estable y duradero. Este es el caso de Francia (revolución burguesa-absolutismo napoleónico-república). Pero cuando un bloque histórico se consolida con base en el control del aparato estatal, sin que la clase dirigente se haya apoyado en las clases subalternas, y se haya comprometido con ellas, la dictadura puede ser permanente y refleja cierta asociación de hegemonía con dictadura. En este caso, los intelectuales de las clases subalternas serán radical mente separados de ellas, los frutos del desarrollo económico se restringirán abruptamente a los grupos económico-corporativos tradicionales y las tímidas transformaciones sociales harán variar poco las instituciones y mecanismos de participación política. Estos procesos son caracterizados por Gramsci como "transformismo". Nuestro país es un ejemplo.
Para terminar, la irrupción de un nuevo bloque histórico requerirá no sólo de la ruptura de la estructura con respecto a la superestructura, sino también de la consolidación de un nuevo bloque ideológico, de una nueva hegemonía.

Cuando un bloque histórico se ha consolidado con base en una sociedad civil fuerte, la clase dirigente logra cierto consenso en las clases subalternas, y éstas han apoyado el cambio, los períodos dictatoriales son transitorios y señalan el surgimiento de otro período hegemónico más estable y duradero. Pero cuando un bloque histórico se consolida con base en el control del aparato estatal, sin que la clase dirigente se haya apoyado en las clases subalternas, y se haya comprometido con ellas, la dictadura puede ser permanente y refleja cierta asociación de hegemonía con dictadura.

Bloque histórico dominante y perciban el nuevo bloque histórico, la crisis orgánica sí podrá resolverse en una revolución. Decididamente, el surgimiento y la dirección de un nuevo bloque histórico están precedidos de la escisión, por parte de la clase subalterna fundamental, del sistema hegemónico dominante, en el mismo seno de la sociedad que se quiere cambiar. Subvertir el orden establecido y crear uno nuevo a través de conciencia ideológica y organización política son los dos aspectos de un proceso revolucionario.

Decididamente, el surgimiento y la dirección de un nuevo bloque histórico están precedidos de la escisión, por parte de la clase subalterna fundamental, del sistema hegemónico dominante, en el mismo seno de la sociedad que se quiere cambiar. Subvertir el orden establecido y crear uno nuevo a través de conciencia ideológica y organización política son los dos aspectos de un proceso revolucionario.

BIBLIOGRAFÍA
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Luciano Gallino y otros, Gramsci y las ciencias sociales, Córdoba, Cuadernos de Pasado y Presente, No. 19, 1970.
Antonio Gramsci, El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1971.
Heinz Krumpel, Acerca de la importancia del concepto de la filosofía en el pensamiento de Antonio Gramsci, Fotocopia.
Mauricio Lebedinsky, Perfil Humano y metodología de trabajo de Antonio Gramsci, Fotocopia.
V. I. Lenin, El Estado y la Revolución, Pekín, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1974.
Hugues Portelli, Gramsci y el bloque histórico, México, Editorial Siglo XXI, 1987.
Periódico "Isitome", Estudiantes y Pueblo. Un comentario basado en Gramsci, Ponencia presentada al Seminario Nacional de Historia del Movimiento Estudiantil en Colombia, Bogotá, 1988.
Antonio Rodríguez, Elementos para una lectura de Gramsci, en Teoría y práctica, Nos. 12-13, Bogotá, 1978.
Antonio Santucci, El nexo política-cultura en Gramsci, Fotocopias.

[*] Economista Universidad Nacional de Colombia
[1] Antonio Gramsci. "El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce", Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1971, p. 12.
[2] Ib¡d,p.27.
[3] Ibid, p.31.
[4] Ibid.p. 11.
[5] Ibid.p. 16.
[6] Cfr, Luciano Gallino, "Gramsci y las ciencias sociales", Córdoba, Cuadernos de Pasado y Presente, No. 19, 1970.
[7] Antonio Gramsci, op. cit.,p. 17.
[8] Ibid, p.21.
[9] Hugues Portelli, "Gramsci y el bloque histórico", México, Editorial Siglo XXI, 1987, p. 23.
[10] Ibid, p.24.
11] Periódico "Isitome", "Estudiantes y pueblo. Un comentario basado en Gramsci". Ponencia presentada al Seminario Nacional de Historia del Movimiento Estudiantil de Colombia, Bogotá, 1988, p. 4.
[12] Huges Portelli, op. cit.,p. 24.
[13] V. I. Lenin, "El Estado y la revolución", Pekín, Ediciones en Lenguas extranjeras, 1874, p. 7.
[14] Bob Jessop, "Teorías recientes sobre el Estado capitalista", en "La crítica marxista del Estado capitalista: del Estado-instrumento a la forma-Estado", Bogotá, CINEP, 1980, p. 25.
[15] Huges Portelli, op. cit.,p. 39.
[16] Ibid.p. 35.
[17] Antonio Gramsci, op. cit.,p. 46.
[18] Huges Portelli, op. cit.,p. 46.
[19] Gramsci citado por Portelli, op. cit.,p. 52.
[20] Gramsci citado por Portelli, Ibid.,p. 71.