Hace algunos años atrás,
en un viaje por la piel de Nuestra América, emergió en mi, la
necesidad de des-cubrir otros mundos de vida cotidianos, o cómo
dice Peteco Caravajal “otros
cielos, otras aguas, otros pueblos, otras miradas” que
habitan en cada uno de los territorios de nuestro continente. En tal
viaje, fui encontrándome con pueblos enteros, con historias y mundos
que no existían para mí anteriormente, porque el mundo de vida
cotidiano en el que fui constituido, negó y encubrió todas aquellas
otras realidades, pero que desde el sentir eran para mi familiares.
El encuentro con otros
pueblos y mundos de vida en aquél viaje me invitaron a comenzar a
ad-mirarme (ir más allá de lo que se mira) e iniciar otro viaje, el de la búsqueda de ése que soy en cada caso. En el periplo
inciado y que tal vez lleve la vida entera, he dado cuenta que mi
modo de ser obedece a una impostura, a un ser impuesto desde afuera y
calzado forzosamente, para hacer de mí, un ser que no soy. Ése ser
que no soy, es el ser de la modernidad que todos tenemos alojado de
alguna manera, y que nunca termina de ajustarse completamente, y es
porque ése ser, propio del mundo de vida europeo, en nuestro caso es
impuesto, inoculado, no responde a nuestra realidad, es decir, en el
fondo estamos siendo algo que no somos.
¿Por qué pasa esto?
Porque la modernidad nunca fue un proceso integrador. Nunca pretendió
encontrarse con otros pueblos, otras razones distintas a la suya,
nunca pretendió hacer uso de su logos, su razón, para dia-logar y
fusionarse, no. Desde la colonización, hubo un encubrimiento y
negación de otros mundos de vida y realidades, -mundos de vida y
realidades- que subyacen en cada uno de nosotros por ser el fruto de
la mezcla de distintos pueblos en los últimos quinientos años.
Traigo a la memoria y al
corazón, el recuerdo de una escena que me invitó a mirar-me y
admirar-me en el mundo desde otro lugar; es el recuerdo vivo de
haberme cruzado con una familia del mundo andino, quechua, que tenían
tres hijos pequeños. Recuerdo el intento de diálogo a través de
las miradas entre los niños y yo, había timidez hasta que decidí
acercarme, y jugar con ellos, en seguida pude acercarme a hablar con su madre y
padre, quienes me preguntaron de dónde era, respondí y les conté
de mi periplo, me mostraron su gratitud y me invitaron a su comunidad,
para que así pudiera conocerlos; conocer a sus abuelos, sus tíos, su gente, su
historia y a los nuevos que iban a continuar su historia. Me
invitaron a “hacer lazos” como me dijeron, entramados,
encuentros. Comento esto porque esa escena me mostró la importancia
que tiene la comunidad y la familia para el mundo andino. Su
identidad, su ser constitutivo como personas e historias es el de la
comunidad, el ser comunitario que aloja todo su mundo de vida.
En cambio, el imágo, el
modelo, o imagen referencial que tenemos nosotros ha sido el
inyectado a trocha y mocha por el mito de la modernidad, mito que
reproducimos en la vida cotidiana.
Todos somos obligados de
alguna manera a perseguir el sueño de la modernidad ¿o pesadilla?,
es decir, el desarrollo, el progreso, trabajo, reconocimiento por la
institucionalidad burguesa, todos queremos convertirnos, en
ingenieros, arquitectos, maestros, abogados, científicos y así
acceder al mundo de vida hegemónico de la modernidad-capitalista.
Todos somos empujados a transitar por el consumo, el mercado, el
negocio, y para ello hay que jugar al orden impuesto por tal mundo de
vida “universalizado” que es la explotación de la vida como
mercancía de consumo, y la cosificación de los afectos y vínculos.
De modo que para la
modernidad y la constitución de su ser, fue necesario la destrucción
de todo ser comunitario, familiar, porque sencillamente no le servía
para instalar su orden. Necesitó entonces de relaciones y vínculos
instrumentales, utilitarios, es decir, asumir todo como objetos y no
sujetos. Es el ser del ego cónquiro que constituyó el mundo de vida
occidental.
Para el neo-liberalismo
que es la fase más acentuada de la modernidad capitalista, cada vez
más le interesa generar un tipo de humanidad pertinente a su lógica.
Y para perpetuar su lógica necesita de seres atomizados que no les
interese el ser con otros, le interesa una humanidad de soledades que
teman al otro y al futuro junto a otros, porque para esta lógica el
mit dasein (ser ahí junto a otro) es sinónimo de desgracia,
atraso y pérdida de “oportunidades”
La continuación y
reproducción del ser moderno, nos va empobreciendo la vida, la pone
en peligro, porque el ego cónquiro, saquea, domina y des-compromete,
destruye las condiciones de vida de toda la faz de la tierra y nos
condena a la soledad.
¿Cuál es la tarea que
nos toca para constituir otro mundo a esta generación del presente?
Parece que en primer
lugar necesitamos revisar nuestra historia, saber de dónde venimos,
desde la historia personal de cada quien que va entretejiendose con
la historia de cada pueblo y viceversa, porque somos sujetos
constituidos por historias, vínculos y recuerdos.
La tarea a la que somos
convocados a partir de ahora es a constituir el ser de liberación,
y ése ser es comunitario y para que haya comunidad debe haber otros
modos de vinculación con nosotros mismos, con los otros y el mundo,
es decir, somos convocados desde el lugar de la vida diaria, desde la
relación íntima a ser eso que necesitamos de cara a otro mundo. Es
ir constituyendo, en nuestro caso, lo que la modernidad-capitalista
ha destruido y niega: la familia y la comunidad. El desafío para
nosotros, entonces, es vincularnos de modo distinto con nosotros, con
los otros y con el mundo, con el cuidado y la ternura como praxis para la
reproducción de la vida y desde la unidad mínima para constituir
comunidad que es la pareja en una relación sujeto-sujeto.
La liberación para
nosotros, los pauperizados del mundo es poder desde este lugar de
mezclas, dolores y esperanzas, comenzar a constituir el ser
comunitario nuestro-americano, es decir, constituir la solidaridad y el
amor desde el encuentro con el otro, y para ello nos toca apelar a lo
negado de otros pueblos que también somos. La familia y la comunidad
es entonces el sostén que permitirá desde otro lugar constituir las
nuevas prácticas para el mundo que nos toca construir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario