 |
Foto: Carlos García. 2006. |
La pregunta por saber quiénes somos nos pone de cara con nuestro
devenir. Saber quiénes somos, parte de la premisa de saber de dónde venimos.
Nuestra constitución como personas, es decir, la historia que cada uno
es, está sujetada a una trama que nos vincula en una gran historia que funge
como lienzo común. Hablar de la Patria, de Bolívar, de Boves, de Simón
Rodríguez, de Manuela Sáenz, de Hipólita, de Zamora, de Guaicaipuro, Caribay,
Tamanaco, Túpac Amaru, Atahualpa, Moctezuma, es hablar también de nosotros, de
cada uno de nosotros, porque han sido referentes que de una u otra manera se
internalizan en el ser del pueblo. Reflexionar
lo acontecido en la década y media transcurrida del siglo XXI, es reflexionar
desde nosotros, desde nuestra condición histórica, desde nuestras dificultades
y nuestras esperanzas, tarea esta que vemos necesaria para poder continuar caminando
en la construcción de otro mundo posible.
Decía el filósofo boliviano Juan José Bautista
que una de nuestras dificultades es que “queriendo ser lo que no somos
(desarrollados), al final terminamos negando lo que éramos para poder ser lo
que no somos”.
Pero, ¿en el caso venezolano qué es lo que éramos y qué no somos? ¿campesinos,
negros, indios, criollos, pardos, mantuanos, blancos, occidentales,
desarrollados, consumistas? La respuesta a tal pregunta es escabrosa; y ya Briceño
Guerrero
hizo un primer viaje en la búsqueda de ése nos-otros mismos en su Laberinto de
los Tres Minotauros.
Tal vez somos campesinos, negros, indios, criollos, pardos, mantuanos, blancos,
occidentales, desarrollados, consumistas en distintos matices, pero, tal vez un
viaje por los bordes de la historia no oficial, no occidental y cotidiana nos
muestre otra cara. Tarea pendiente que nos toca hacer.
Por ahora no hay respuesta definitiva. El mismo Bolívar se hizo la
pregunta de ¿quiénes somos? y creemos que su respuesta, aún sigue estando
abierta.
La razón europea impuesta por los colonos, obligó a reprimir y a negar
nuestras raíces: aquello no europeo que vive y se manifiesta en nuestros
cuerpos, símbolos y cantos, saberes y tecnologías. Esta negación y represión se
traduce en una suerte de confusión que en unos casos más que en otros nos
obstaculiza el encontrarnos y definirnos.
Por un lado, la razón nos dice que tenemos que desarrollarnos;
occidentalizarnos, “blanquearnos socialmente”, y por el otro, nuestro sentir, nos
llama a inaugurar el camino al re-encuentro de nos-otros mismos, a aquello que
está negado en lo profundo de nuestro inconsciente colectivo y que se
manifiesta de diferentes maneras.
Entonces, es en este contradictorio cuadro que nos preguntamos ¿Cómo es
que aparece ante nosotros Chávez? En este caso, Chávez aparece como canalizador
de unas fuerzas históricas latentes y negadas (un pueblo históricamente
reprimido, queriendo liberarse y poder
ser)
El clamor de esas fuerzas latentes ha sido la de poder manifestarse abiertamente.
Antes de la aparición de Chávez, el existente implícito en el inconsciente
colectivo de la nación era la urgente manifestación abierta del reconocimiento
de todos los oprimidos, excluidos y marginados (tarea que otrora comenzó Simón
Bolívar y que aún continúa inconclusa).
La acción emprendida en el golpe de estado perpetrado en febrero del año
1992 alojó bajo su égida el retorno inconcluso del proyecto histórico
que Bolívar abanderó. Es decir, Bolívar no habiendo terminado de concretar ése
proceso de independencia, cuyo sentido liberador radicó en instrumentar al
pueblo como sujeto, con la autonomía necesaria para emprender y construir
su propio destino derivó en una emancipación que sólo cambió de opresor
(sacamos a los españoles de estas tierras para luego reproducir aquello que
queríamos expulsar).
De modo que la instauración de las cuatro repúblicas posteriores a la
independencia, al igual que los demás procesos emancipatorios del continente no
fueron sino la primera etapa de un proceso llevado y conducido por pocos en conseguir
bienes y poder y no en construir pueblo con la autonomía necesaria como
co-responsable de sus actos, constructor de vida, patria y mundo. (En el caso
posterior a la independencia, muchos de los próceres de la gesta libertadora se
convirtieron en los nuevos terratenientes, los nuevos amos esclavistas.
Expulsaron al opresor de afuera pero reprodujeron al opresor de adentro,
trescientos años de relación opresora no pasaron en vano. Recordemos que Zamora
dándose cuenta de tal situación explicitó la contradicción, y declaró “Horror a
la oligarquía” “Tierra y hombres libres” inició la guerra federal).
La manipulación del pueblo por parte de los que ostentaron el
poder, condujo a una dependencia psicológica y física hacia el poder
constituido y sus relaciones a tal punto que el mismo pueblo depositó siempre
su voluntad en el patrón, jefe y todas las instancias que, instituidas e
institucionalizadas asumían soberbiamente que “podían” “resolver” necesidades,
obstáculos y dilemas presentados en la vida cotidiana. Siempre teníamos que
recurrir al poderoso, al que está arriba para que de modo caritativo nos dé
“respuesta”. Nos vimos reducidos a depositarle nuestra voluntad al Leviatán.
Esta depositación de nuestra voluntad en ése otro con “poder”
(alcalde, diputados, gobernadores, presidentes etc.) nos empujó, a nosotros
pueblo hacia una condición de adaptación pasiva ante la realidad tal que,
internalizamos la condición de masa y no de pueblo con la
posibilidad de modificar la realidad. El pueblo llano, el de abajo, los de a
pata fuimos relegados a ser masa electoral, cuyo significado de
identidad estuvo reducida a la condición de “voto”. ¿Será ese nuestro destino?
La Construcción de un Referente y
las Resistencias al Cambio.
En nuestra América la relación que hemos tenido con la modernidad, con
las luces y la razón pregonadas por las ideas de Kant, es decir, con Europa,
siempre ha sido de opresión, sumisión, de saqueo y muerte. Las culturas de los
pueblos originarios, es decir lo distinto, fue negado y violado; la práctica
social o la pedagógica como diría Dussel
desde la llegada de los españoles, fue la de someter a la madre cultura de los
pueblos amerindianos mediante un padre opresor que viene de afuera con su
cultura moderna a imponer prácticas culturales foráneas que destruyeron el
tejido social. Dussel nos menciona en su trabajo: La Pedagogía Latinoamericana
que esta relación entre una madre-cultura-violada mediante un padre-opresor-colonizador-estado,
parió un hijo (pueblo) que se encuentra en el caso nuestro-americano, en
situación de orfandad: rechaza la madre cultura y al padre
estado-opresor-colonial.
Una nación, una cultura y la identidad, son posibles de construirse,
reconstruirse y transmitirse mediante el instrumento, o espacio que por
excelencia instala al ser humano en el mundo: la familia, y dependiendo del
cómo hayan sido los modelos comunicacionales familiares y sus roles, (Mamá, Papá
e hijo) será el despliegue y la actitud ante el mundo del nuevo ser, si los
roles estuvieron invertidos o hubo disfuncionalidad, ausencia, o modelos comunicacionales
paradojales, el nuevo ser se constituirá como un ser con dificultades para
desplegarse sana y maduramente en el transcurrir de la vida. A esto Dussel, lo
denomina como pedagógica, un doble
proceso íntimamente vinculado: “el hijo y la hija nacidas en la familia son
educados para ser un día padre y madre y al mismo tiempo ciudadanos adultos.
Los niños en las instituciones político-pedagógicas son disciplinados para ser
un día parte responsable de la ciudad o adultos en el nivel erótico”
es decir, que el ser humano va de la erótica a la política, para luego ir de la
política a la erótica.
