viernes, 29 de julio de 2016

Carta dirigida al ex presidente de Brasil Fernando Henrique Cardozo.

Dr. Carlos Matus

Los gobernantes son victimas de la misma escuela que ellos no han podido renovar. Cuando niños sufrieron el amaestramiento de la escuela tradicional: transmisión atosigante y autoritaria de conocimientos, a veces obsoletos, raciocinio determinístico, teorías en abstracto con olvido de la teorización sobre la realidad en que vive su familia y comunidad, excesivo respeto por los paradigmas vigentes, privilegio de lo cuantitativo sobre lo cualitativo e identificación de ciencia con los modelos bien estructurados con variables medibles. No le enseñaron a aprender, sino a aprender lo que le enseñaron. La escuela básica desaprovecha el potencial de inteligencia, creatividad y personalidad que encierra una mente joven y vigorosa, llena de interrogantes sobre el mundo. Cuando el futuro gobernante ingresa a la universidad, encuentra allí una fabrica de profesionales departamentalizados en facultades. En la universidad, recibe una carga de unidimensionalidad tecnocratica que no puede criticar. Su formación previa en la escuela mató su capacidad de crítica creativa. Ya es un seguidor en potencia de una ciencia o una disciplina que se asila de las otras y se desarrolla fuera de contexto. Pero los departamentos de la universidad no existen en la práctica y los problemas de la práctica social no están en la universidad. La medicina, la economía, la biología, la ingeniería, la arquitectura, las disciplinas jurídicas aportan conocimientos parciales que el gobernante debe aplicar a problemas de salud, económicos, educativos, organizativos, de regulación social, de gerencia publica, de conducción política, de diseño urbano, etc. Y estos problemas cruzan todos los departamentos de la universidad, son multidepartamentales y transversales. En esa práctica se gesta el primer choque entre su capital cognitivo y los problemas con que debe lidiar. El partido político completa su formación. Allí debe abordar o eludir problemas para los cuales no está preparado. Allí recibe el impacto de una práctica signada por la competencia electoral y los pequeños intereses. En el partido nadie lo prepara para gobernar. Pero, es ahí donde refuerza su ego y su individualismo, aprende a atacar y defenderse, y a usar a la gente para sus propios objetivos. En la práctica partidaria, crea su círculo de amigos que mas tarde serán sus guardapuentes de acceso a su gabinete. Algunos distinguen entre su ambición personal y el proyecto para su país. Otros refuerzan su proyecto personal y se olvidan de sus ideales de juventud. El 90% de los dirigentes políticos pasan por la universidad y complementan su formación en los partidos políticos y en el contacto con los medios de comunicación. La televisión, los periódicos y las revistas forman parte de su escuela informal. Con esa formación parcial, muchas veces distorsionada, el político asciende a las posiciones de gobierno. Allí debe ahora enfrentar problemas que no se ajustan a los modelos aprendidos en la escuela formal y en su práctica política. Tiene que dirigir organizaciones, diseñarlas o remodelarlas. Tiene que orientar y regular la economía, y para ello no basta la formación del economista sin dominio de la política. Tiene que regir la salud publica aun cuando la formación del medico esté muy lejos de capacitarlo para ello. Obstetras, cardiólogos, ginecólogos y cirujanos distinguidos en su profesión alcanzan su nivel de incompetencia cuando tienen que planificar, organizar, controlar, distribuir gobernabilidad y evaluar resultados. Un ministerio es algo muy distinto que una sala de cirugía o un consultorio medico. Tiene que hacer procesamiento tecnopolítico de los problemas y decisiones, pero su formación separa brutalmente la técnica de la política y la gestión. Trata desesperadamente de aplicar sus conocimientos profesionales y su experiencia política, pero ambas son como dos partes irreconciliables de su vida. Cree que la experiencia política es suficiente para complementar su formación universitaria. En el comando del gobierno siente o intuye que hay una enorme distancia entre lo que debe y puede hacer. Y frente a ese dilema, con "sentido practico", renuncia al debe ser y se conforma con el puede ser, que es muy poco. Si esta inconforme, entonces culpa a otros de ese brecha entre proyecto y realizaciones. Culpa a la burocracia, al simplismo del ciudadano común que no comprende sus esfuerzos, a los medios de comunicación que silencian su obra, y a la herencia de problemas que hereda y que dice conocer solo ahora en su real magnitud. Cree que esta maniatado por las circunstancias y no por su capacidad insuficiente de gobierno. Como no puede enfrentar los problemas que el ciudadano valora ni sabe modernizar las herramientas de gobierno que podrían ayudarlo en esa tarea, culpa siempre a las circunstancias y a fallas en la comunicación de lo que hace. Hasta ahora no he encontrado ningún gobernante que va mal que reconozca la inefectividad o insuficiencia de su acción. Sostiene que hace mucho y comunica poco. Este es un argumento doblemente frágil. No existen políticos que no sepan comunicar. De eso si saben. Pero, además el hombre común no necesita que le comuniquen cuando llueve y se moja. El efecto informa mejor que la televisión, si es positivo y tiene magnitud. Cuando algo importante y positivo ocurre se comunica inevitablemente al ciudadano por sus consecuencias, tal como ocurre con las malas noticias. La explicación de este fenómeno es entendible: nadie puede reconocer que lo hace mal sin corregir o culpar a otros. Esta baja capacidad para gobernar se combina con la soberbia y la sordera, multiplicadas por la posición de poder que lo hace superior. Jamás se le ocurre pensar que su agenda está mal organizada, que no tiene soporte de procesamiento tecnopolítico, que su equipo de planificación es muy poco practico, tecnocrático y deficiente, que no dispone de equipos preparados para reorganizar y modernizar el aparato publico que lo aprisiona con su fricción burocrática, que no sabe cobrar cuentas por desempeño, aunque exige a gritos el cumplimiento de metas aisladas y mal procesadas, que no sabe distribuir responsabilidades y gobernabilidad y concentra todo en sus manos porque cree que las deficiencias están abajo y no en la cabeza del gobierno. Como no sabe que no sabe, menosprecia el entrenamiento. Ya no lee ni estudia. No tiene tiempo para pensar y estudiar porque esta muy ocupado con cosas menores que él mismo centraliza y resuelve una a una, porque no sabe resolverlas en serie mediante reingeniería publica. El centralismo refuerza su ego y llena su agenda. En su vocabulario hay palabras que no tienen cabida o tienen un significado menor. La planificación moderna es un juguete indigno de hombres maduros. No puede salir de su prisión porque su teoría no se lo permite. El mundo del hombre es del tamaño de su vocabulario.

Si alguien le dijera que debe entrenarse en Ciencias y Técnicas de Gobierno se reiría a gritos. ¿Quien podría enseñarle algo nuevo e interesante, si ya sabe todo por experiencia? En contraste, las informaciones dicen que Margaret Tatcher, siendo Primer Ministro, asistió a seminarios sobre manejo de crisis. No tuvo miedo ni soberbia para aprender. Tampoco alegó falta de tiempo. Por otra parte, ¿Qué le ofrece la universidad al gobernante capaz de hacerse esta autocrítica? ¿Existe alguna Escuela de Gobierno en nuestros países con una oferta de conocimientos que interese a los políticos y los gobernantes? La universidad está de espaldas a los problemas del gobernante y del gobierno en dos sentidos: uno, su oferta de enseñanza es inapropiada para el dirigente publico; dos, casi no realiza investigaciones por problemas que estén en el centro de la agenda de la sociedad y del gobernante. Mientras tanto los gobernantes dan palos de ciego con reformas institucionales y organizativas de contenido inapropiado y carente de estrategia para cambiar las prácticas de trabajo del aparato público. No se moderniza, sólo se privatiza. Pero si el criterio para privatizar se basa en traspasar al sector privado lo que no funciona bien en el ámbito publico, la lista de privatizaciones debería estar encabezada por la Presidencia de la Republica, convertida en sociedad anónima y el Congreso Nacional y el Poder Judicial en sociedades de responsabilidad limitada. Mientras tanto, en algunos países, se privatizan servicios públicos, como la educación técnica, que constituyen uno de los pocos recursos efectivos a que puede acudir la población más pobre para salir de esa situación.

Algunos creen que la formación del gerente privado es suficiente para abordar los problemas públicos. Es un error mayúsculo. Tan grande como pensar que las actuales escuelas de administración publica resuelven el problema. En Harvard existe una Escuela de Negocios bien diferenciada de la Escuela Kennedy de Gobierno, sin perjuicio de que ambas tengan algunas asignaturas comunes. Las escuelas de gobierno, que merezcan su nombre, no abundan en el mundo. Eso es cierto. Pero, en América Latina solo tenemos escuelas de negocios de buena calidad y escuelas de administración pública que extrañan una manito renovadora. Yo creo que los políticos y los gobernantes deben ir a la escuela. Sé que esto es un atrevimiento y pido excusas. Mi creencia significa exactamente respeto por la función política y los partidos políticos. Mi recomendación quizá no es aplicable a los políticos y gobernantes actuales. A muchos de ellos, su orgullo, el mal uso del tiempo y el deterioro de sus oídos con el polvo del poder, los excluye de esta propuesta. Están bien excluidos. El remedio sería inefectivo para ellos. Pero, hay que tener esperanzas con los futuros gobernantes y el futuro de los partidos políticos. De otro modo ¿cómo se consolidará la democracia y ascenderá a niveles superiores? Pero, ¿a cuál escuela irían? La respuesta es obvia: América Latina requiere, al menos, una Escuela de Gobierno. Una de alta excelencia. Hay que crearla. Yo quisiera ser alumno de esa escuela. La palabra la tienen las universidades y los institutos de enseñanza sobre administración pública. No se trata de una escuela para formar líderes ni formar presidentes. Ello es imposible. Se trata de un centro de post-grado donde los profesionales que sientan la vocación de la política y del servicio público se preparen para ese llamado potencial. El líder se forma en la práctica y lo nombra y selecciona el sistema democrático. La escuela de gobierno será su apoyo, no su medio de selección. Con este escrito le recuerdo con respeto y amistad al Presidente Fernando Henrique Cardozo, que algún tiempo atrás concordó conmigo sobre la necesidad de una escuela de gobierno, que Brasil puede encabezar esta renovación y constituirse en el caso pionero de una nueva generación de gobernantes.

martes, 26 de julio de 2016

233 años Simón. Por Lenin Altuve.



Es perentorio en esta celebración del natalicio de Simón Bolívar el Libertador, y en el extraordinario momento histórico que nos ha tocado vivir, conscientes del cambio de Época que atravesamos como sujetos políticos-históricos y colectivos; protagonistas de nuestro devenir, dar una mirada, una mirada crítica; pero esa mirada no es la de la visión inquisidora y moral de la historia con la que han clavado sus ojos y sus plumas por tantos años sesudos historiadores, y escritores, que, desde su propia y cómoda temporalidad, disparan sus juicios de valor hacia Bolívar y su gesta emancipadora.
Unos, lo han montado en un altar, sacralizándolo, y de esta manera alejándolo del pueblo, deshumanizándolo… y otros tantos, creyéndose portadores del báculo de la verdad y la razón, lo bajan de ese altar estatuario, pétreo. Pero de manera mezquina lo entierran en el lodo de la ignominia, escarbando en los entresijos de su vida para desmeritar sus acciones y contaminarlas con el oprobio. Han sido y son unos y otros “el mismo negro con diferente cachimbo”.
La crítica, necesaria además, no debe ir dirigida a Bolívar, o mejor dicho, no debe ser hacia la figura de Bolívar, que, dicho sea de paso, es a lo que por nuestra miope y sesgada visión de la historia –esa que llamamos historia patria- podemos aspirar. A esa figura de un Bolívar mediado por las conveniencias de las altas esferas y grupos de poder que por tantos lustros ocuparon el gobierno, y que dependiendo de sus intereses, le han colocado la envestidura que mejor se adapte a sus objetivos particulares; Transfigurando tanto nuestro Simón, que nos terminan siendo irreconocibles y opuestas para el pueblo las figuras que de él se crean, como distinta ha sido su iconografía.
Así entonces es a la figura de Bolívar y no a Bolívar en sí mismo, a quien nos ufanamos de conocer, y por ende de criticar, fundamentados por los débiles andamiajes de los juicios de valor impuestos por aquellos “especialistas” que trafican con la historia.
Entonces, ¿hacia quién debe ir dirigida la crítica? Nos aventuramos a decir, hoy en este día que la crítica debe apuntar hacia nosotros, el nosotros pueblo; el sujeto político en su más amplio significado, la del sujeto que por definición vive y se desenvuelve en sociedad, y a su vez contribuye a transformarla.
Ese ejercicio de autocrítica que estamos llamados a ejercer, no es de carácter destructivo, pero si se trata de deconstruir esa visión que ha sido enquistada en nuestro imaginario colectivo, de que las caras más visibles de nuestra gesta independentista, y a la cabeza de ellas, Bolívar, estaban envueltos en una suerte de halo mágico, en donde la providencia, y no su contexto histórico, les marcó el rumbo que los llevaría a liderar el proceso de independencia política conquistado frente al imperio español.
Y más aún, que Bolívar, líder indiscutible de nuestra revolución de independencia, fue producto taumatúrgico del destino, y sus acciones obedecieron a un “no se qué”, inexplicable, propio de hombres sobrenaturales, que parecieran estar, por sus dotes, fuera de la historia.
Nada más alejado de la realidad. Nosotros ese nosotros pueblo, que desde hace al menos dos décadas hemos venido tomando conciencia de nuestro papel en la historia, debemos tener claro, cristalino, que Bolívar fue y sigue siendo expresión y hechura de las masas populares, que, por las contradicciones propias de una sociedad convulsionada, y en crisis; la sociedad colonial del siglo XIX, en el caso del contexto histórico que le tocó vivir al Libertador; y en nuestro caso, la crisis eminente de la sociedad capitalista, le ha tocado estar a la vanguardia de los movimientos revolucionarios de la América del Sur.
Nos resulta casi ocioso y hasta tedioso, inclusive en una fecha como hoy a los doscientos treinta y tres años del natalicio de Bolívar, recordar y repetir cronológicamente, partiendo desde un 24 de Julio de 1783 hasta un 17 de Diciembre de 1830, lo que hemos escuchado hasta la saciedad como un rezo doctrinario, aprendido de memoria desde los primeros años de nuestra educación. Las peripecias, sucesos, anécdotas, acontecimientos y hazañas que marcaron la vida del grande hombre que fue y es Simón Bolívar. En todo caso no es esa nuestra intención.
Sin embargo, sí hemos querido hacer referencia a su vida y obra; porque son el reflejo vital de un pueblo fraguado al calor de una revolución, y configurado por la violencia de una guerra fratricida. Para nosotros hablar de Bolívar, no debe ser más hablar de un súper hombre, fuera de este mundo. Hablar del Libertador, debe ser en lo sucesivo hablar de pueblo, hablar de nosotros, o, hablarnos a nosotros, debe ser hablar de espacio y tiempo, de contradicciones inherentes a la condición humana. De multiplicidad, de abundantes fracasos y efímeros éxitos. Pero también de enseñanzas permanentes en el tiempo.
Y para hablar de Bolívar, hemos querido, así como lo hizo hace treinta y tres años el maestro José Manuel Briceño Guerrero en su -RECUERDO Y RESPETO POR EL HEROE NACIONAL- observando al Libertador la luz de Tucídides, mirarlo nosotros a la luz de Miguel Acosta Saignes y su -ACCIÓN Y UTOPÍA DEL HOMBRE DE LAS DIFICULTADES- .
Este magnifico ensayista, etnohistoriador, geógrafo y docente venezolano, que escribió que “la identidad no es la historia, sino que más bien es la conciencia de la historia”, nos ilumina con su maravillosa biografía de Bolívar, maravillosa en tanto y en cuanto que es una biografía del pueblo venezolano y de su heterogeneidad, y no adosada a un culto que cómo hemos dicho, lo deshumaniza y lo petrifica. Así pues nos dice Miguel Acosta Saignes que: “ No es posible estudiar a Bolívar fuera del gran contexto político internacional, americano y europeo, dentro del cual hubo de actuar, ni aislarlo siquiera momentánea o metodológicamente, como solitario de capacidades eminentes cuyo genio lo llevó a ser guía y héroe. Así lo presentan muchos historiadores y políticos para que la enseñanza de su esfuerzo resulte baldía y para que las masas combatientes en el mundo de la segunda parte del siglo XX, no vean ejemplo y enseñanza en las peleas de los esclavos, de los pardos, de los indios, de los mestizos, quienes formaron los ejércitos de liberación. Nosotros lo vemos como el genio resultante de muchos sectores: el de los criollos dirigentes del proceso de libertad con sus propios designios; el de los ejércitos mixtos, que sufrieron infinitos sacrificios y enseñaron a Bolívar como era en realidad su vida cotidiana… el de los esclavos que en algunas regiones lucharon en 1813 y 1814 al lado de los ejércitos patriotas en el oriente… y en ocasiones como durante esos mismos años en los llanos erraron el camino de la libertad nacional, pero obligaron a Bolívar, y a los criollos, a tomarlos en cuenta como inmensos factores en la lucha.”
La biografía de Acosta Saignes nos presenta una radiografía de las luchas intestinas de un pueblo que todavía no se convertía en nación, ni tenía noción de ella, un pueblo dividido que tenía distintos anhelos y conceptos de libertad; la libertad económica y política de los mantuanos que, desde las reformas borbónicas y con la instauración del monopolio comercial otorgado a la compañía Guipuzcoana en 1730 dejaron de gozar. La de los pardos que aspiraban a la igualdad social en relación a esa élite mantuana, negada de facto por una sociedad impermeable en la práctica aunque con licencia para adquirirla por medio de la real cédula de gracias al sacar aprobada en 1795, que pretendía vender el “blanqueamiento” social para llenar los bolsillos de un reino vaciado por las guerras europeas. La de los negros esclavos que veían en la guerra de independencia una salida abrupta luchando en uno u otro bando, para escapar a una vida condenada a la esclavitud del cuerpo y del espíritu.
Entonces, no es el Bolívar aislado de la dinámica social como nos han querido hacer creer. Continúa Miguel Acosta Saignes diciéndonos que “Algunos afirman a veces, que es preciso estudiar a Bolívar como hombre, no como semi-dios, pero al analizarlo se quedan en rasgos personales, en anécdotas. Los mantenedores de su culto antipopular pretenden esculcarle hasta los entresijos del pensamiento. Según ellos, no quiso decir esto sino eso otro; no sentía de tal modo, sino como ellos lo imaginan. Lo cual por cierto, conduce a preguntarse ¿hasta dónde es posible estudiar a un ser humano desaparecido en cuanto fue su personalidad?”.
No es posible entonces divorciar la vida de nuestro Libertador con la del Pueblo, inclusive y necesariamente de la de su clase, la mantuana y sus intereses. Es un Bolívar que va tomando forma y cuerpo a la par de la masa popular, que evoluciona con ella, a la que intenta no siempre con éxito comprender, por sus orígenes aristocráticos, pero que poco a poco irá mimetizándose entre ella, pareciéndose más a ella, asumiendo al lado de ella su papel en la historia. Al respecto nos interpela el escritor de su Acción y Utopía. “¿Cual es el papel del individuo en la historia? ¿Hacen algunos individuos geniales la historia, convenciendo a las sociedades de lo que les parece preferible? ¿Cuál es el papel de las masas en la historia? ¿Siguen ciegamente a los grandes guías o los impulsan con su acción, hasta ahora no analizada adecuadamente en la mayor parte de los casos? ¿Cuál fue el papel de los esclavos en la gran contienda política de la independencia? ¿Cuáles fueron las realizaciones de Bolívar correspondientes a los ideales de su clase, los mantuanos? ¿Reflejó Bolívar a su sociedad? ¿En qué sentido? ¿Entra alguna vez Bolívar en contradicción con los sectores que lo eligieron repetidamente como conductor?... ¿Fue Bolívar sacrificado por su clase después de haberlo empleado…?”.
Estas y otras preguntas son realizadas en el texto al que invitamos a revisar para conocer más acerca de Bolívar y su contexto; lo que es lo mismo decir, para conocernos a nosotros y nuestro acaecer. Pero estas interrogantes sólo son pertinentes hacérnosla ubicándolas en su debido contexto, para proyectarlas sobre nuestro propio tiempo, haciéndolas nuestras, haciendo nuestro a ese Bolívar que tanto nos han querido alejar.
En el relato de Acosta Saignes tienen prioridad cuestiones ontológicas que permiten comprender al lector el universo que rodeó al Libertador durante la gran revolución, y que privan por encima de los análisis áridos y estériles muchas veces repetidos de su personalidad, o de tal o cual acontecimiento; cuestiones como el Ser mismo del llanero, rastreando sus orígenes y afirmando que “los primeros llaneros de Venezuela fueron indígenas”, estudiando la formación económico-social de los llanos, y el cómo fueron los llanos mismos la base económica que permitió el desarrollo de la guerra.
Se aboca a indagar en la demografía y producción de un pueblo devastado por la guerra, de cómo el saqueo durante el terrible año de 1814, formó parte de una nueva forma de economía de guerra, impulsada por la gran masa de pardos, indios y negros liderados por el primer verdadero caudillo de las masas populares, el español José Tomás Boves, que desató contra los criollos mantuanos toda la furia contenida en un pueblo cansado de la explotación ejercida por más de doscientos años a manos de sus amos criollos, más que por un lejano rey que jamás habían visto.
El escritor busca respuestas en cuestiones que se alejan de los grandes análisis políticos, pero que indagan el quehacer diario de las comunidades como por ejemplo, la importancia de los cueros en la economía colonial venezolana, o el carácter latifundista de la tenencia de la tierra. Nos explica que no era el territorio lo que marcaba la riqueza sino el número de cabezas de ganado que se poseía en las postrimerías de la guerra. Intenta vincular los ejercicios económicos de nuestra accidentada y variopinta geografía nacional, con sus modos de vida, y el cisma que produjo la revolución en ellos. La Importancia de la base productiva de los ejércitos libertadores, las transacciones comerciales con las Antillas, la titánica tarea que suponía la manutención del ejército y la obtención de las armas para continuar la lucha, y se pasea por los problemas de abastecimiento.
No hay que ser muy perspicaz, para darnos cuentas que salvando las distancias temporales, las luchas y las distorsiones que se generaron hace más de doscientos años producto del colapso de un modelo, se nos vuelven a presentar retos similares, porque si bien es cierto que la historia no se repite, no es menos cierto que lo que sí tienden a repetirse en la historia son los fenómenos.
El Bolívar que se nos muestra aquí es un hombre que como su sociedad, sufre un proceso de transformación espiritual, interno, condicionado por los acontecimientos que por fuerzas históricas y no por destino providencial le tocó vivir y liderar; En principio y fundamentalmente fue sin lugar a dudas no solo conductor principal de los ejércitos sino como indica El escritor fue el mayor representante de la clase que gua guerra de emancipación: la de los criollos o mantuanos. M.A. Saignes sirviéndose de Marx y Engels nos explica el por qué. “las ideas de la clase dominante en cada época, son las ideas de esa época. Los individuos que toman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello, y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión y, por tanto, entre otras cosas, también, como pensadores, como productores de ideas, que regulan la producción y distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean por ello mismo las ideas dominantes de la época.”
Pero este mismo Bolívar, es el que se irá dando cuenta, comprendiendo la sociología de las conmociones sociales, de que la conducta de los individuos era el resultado de muchas fuerzas cruzadas, ese Bolívar que en 1817, resaltó extraordinariamente la virtud de la cooperación, así como el papel del pueblo, de la gente común, incluidos los esclavos en la lucha anticolonialista, y que como nos comenta el biógrafo al que a su luz hemos querido ver “… durante 1815 y 1816 los extraordinarios esfuerzos colectivos mantuvieron vivo y combatiente el ideal de la independencia, demostraron que la empresa ya no era sólo designio de los mantuanos, sino de grupos campesinos, de llaneros, de pescadores, de gente marginal, habitadora de montes y llanos, de cumbes y rochelas, decididas a crear una sociedad distinta, hasta donde alcanzaran sus fuerzas. Los historiadores dejan en la penumbra el sufrimiento, la decisión, el valor increíble de esos venezolanos, y extranjeros también, que andaban desnudos o semi desnudos, que resistían largas temporadas con un mínimum de consumo”.
Nuevamente los fenómenos se repiten, pero lo que no debe volverse a repetir es que ni historiadores, ni sesudos analistas que no sufren en la epidermis la realidad de nuestro devenir como colectivo, secuestren nuestra historia; la de Bolívar y un pueblo que es él, porque es su tiempo histórico la sangre en la que se bañaron los acontecimientos que vivió y sufrió. Pero tampoco debemos admitir que rapten nuestra historia inmediata, nuestra historia del tiempo presente, porque si somos nosotros los que la estamos haciendo, seremos nosotros los que debemos contarla, desde las distintas perspectivas que reflejan nuestra diversidad como pueblo, como sociedad.
En su cumpleaños numero doscientos treinta y tres, no nos hemos a arriesgado a llamar a Bolívar, el Padre de la Patria, no porque no lo sintamos como tal, sino porque partiendo del ejercicio permanente que hemos estado realizando para la comprensión crítica y pertinente de nuestra América latina, nos preguntamos si Venezuela la Venezuela Bolivariana es una Patria ya conformada y no una en formación, y que un pueblo en busca de un padre que lo guíe no deja de ser un pueblo adolecente, que ratifica la necesidad de dejarse conducir por un gendarme necesario. Más bien queremos intentar sembrar la semilla de que como ha hecho alusión un compañero en los constates debates autocríticos, en referencia a otro gigante de nuestro tiempo (Chávez), veamos a Bolívar como un hijo del pueblo, un hermano, y que su genio radicaba en que como el mismo lo dijera “yo apenas he podido seguir con trémulo paso la inmensa carrera a que mi patria me guía. No he sido más que un débil instrumento puesto en acción por el gran movimiento de mis conciudadanos”. Nosotros pensamos que su grandeza no se explicaba por fuerzas sobrenaturales, sino porque como nosotros, sirviéndonos de la frase de Nietzsche el Libertador fue “Humano demasiado Humano”.
 
Simón Bolívar. Artista: Felipe García.

¿Dónde está el sujeto histórico político? Por Lenin Altuve

Así como la Patria, el sujeto político es un sujeto en construcción. Es anhelo y proyecto; y como esa Patria, el sujeto político está fragmentado en su esencia. Su amalgamiento y consolidación depende de dos elementos; el primero, tiene que  ver con la toma de conciencia del papel del individuo-colectivo, que está obligado a jugar un papel eminentemente activo en la sociedad que le toca transformar, es tener conciencia del tiempo histórico en el que  vive. El segundo elemento, a saber, es precisamente el necesario tiempo histórico que necesita para su fraguado y que trasciende nuestro ciclo vital.

"La Paz Sí es Contigo"




 


"La Paz Sí es Contigo"

Fernando Buen Abad Domínguez

Rebelión/Universidad de la Filosofía

Todas las cuerdas vocales ejecutan en Piedad Córdova una sinfonía de las luchas populares que nos representan en clave de "SÍ mayor". Su voz ya no es asunto de una sola persona ni es sólo palabra colombiana. Es el clamor de humanidad que exige Paz por el pasado, por el presente y por el futuro. Con urgencia. Ya tenemos con Colombia muchas deudas. No hemos sido suficientemente solidarios ni nos hemos expresado como la Historia lo ha requerido. Habrá que decírnoslo frente al espejo de la lucha para que nos devuelva el retrato correcto de lo que debemos estar haciendo hoy de la mano de quienes luchan sobre una "mesa de diálogos" por la Paz auténtica: sin trampas y sin traiciones. Esta es una gran lucha por la Humanidad. Es imposible, inaceptable, hacerse omisos o hacerse sordos incluso si se tienen debates o desacuerdos con unos u otros métodos de lucha. Hace mucha falta la crítica comprometida… en serio. En las "mesas de diálogo" por la Paz estamos todos involucrados, aunque no lo sepamos.

Uno no se cansa de advertir a Piedad Córdoba los peligros -que ella siempre parece aminorar- llevada por el fuego de una militancia irredenta y ascendente en favor de la Paz en Colombia y en el mundo entero. Uno no se cansa de admirar su motor -sus motores- humanistas que alimentan solidaridades de todo género. A Piedad Córdova no le hacen falta argumentos para expedirse en abrazos amorosos -como se debe- con todo aquel que, como ella, da la vida por la Paz o es una víctima por la falta de ella.

Atreverse a hablar de Piedad Córdoba conlleva el reto de eludir simplismos apologéticos de ocasión o festivales de halagos bobalicones. Las virtudes que medio mundo encuentra en Piedad Córdoba deben ponerse a salvo del "culto a la personalidad" que suele servir para sacar de la vista las mil y un batallas que esta mujer enfrenta a diario, incluso sin medir ciertas consecuencias graves. Por eso, para ella y para quienes arriesgan todo por La Paz, uno debe exigir respeto por sus vidas y garantías contra la mano de los traidores que abundan, incluso camuflados como "buenos muchachos" negociadores. Una y otra vez Piedad Córdova ha puesto los pies en los escenarios más complejos y peligrosos. Ha visto el horror mientras ha visto, también, su vida en riesgo bajo el silbido de las balas. Algunos que hemos visto su llanto, su rabia, su impotencia… hemos visto siempre su ternura de acero y su claridad política incluso en los momentos más oscuros.

Contra Piedad se ha ensayado mil calumnias, mil puñaladas y mil traiciones. Hay operaciones mediáticas en su contra y de tiempo completo pero ella va y viene por el mundo, hace lo inimaginable para sumar voluntades. Explica con paciencia militante siempre fresca, una y otra vez, ese su sueño tan enorme y tan nuestro de ver a Colombia, inmensa y hermana, viviendo en Paz por fin y para siempre. Pero no en una Paz de tontos ni en una Paz de inertes. Piedad quiere una Paz dinámica, renovada y en pie de lucha. Paz en movimiento haciendo y haciéndose justicia social. No una Paz de los que están cansados y resignan todo sino la Paz como un Derecho Humano cúspide y brújula de todos los derechos. A Piedad se la ve, en escenarios más diversos, ser siempre la misma. Torbellino de sueños empeñado en que soñemos todos despiertos con la Paz para hoy y la Paz para el futuro. 

Desde luego que la lucha de Piedad no es una sinfonía para una sola voz. Es el ensamble de millones de voces de un territorio en disputa añeja. Voces de mujeres y hombres que sin importar edad, color de piel, ni geografía hacen punto encuentro en la voz de Piedad. Gracias a su ejemplo uno ama más a la Colombia que nos han invisibilizado. Por la ternura de Piedad uno ama mejor las razones de las luchas que no quieren una Colombia secuestrada por terratenientes ni por burócratas serviles al imperio. Uno ama esa Colombia que expresa Piedad fraterna, pueblo, lucha y esperanza. Es irremediable y es necesario. Se trata de un amor a Colombia que es intenso y es doloroso. Que es telúrico e histórico. Que es ancestral y nuevo. Que es beligerancia por la Paz. Que es su pueblo. No dejemos que nos la traicionen.

