martes, 26 de julio de 2016

233 años Simón. Por Lenin Altuve.



Es perentorio en esta celebración del natalicio de Simón Bolívar el Libertador, y en el extraordinario momento histórico que nos ha tocado vivir, conscientes del cambio de Época que atravesamos como sujetos políticos-históricos y colectivos; protagonistas de nuestro devenir, dar una mirada, una mirada crítica; pero esa mirada no es la de la visión inquisidora y moral de la historia con la que han clavado sus ojos y sus plumas por tantos años sesudos historiadores, y escritores, que, desde su propia y cómoda temporalidad, disparan sus juicios de valor hacia Bolívar y su gesta emancipadora.
Unos, lo han montado en un altar, sacralizándolo, y de esta manera alejándolo del pueblo, deshumanizándolo… y otros tantos, creyéndose portadores del báculo de la verdad y la razón, lo bajan de ese altar estatuario, pétreo. Pero de manera mezquina lo entierran en el lodo de la ignominia, escarbando en los entresijos de su vida para desmeritar sus acciones y contaminarlas con el oprobio. Han sido y son unos y otros “el mismo negro con diferente cachimbo”.
La crítica, necesaria además, no debe ir dirigida a Bolívar, o mejor dicho, no debe ser hacia la figura de Bolívar, que, dicho sea de paso, es a lo que por nuestra miope y sesgada visión de la historia –esa que llamamos historia patria- podemos aspirar. A esa figura de un Bolívar mediado por las conveniencias de las altas esferas y grupos de poder que por tantos lustros ocuparon el gobierno, y que dependiendo de sus intereses, le han colocado la envestidura que mejor se adapte a sus objetivos particulares; Transfigurando tanto nuestro Simón, que nos terminan siendo irreconocibles y opuestas para el pueblo las figuras que de él se crean, como distinta ha sido su iconografía.
Así entonces es a la figura de Bolívar y no a Bolívar en sí mismo, a quien nos ufanamos de conocer, y por ende de criticar, fundamentados por los débiles andamiajes de los juicios de valor impuestos por aquellos “especialistas” que trafican con la historia.
Entonces, ¿hacia quién debe ir dirigida la crítica? Nos aventuramos a decir, hoy en este día que la crítica debe apuntar hacia nosotros, el nosotros pueblo; el sujeto político en su más amplio significado, la del sujeto que por definición vive y se desenvuelve en sociedad, y a su vez contribuye a transformarla.
Ese ejercicio de autocrítica que estamos llamados a ejercer, no es de carácter destructivo, pero si se trata de deconstruir esa visión que ha sido enquistada en nuestro imaginario colectivo, de que las caras más visibles de nuestra gesta independentista, y a la cabeza de ellas, Bolívar, estaban envueltos en una suerte de halo mágico, en donde la providencia, y no su contexto histórico, les marcó el rumbo que los llevaría a liderar el proceso de independencia política conquistado frente al imperio español.
Y más aún, que Bolívar, líder indiscutible de nuestra revolución de independencia, fue producto taumatúrgico del destino, y sus acciones obedecieron a un “no se qué”, inexplicable, propio de hombres sobrenaturales, que parecieran estar, por sus dotes, fuera de la historia.
Nada más alejado de la realidad. Nosotros ese nosotros pueblo, que desde hace al menos dos décadas hemos venido tomando conciencia de nuestro papel en la historia, debemos tener claro, cristalino, que Bolívar fue y sigue siendo expresión y hechura de las masas populares, que, por las contradicciones propias de una sociedad convulsionada, y en crisis; la sociedad colonial del siglo XIX, en el caso del contexto histórico que le tocó vivir al Libertador; y en nuestro caso, la crisis eminente de la sociedad capitalista, le ha tocado estar a la vanguardia de los movimientos revolucionarios de la América del Sur.
Nos resulta casi ocioso y hasta tedioso, inclusive en una fecha como hoy a los doscientos treinta y tres años del natalicio de Bolívar, recordar y repetir cronológicamente, partiendo desde un 24 de Julio de 1783 hasta un 17 de Diciembre de 1830, lo que hemos escuchado hasta la saciedad como un rezo doctrinario, aprendido de memoria desde los primeros años de nuestra educación. Las peripecias, sucesos, anécdotas, acontecimientos y hazañas que marcaron la vida del grande hombre que fue y es Simón Bolívar. En todo caso no es esa nuestra intención.