Partiendo de estas analogías, Venezuela ha sido una nación,
caracterizada como una madre culturalmente que en su relación con sus hijos (pueblo)
no fue satisfactoria, nos instaló mal en la morada (la patria), y un padre
(representantes gubernamentales-estado opresor) que no brindaron un marco de
seguridad psicológica, (en unos casos no existió y en otros fue represivo, sin
posibilidad de diálogo) esta ausencia y disfuncionalidad, constituyó a un
pueblo huérfano, que trató méndigamente de sobrevivir y de acceder
miserablemente a los derechos como sujetos de una nación.
Cuándo Chávez perpetra el golpe de estado en 1992 fue como el hijo
rebelde que busca reparar todo el daño, reparar las ausencias, los roles, los
vínculos, la historia; es la asunción de un rol histórico como hijo que pretende
hacerse reconocer desde la orfandad volviendo a traer los lazos nunca rotos de
los dioses de las culturas negadas (es el mismo rol que ejerció Túpac Amaru
contra la cultura opresora en sus tiempos).
Al haber fracasado en su intento de golpe de estado, asumió
inmediatamente la responsabilidad de sus actos. Esta asunción brindó la
sensación de una seguridad, de una protección a la población, que tal vez nunca
había sido sentida, y que tal vez o pocas veces, el pueblo nuestro-americano
conoce.
Aparecía en la historia de los últimos hasta entonces cuarenta años de
“democracia”, alguien que se hacía responsable de sus actos, diciendo mediante
medios de difusión: “por ahora los objetivos planteados no fueron logrados… ya
es tiempo de evitar más derramamiento de sangre, ya es tiempo de reflexionar y
vendrán nuevas situaciones, y el país tiene que enrumbarse definitivamente
hacia un destino mejor… así que oigan mi palabra, oigan al comandante Chávez
que les lanza este mensaje…”
Ése “por ahora” ha sido fértil semilla de esperanza en todos, pues
Venezuela, un país que se encontraba con más de un 63% de pobreza y casi un 31%
de pobreza extrema sintió por vez primera en muchos años la posibilidad de
proyecto, de horizonte. Emergió entonces un nuevo referente qué seguir y
emular. Emergió la paternalidad histórica que ha sido negada por el
padre-estado-colonial-opresor desde 1492.
Encarcelado comenzó a visibilizarse como sujeto que impulsaría y
conduciría los cambios. La izquierda, así como los distintos grupos que se
planteaban la refundación de la nación, vieron en él la posibilidad concreta de
inaugurar una nueva etapa histórica. El planteo de Chávez fue la reconfiguración,
la refundación del estado, un nuevo marco legal que permitiera darle
carácter participativo y protagónico al pueblo, elevándolo de la
condición de objeto a la condición de sujeto histórico posibilitador de
la modificación de la realidad; la constituyente fue planteada y se creó una
constitución adaptada a esos tiempos.
En dicha constitución, se creó un marco legal que empujaría la
transformación, por lo menos las necesarias para iniciar la consolidación de
nuevas prácticas.
A través de la nueva carta magna se posibilitó objetivamente el
carácter de sujeto constructor de la realidad y no de mero objeto
espectador como veníamos siendo, pero, ¿acaso los cambios y las
transformaciones pueden ser ejercidos por el hecho de ser decretados? El tener un instrumento legal que nos invita
a ser protagonistas de la construcción y despliegue de la nación, no es del
todo garantía de cambio. Es decir, la condición objetiva carece de su par
dialectico, todavía el cambio es condición de posibilidad porque aún teniendo
las condiciones objetivas (marco legal que nos permite generar un
cambio) no tenemos las condiciones subjetivas, (la incorporación, la
internalización en cada uno de nosotros de la idea de cambio y
protagonismo), la condición de sujeto corresponsable
aún no está siendo. Por ello es importante reconocer que una
cosa es el reconocimiento de lo históricamente negado, y otra es la asunción de
la condición de negado que quiere transformar la realidad.
Con la aparición del petróleo (la otra etapa de la modernidad
colonizadora capitalista ) y durante más de sesenta años, al pueblo se le ha inducido
la idea de la ascensión social, del tener para ser, esto
dificulta la tarea de construir un sujeto histórico y social adaptado
activamente a la realidad para generar los cambios profundos y la asunción en
el ejercicio y no sólo el enunciado de lo que es el poder popular,
es decir, la asunción de la democracia participativa y protagónica contemplada
en las leyes y que trasversalmente enuncia el artículo Nº5 de la CRBV. En la
actualidad aún nos encontramos en ése proceso de; dejar de ser una cosa para
convertirnos en otra, bien lo decía Gramsci y que Chávez recogió en el plan
histórico de la nación, el plan de la patria para el gobierno del año
2013-2019, “…”Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un poder popular
capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación que
subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar una nueva socialidad
desde la vida cotidiana donde la fraternidad y la solidaridad corran parejas
con la emergencia permanente de nuevos modos de planificar y producir la vida
material de nuestro pueblo. Esto pasa por pulverizar completamente la forma de
Estado burgués que heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y
nefastas prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de
gestión política… lo nuevo no termina de nacer hasta que lo viejo no termine de
morir”
Esa tensión entre lo viejo y lo nuevo está en nosotros, ¿qué será lo
viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer en cada uno de
nosotros?, pues veamos: todo nuestro devenir se sintetiza en modos de ser,
nuestra forma de relacionarnos, de vincularnos, se constituyen en matrices de
aprendizaje que irán heredándose de una generación a otra mediante prácticas. Todos
nosotros así como la nación estamos constituidos de vínculos y recuerdos que se
sintetizan en este aquí y ahora.
Ahora bien, las matrices de aprendizaje nuestras se cristalizan como mecanismos
de defensa, como estructuras estereotipadas que se resisten al cambio, estas
son parte constitutiva en cada uno de nosotros, incluyendo a todo aquel que
está impulsando los cambios, y de toda institución existente en el estado, pues
sabiéndonos sujetos producidos por nuestro devenir, sabemos que somos producto
social de las instituciones de carácter vertical-colonial y por ende nuestra
forma de ser y relacionarnos reproduce tal modelo. Por ello, se nos presenta un
obstáculo a trabajar de doble dimensión:
1-) Las personas que se encuentran haciendo vida en las instituciones
tienden a rechazar nuevas formas de organización y de vinculación, nuevas
formas de comunicación entre los sujetos. ¿Podremos construir la lógica comunal
desde la institucionalidad vertical-colonial, desde las formas del
padre-estado-opresor?
2-) Muchos de los otrora excluidos quieren y tienden a reproducir las
estructuras estereotipadas, la del opresor, salta de oprimido a opresor.
Por ello los cambios no se decretan, son praxis, y he ahí que aparece la
necesidad de una ruptura epistemológica que nos planteamos: ¿cómo superar la
relación vertical y de control en el funcionamiento de las instituciones, y la
vida cotidiana? ¿Cómo construir el estado liberador? pregunta esta que nos
lleva a otra: ¿Cómo podemos, nosotros pueblo, asumirnos como sujetos políticos
maduros-liberadores que vayamos de la dependencia a la autonomía co-responsable
para que seamos los protagonistas principales de los cambios sociales y dejar
de ser los comensales huérfanos del Leviatán? Preguntas estas de un tenor que,
nos empujan a buscarnos, a mirarnos y a comprender cómo es que hemos llegado a
ser lo que somos, pero también a revisar cómo es que somos cada uno de nosotros
en casa y en nuestros roles más íntimos. Lo esencialmente pedagógico-erótico-político.
Buscar nuestras propias historias, la de cada quién nos va develando el
lienzo del que todos somos parte. Tal vez podemos empezar por ése camino, el de
la búsqueda de nosotros mismos.
Esta lucha entre lo instituyente y lo instituido, lo que quiere nacer y
lo que no quiere terminar de morir es propio de los procesos de cambio, se dan
entre sujetos concretos, hombres y mujeres que hacemos vida en los distintos
espacios.
Los cambios son en lo concreto y no
hay nada más concreto que las relaciones que encarna el ser humano con-sigo,
con los otros, con lo otro y con el mundo. Entendiéndonos como seres
históricos y sociales, producidos y productores, habitantes y habituados de lo
contextual, nos reconocemos entonces como sujetos producidos por una cultura moderno-capitalista
con sus instituciones, sus relaciones y su lógica, pero que, sabiéndonos
producidos y por tanto condicionados más no determinados por tal cultura, nos
asumimos como sujetos que podemos producir nueva cultura, tal vez partiendo
desde el zambo, desde el indio y desde el campo que vive en nuestro fuero
interno, por ello el planteo de la comuna aloja e invita a un modo, a una
lógica de la reconstrucción de la trama vincular-social, en la que podamos
construir las prácticas pedagógicas (y por ello erótico-políticas) de los nuevos
moradores.
La dimensión trascendente que se
nos demanda para construir futuro a los moradores de ésta época, es la de poder
cumplir con la tarea pedagógica de doble dimensión: “En efecto, la pedagógica
parte del hijo del hogar erótico para concluir su tarea en el adulto de la
sociedad política; por otra parte, parte del niño en la institución
pedagógica-política (cultura, escuela
etc.) para terminar su función en el varón o mujer formados para la vida
erótica fecunda. Es evidente que además la pedagógica parte y concluye en la
misma erótica (del hijo a los padres en el ámbito del hogar) y política (del
niño de la escuela hasta el maestro o pedagogo)”
y también cumplir con una erótica de nuevo tenor, sin la cual puede
constituirse una nueva sociedad: “La sexualidad de la
pareja puede seguir siendo servicio liberador, cumplimiento del deseo
del Otro, porque el hijo es el testimonio, el testigo (el martys de la
Alteridad) de la decisión libre no solo de amarse a dos (la pareja), sino de
indisolublemente seguir amándose en aquel que los porta a los dos en su misma
realidad nueva, distinta, mesiánica, por cuanto ungida en el amor que es
su origen: el hijo. Si la sexualidad humana es deseo efectivo del cumplimiento
del deseo del Otro, en esa misma tensión como pulsión alterativa se
encuentra ya el amor paterno-materno hacia los hijos que son dis-tintos, es
verdad, pero al fin también: pulsión alterativa como deseo del
cumplimiento del deseo dis-tinto y nuevo del hijo y la hija como Otro que la
pareja. Sólo el plenificado sexualmente, por haber cumplido el deseo del Otro
de la pareja y con ella su propio deseo, puede ser un buen maestro, buen padre o
madre, buen político o política. La erótica se desborda como pedagógica.”
Para terminar nos damos cuenta que necesitamos desplegarnos de otro modo
y asumir los roles que nos corresponden. El nuevo sujeto histórico venezolano que
necesita construir un estado liberador no puede ser en la vida cotidiana, un
padre ausente y una madre negadora, no puede ser el hijo huérfano esperando ser
amamantado como comensal por el leviatán. La tarea es íntegra, trasversal. Para
ser buen político, hay que ser buen padre, buena madre, buena pareja, buen
compañero, compañera, sin estas dimensiones cumplidas y entramadas seguiremos constituyéndonos
como sujetos hedonistas auto-eróticos, de instrumentalización del otro y su
negación, y nunca podremos ser buen pueblo, corresponsable y maduro.
Sabemos entonces que asumiendo lo que nos corresponde como sujetos
erótico políticos podremos dar parto a una nueva sociedad, podremos
encaminarnos hacia la conjugación cósmica de muchos mundos que yacen en cada
vida y en cada historia. Esa tarea está en nosotros. Tal vez ahí, es donde todos
seamos Chávez.
Nos toca iniciar la inevitable y la larga marcha hacia la sociedad
comunal.