Es premisa entender que -en el mundo entero- los métodos para conquistar la Paz han tenido diferencias sustanciales, contradictorias y polémicas… y es premisa también fijar puntos de unidad incontrovertibles para que la Paz no sea un término amorfo, ambiguo ni refugio de hipocresías "políticamente correctas". Uno de esos puntos de acuerdo, anclado a una severa crítica al capitalismo, es la lucha por defender a los más débiles, frágiles y víctimas de la guerra desalmada que las oligarquías han desplegado contra los pueblos para saciar su voracidad de mercado despojando a los pueblos de lo suyo. La lucha por la Paz es una buena manera de no olvidar que la guerra es el comercio por otros medios y eso es monstruoso porque, entre todas las desgracias, son los pueblos los que, extorsionados, terminan financiando la violencia que se usa en su contra. Igual de monstruoso es que las víctimas lleguen a creer que la Paz no es asunto suyo  o que la Paz ¡que es su derecho! es imposible o "utópica".

La Paz en Colombia necesita de un portentoso movimiento comunicacional mundial. La lucha por la Paz es también una batalla en el territorio "simbólico". Hay que decirlo de todas las maneras posibles. La Paz en Colombia no es asunto sólo "técnico", es asunto amores y de fraternidad… de belleza y de unidad. En Colombia han cometido y se cometen atrocidades y horrores, incluso comunicacionales, que no pueden quedar impunes ni invisibles. No deben servir para inyectarnos miedos incluido el miedo mediático tan letal en muchas cabezas. Tiene que ser así. Movimiento de la dignidad que toma la palabra y se hace clamor que exija respeto por la vida de TODOS y Justicia Social. Ese movimiento de comunicación portentosa por la Humanidad también es un desafío de cada día y de cada territorio de lucha. Estamos sometidos a una guerra desalmada que nos quiere hambrientos y sumisos, nosotros queremos dignidad y felicidad para los pueblos emancipados. En eso, Piedad Córdoba nos muestra un camino en el que "la Paz sí es… contigo". ¿Cómo no seguirlo?

domingo, 17 de julio de 2016

¿Dónde está el sujeto histórico político? Por Lourdes Contreras


Para construir el comunismo, simultáneamente con
la base material hay que hacer al hombre nuevo”
Ernesto “Che” Guevara.

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Presidente no decaiga, no se rinda. Si yo debo cortarle las patas de mis muebles para hacer leña y cocinar, lo hago, pero usted Presidente no se rinda. Palabras más, palabras menos, esto fue lo que le dijo una señora de un barrio de Caracas al Presidente Chávez durante el paro petrolero realizado por la derecha de Venezuela entre finales del año 2002 y principio del 2003, en donde la escasez de gas doméstico, gasolina y alimentos entre otros, golpeó al país.

Estamos ante la presencia de una mujer, de un sujeto histórico, que con conciencia, con la dignidad en alto, en la lucha por un mundo mejor , se abrogó ser la voz de los muchos para apoyar al líder y defender las libertades, sus derechos individuales, los derechos colectivos y la justicia social, los cuales constituyen algunos de los elementos esenciales de un humanismo integral.

Hoy año 2016, Venezuela vuelve a vivir de manera más profunda y compleja otro ataque implacable en contra de nuestra economía y al tiempo se crea desestabilización política y terror psicológico, llámese guerra. Necesario es retomar con ímpetu y fuerza nuestro papel de sujetos revolucionarios (identificado como pueblo—sujeto, vanguardia—masas) o ser el vanguardismo, asumiendo el protagonismo natural en movimientos sociales, colectivos, individualidades, como punta de lanza, tomando nuestra responsabilidad ante la propia historia, que nos permita irnos construyendo a nosotros mismos como hombres nuevos, como sujetos históricos y políticos para la construcción de ese otro mundo posible.

Sin embargo, es necesario reflexionar con mayor rigurosidad acerca del bien común, de la la misma justicia social, como la realización práctica del individuo como sujeto de la historia, para que impulse dentro de nuestras filas revolucionarias la convicción profunda que desde lo político – ideológico y social han de ser la alternativa al sistema capitalista de dominación, que para ser vanguardia se ha de luchar por un cambio cultural, social, portando así un proyecto para una nueva sociedad en torno a los valores de la libertad, la diversidad, la pluralidad, la justicia, la igualdad y la dignidad del ser humano.

Necesario es recordar las palabras de Chávez en su última alocución, el 08 de diciembre de 2012, quien dio su vida por hacer una revolución socialista en permanente reflexión filosófica del mundo: “Patriotas de Venezuela, hombres y mujeres, rodilla en tierra; unidad, unidad, unidad de los patriotas”.

Si entendemos la cultura como los procesos de producción y transmisión de sentidos que constituyen el universo simbólico de los individuos, los grupos sociales y la sociedad en su conjunto, entonces las izquierdas y el sujeto histórico que buscamos desarrollar, deben desplegar sus capacidades, creatividad e imaginación para configurar contraculturas y espacios culturales anti-sistema, alternativos al sistema, que contribuyan a producir y transmitir sentidos y bienes simbólicos que apunten hacia la realización, desde las relaciones cotidianas y hasta las relaciones sociales, económicas y políticas estructuradas en torno a los valores de la libertad, la diversidad, la pluralidad, la justicia, la igualdad y la dignidad del ser humano.


Nawseas. Afiches para la campaña “Somos” en conmemoración de los 2 años de la siembra del Comandante Hugo R. Chávez
Nawseas. Afiches para la campaña “Somos” en conmemoración de los 2 años de la siembra del Comandante Hugo R. Chávez

viernes, 1 de julio de 2016

La Guerra Mediática. Entender o no entender... eso es el dilema.


 


La Guerra Mediática

Entender o no entender… eso es el dilema.

Fernando Buen Abad Domínguez

Rebelión/Universidad de la Filosofía

 

"Estamos a Tiempo"

Pronunció Walter Martínez[1] el "Discurso de Orden"[2] en la entrega de los premios de periodismo 2016 en la República Bolivariana de Venezuela. Walter fue receptor de tal premio, una vez más, por sus aportes al periodismo latinoamericano y a la "Batalla de las Ideas", también con herramientas de comunicación e incluso dentro de los llamados "mass media". Es imposible reseñar el total de los temas tratados en tal discurso pero es indispensable subrayar uno de ellos que es preocupación permanente de Martínez y tema obligado para un continente acosado por las bases militares y las "bases mediáticas" que operan con toda impunidad e impudicia: La Guerra Mediática o de "cuarta generación". En "pleno desarrollo" (Walter Martínez Ipse dixit).

Lo que en la ceremonia de premiación tuvo formato de "conferencia magistral", cumplió con volver a martillar sobre un yunque de principios y de acciones donde es necesario labrar el plan conjunto de los pueblos revolucionarios hacia un frente de unidad para la defensa y para la vanguardia de la comunicación emancipada y emancipadora. La "Guerra Mediática" no es una ficción de mentes conspirativas, no es una pesadilla hija de la indigestión, no es un ataque paranoico ni es un destilado de morbos pensados para vender miedos rentables. Aunque a no pocos les parezca exagerado, inverosímil o inaceptable.

Todas las formas del énfasis y todas las tácticas y estrategias discursivas (pertinentes al formato expositivo desplegado por Walter Martínez) fueron usadas para abrir cabezas y despejar nubarrones… la Guerra Mediática está en marcha y sólo faltó tomar por las solapas a los asistentes y sacudirlos para reiterar lo urgente y alarmante de la situación enredada con nuestras debilidades y nuestras confusiones que, a granel, generan frenos, desvíos y extravíos costosos, peligrosos y suicidas. Una y otra vez el acento en el discurso de Walter Martínez tuvo referencias en las fuentes de información militar pero fue escrupuloso en esclarecer la importancia excluyente la amalgama cívico-militar, de la movilización popular y su carácter revolucionario inspirado por las ideas y la práctica de Hugo Chávez y su apuesta por el socialismo.

En ese discurso no hubo tiempo suficiente para profundizar, eso lo advirtió el propio Walter desde el principio y su advertencia no fue un simple gesto de cortesía, por el contrario, fue una ventana al realmente enorme problema y un alerta pertinaz para entender la dimensión exacta de una Guerra súper-dinámica que se nos va de las manos, de nos va de la vista se nos va y nos inundad incluso cuando nos "entretenemos" con la "tele". Y más allá de las limitaciones del tiempo y de propio formato de la exposición, quedó bien claro que es urgente asumir esa Guerra Mediática como una prioridad de investigación y como urgencia de acción en momentos en que se llenan los imaginarios con el terrorismo mediático basado, por ejemplo, en convencernos de que la década ganada llegó a su "fin de ciclo". Que la Revolución no es Permanente.

Aunque parezca increíble, a pesar de las miles de evidencias y consecuencias que la Guerra Mediática ha tatuado en nuestra Historia reciente, todavía no es materia obligatoria ni agenda prioritaria en los centros de enseñanza ni en los frentes de lucha. Exculpemos a las excepciones. Todavía es necesario tocar miles de puertas y no pocas veces soportar algunos gestos de fastidio por insistir en la obligación de tomar en serio todo plan de ataque mediático para saquearnos y explotarnos mientras nos convencen de que lo "hacen por nuestro bien" y de que debemos estar agradecidos cuando nos humillan y cuando nos ahogan con mentiras, ignorancia e ideología chatarra. Historia, por cierto, nada nueva.

No entender la importancia de la Guerra Mediática, no comprender su extensión y duración, sus escenarios visibles e invisibles, sus bases materiales y sus bases subjetivas, sus escuelas, sus tradiciones teóricas, sus bibliotecas y sus centros de investigación… es tan irresponsable y tan suicida que no nos quedará margen de lamento ni tiempo para lloriquear las consecuencias que imaginamos y las que no. Eso lo sabe Walter Martínez y por eso insiste, como se debe, en hacer de su insistencia militancia y persistencia que, con su estilo y con su historia, abre oídos donde otros no pueden. 

No entender la importancia de la Guerra Mediática, no combatirla y no derrotarla, pone en evidencia un flanco débil, un descuido, una banalización o una falta de conciencia que no podemos permitirnos más tiempo. No nos ha servido la improvisación, no nos ha servido el voluntarismo, no nos ha servido el auto-halago, no nos ha servido el empirismo… ya nos han derrotado incesantemente. Los pueblos cuentan con fuerzas inmensas para ganar la Guerra Mediática, hay muchas experiencias y muchas ansias sólo nos falta derrotar la des-organización y la crisis de dirección. Es verdad "Estamos a tiempo" y por eso no hay tiempo que perder.    

 

 



[1] 27 de junio 2016 Salón Ayacucho Palacio de Miraflores, Venezuela.