Sin embargo, sí hemos querido hacer referencia a su vida y obra; porque son el reflejo vital de un pueblo fraguado al calor de una revolución, y configurado por la violencia de una guerra fratricida. Para nosotros hablar de Bolívar, no debe ser más hablar de un súper hombre, fuera de este mundo. Hablar del Libertador, debe ser en lo sucesivo hablar de pueblo, hablar de nosotros, o, hablarnos a nosotros, debe ser hablar de espacio y tiempo, de contradicciones inherentes a la condición humana. De multiplicidad, de abundantes fracasos y efímeros éxitos. Pero también de enseñanzas permanentes en el tiempo.
Y para hablar de Bolívar, hemos querido, así como lo hizo hace treinta y tres años el maestro José Manuel Briceño Guerrero en su -RECUERDO Y RESPETO POR EL HEROE NACIONAL- observando al Libertador la luz de Tucídides, mirarlo nosotros a la luz de Miguel Acosta Saignes y su -ACCIÓN Y UTOPÍA DEL HOMBRE DE LAS DIFICULTADES- .
Este magnifico ensayista, etnohistoriador, geógrafo y docente venezolano, que escribió que “la identidad no es la historia, sino que más bien es la conciencia de la historia”, nos ilumina con su maravillosa biografía de Bolívar, maravillosa en tanto y en cuanto que es una biografía del pueblo venezolano y de su heterogeneidad, y no adosada a un culto que cómo hemos dicho, lo deshumaniza y lo petrifica. Así pues nos dice Miguel Acosta Saignes que: “ No es posible estudiar a Bolívar fuera del gran contexto político internacional, americano y europeo, dentro del cual hubo de actuar, ni aislarlo siquiera momentánea o metodológicamente, como solitario de capacidades eminentes cuyo genio lo llevó a ser guía y héroe. Así lo presentan muchos historiadores y políticos para que la enseñanza de su esfuerzo resulte baldía y para que las masas combatientes en el mundo de la segunda parte del siglo XX, no vean ejemplo y enseñanza en las peleas de los esclavos, de los pardos, de los indios, de los mestizos, quienes formaron los ejércitos de liberación. Nosotros lo vemos como el genio resultante de muchos sectores: el de los criollos dirigentes del proceso de libertad con sus propios designios; el de los ejércitos mixtos, que sufrieron infinitos sacrificios y enseñaron a Bolívar como era en realidad su vida cotidiana… el de los esclavos que en algunas regiones lucharon en 1813 y 1814 al lado de los ejércitos patriotas en el oriente… y en ocasiones como durante esos mismos años en los llanos erraron el camino de la libertad nacional, pero obligaron a Bolívar, y a los criollos, a tomarlos en cuenta como inmensos factores en la lucha.”
La biografía de Acosta Saignes nos presenta una radiografía de las luchas intestinas de un pueblo que todavía no se convertía en nación, ni tenía noción de ella, un pueblo dividido que tenía distintos anhelos y conceptos de libertad; la libertad económica y política de los mantuanos que, desde las reformas borbónicas y con la instauración del monopolio comercial otorgado a la compañía Guipuzcoana en 1730 dejaron de gozar. La de los pardos que aspiraban a la igualdad social en relación a esa élite mantuana, negada de facto por una sociedad impermeable en la práctica aunque con licencia para adquirirla por medio de la real cédula de gracias al sacar aprobada en 1795, que pretendía vender el “blanqueamiento” social para llenar los bolsillos de un reino vaciado por las guerras europeas. La de los negros esclavos que veían en la guerra de independencia una salida abrupta luchando en uno u otro bando, para escapar a una vida condenada a la esclavitud del cuerpo y del espíritu.
Entonces, no es el Bolívar aislado de la dinámica social como nos han querido hacer creer. Continúa Miguel Acosta Saignes diciéndonos que “Algunos afirman a veces, que es preciso estudiar a Bolívar como hombre, no como semi-dios, pero al analizarlo se quedan en rasgos personales, en anécdotas. Los mantenedores de su culto antipopular pretenden esculcarle hasta los entresijos del pensamiento. Según ellos, no quiso decir esto sino eso otro; no sentía de tal modo, sino como ellos lo imaginan. Lo cual por cierto, conduce a preguntarse ¿hasta dónde es posible estudiar a un ser humano desaparecido en cuanto fue su personalidad?”.
No es posible entonces divorciar la vida de nuestro Libertador con la del Pueblo, inclusive y necesariamente de la de su clase, la mantuana y sus intereses. Es un Bolívar que va tomando forma y cuerpo a la par de la masa popular, que evoluciona con ella, a la que intenta no siempre con éxito comprender, por sus orígenes aristocráticos, pero que poco a poco irá mimetizándose entre ella, pareciéndose más a ella, asumiendo al lado de ella su papel en la historia. Al respecto nos interpela el escritor de su Acción y Utopía. “¿Cual es el papel del individuo en la historia? ¿Hacen algunos individuos geniales la historia, convenciendo a las sociedades de lo que les parece preferible? ¿Cuál es el papel de las masas en la historia? ¿Siguen ciegamente a los grandes guías o los impulsan con su acción, hasta ahora no analizada adecuadamente en la mayor parte de los casos? ¿Cuál fue el papel de los esclavos en la gran contienda política de la independencia? ¿Cuáles fueron las realizaciones de Bolívar correspondientes a los ideales de su clase, los mantuanos? ¿Reflejó Bolívar a su sociedad? ¿En qué sentido? ¿Entra alguna vez Bolívar en contradicción con los sectores que lo eligieron repetidamente como conductor?... ¿Fue Bolívar sacrificado por su clase después de haberlo empleado…?”.
Estas y otras preguntas son realizadas en el texto al que invitamos a revisar para conocer más acerca de Bolívar y su contexto; lo que es lo mismo decir, para conocernos a nosotros y nuestro acaecer. Pero estas interrogantes sólo son pertinentes hacérnosla ubicándolas en su debido contexto, para proyectarlas sobre nuestro propio tiempo, haciéndolas nuestras, haciendo nuestro a ese Bolívar que tanto nos han querido alejar.
En el relato de Acosta Saignes tienen prioridad cuestiones ontológicas que permiten comprender al lector el universo que rodeó al Libertador durante la gran revolución, y que privan por encima de los análisis áridos y estériles muchas veces repetidos de su personalidad, o de tal o cual acontecimiento; cuestiones como el Ser mismo del llanero, rastreando sus orígenes y afirmando que “los primeros llaneros de Venezuela fueron indígenas”, estudiando la formación económico-social de los llanos, y el cómo fueron los llanos mismos la base económica que permitió el desarrollo de la guerra.
Se aboca a indagar en la demografía y producción de un pueblo devastado por la guerra, de cómo el saqueo durante el terrible año de 1814, formó parte de una nueva forma de economía de guerra, impulsada por la gran masa de pardos, indios y negros liderados por el primer verdadero caudillo de las masas populares, el español José Tomás Boves, que desató contra los criollos mantuanos toda la furia contenida en un pueblo cansado de la explotación ejercida por más de doscientos años a manos de sus amos criollos, más que por un lejano rey que jamás habían visto.
El escritor busca respuestas en cuestiones que se alejan de los grandes análisis políticos, pero que indagan el quehacer diario de las comunidades como por ejemplo, la importancia de los cueros en la economía colonial venezolana, o el carácter latifundista de la tenencia de la tierra. Nos explica que no era el territorio lo que marcaba la riqueza sino el número de cabezas de ganado que se poseía en las postrimerías de la guerra. Intenta vincular los ejercicios económicos de nuestra accidentada y variopinta geografía nacional, con sus modos de vida, y el cisma que produjo la revolución en ellos. La Importancia de la base productiva de los ejércitos libertadores, las transacciones comerciales con las Antillas, la titánica tarea que suponía la manutención del ejército y la obtención de las armas para continuar la lucha, y se pasea por los problemas de abastecimiento.
No hay que ser muy perspicaz, para darnos cuentas que salvando las distancias temporales, las luchas y las distorsiones que se generaron hace más de doscientos años producto del colapso de un modelo, se nos vuelven a presentar retos similares, porque si bien es cierto que la historia no se repite, no es menos cierto que lo que sí tienden a repetirse en la historia son los fenómenos.
El Bolívar que se nos muestra aquí es un hombre que como su sociedad, sufre un proceso de transformación espiritual, interno, condicionado por los acontecimientos que por fuerzas históricas y no por destino providencial le tocó vivir y liderar; En principio y fundamentalmente fue sin lugar a dudas no solo conductor principal de los ejércitos sino como indica El escritor fue el mayor representante de la clase que gua guerra de emancipación: la de los criollos o mantuanos. M.A. Saignes sirviéndose de Marx y Engels nos explica el por qué. “las ideas de la clase dominante en cada época, son las ideas de esa época. Los individuos que toman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello, y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión y, por tanto, entre otras cosas, también, como pensadores, como productores de ideas, que regulan la producción y distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean por ello mismo las ideas dominantes de la época.”
Pero este mismo Bolívar, es el que se irá dando cuenta, comprendiendo la sociología de las conmociones sociales, de que la conducta de los individuos era el resultado de muchas fuerzas cruzadas, ese Bolívar que en 1817, resaltó extraordinariamente la virtud de la cooperación, así como el papel del pueblo, de la gente común, incluidos los esclavos en la lucha anticolonialista, y que como nos comenta el biógrafo al que a su luz hemos querido ver “… durante 1815 y 1816 los extraordinarios esfuerzos colectivos mantuvieron vivo y combatiente el ideal de la independencia, demostraron que la empresa ya no era sólo designio de los mantuanos, sino de grupos campesinos, de llaneros, de pescadores, de gente marginal, habitadora de montes y llanos, de cumbes y rochelas, decididas a crear una sociedad distinta, hasta donde alcanzaran sus fuerzas. Los historiadores dejan en la penumbra el sufrimiento, la decisión, el valor increíble de esos venezolanos, y extranjeros también, que andaban desnudos o semi desnudos, que resistían largas temporadas con un mínimum de consumo”.
Nuevamente los fenómenos se repiten, pero lo que no debe volverse a repetir es que ni historiadores, ni sesudos analistas que no sufren en la epidermis la realidad de nuestro devenir como colectivo, secuestren nuestra historia; la de Bolívar y un pueblo que es él, porque es su tiempo histórico la sangre en la que se bañaron los acontecimientos que vivió y sufrió. Pero tampoco debemos admitir que rapten nuestra historia inmediata, nuestra historia del tiempo presente, porque si somos nosotros los que la estamos haciendo, seremos nosotros los que debemos contarla, desde las distintas perspectivas que reflejan nuestra diversidad como pueblo, como sociedad.
En su cumpleaños numero doscientos treinta y tres, no nos hemos a arriesgado a llamar a Bolívar, el Padre de la Patria, no porque no lo sintamos como tal, sino porque partiendo del ejercicio permanente que hemos estado realizando para la comprensión crítica y pertinente de nuestra América latina, nos preguntamos si Venezuela la Venezuela Bolivariana es una Patria ya conformada y no una en formación, y que un pueblo en busca de un padre que lo guíe no deja de ser un pueblo adolecente, que ratifica la necesidad de dejarse conducir por un gendarme necesario. Más bien queremos intentar sembrar la semilla de que como ha hecho alusión un compañero en los constates debates autocríticos, en referencia a otro gigante de nuestro tiempo (Chávez), veamos a Bolívar como un hijo del pueblo, un hermano, y que su genio radicaba en que como el mismo lo dijera “yo apenas he podido seguir con trémulo paso la inmensa carrera a que mi patria me guía. No he sido más que un débil instrumento puesto en acción por el gran movimiento de mis conciudadanos”. Nosotros pensamos que su grandeza no se explicaba por fuerzas sobrenaturales, sino porque como nosotros, sirviéndonos de la frase de Nietzsche el Libertador fue “Humano demasiado Humano”.
 
Simón Bolívar. Artista: Felipe García.

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